Casi una blasfemia
La cuestión del papel de la mujer en la Iglesia no es un detalle organizativo. Es una herida abierta en el corazón de una comunidad que afirma tener sus raíces en Jesús de Nazareth
«María es la mujer más libre del mundo porque supo obedecer. Deberíamos contárselo a alguna feminista». Estas son las palabras de Giuseppe Laterza, obispo. Reportadas íntegramente.
Vale la pena detenerse. Y reflexionar. Intentaré hacerlo en tres puntos.
1. Obediencia y Feminismo: Una Comparación Ignorante
Conectar la obediencia, incluso definida como «libre», con el feminismo es demostrar una profunda ignorancia. Ignorancia de las Escrituras (y Jerónimo diría de Cristo mismo, en este caso), pero sobre todo, ignorancia histórica.
Por supuesto, la obediencia solo puede tener un significado sano si se define como adhesión al amor, a la vida, al deseo profundo, no como sumisión a un orden externo, masculino y jerárquico. Pero el feminismo no surgió históricamente para oponerse al amor. Surgió para oponerse a las estructuras de poder que han utilizado la obediencia como herramienta de control, especialmente sobre el cuerpo y la palabra de las mujeres.
Conectar a María con el feminismo como un elemento de oposición, dentro de una Iglesia estructuralmente patriarcal, no es una provocación inteligente: es una simplificación burda y superficial. No honra a quienes la expresan (o la piensan).
2. Una verdad histórica incontrovertible
Hay un hecho histórico que no se puede ignorar: a lo largo de los siglos, la exaltación dogmática, cultural y devocional de María de Nazaret (y de muy pocas otras mujeres elevadas al honor de los altares) es inversamente proporcional al trato que las mujeres han recibido —y siguen recibiendo— en muchas iglesias cristianas.
Cuanto más se idealiza a María, más se silencia a las mujeres reales. Quizás con un enfoque en la imagen y algunos consuelos.
Recuerdo que, unos meses antes de morir, Pepe Castillo me habló de la gran traición de la revolución de Jesús de Nazaret: Jesús había querido mujeres entre sus discípulos.
Una elección absurda para el contexto cultural de la época, radical, escandalosa, subversiva. Pero era uno de los rasgos originales de Jesús.
Y también recuerdo las palabras del padre Nogaro, quien, sobre la cuestión de las mujeres, habla abiertamente de una traición sistemática al Evangelio.
No hay, ni mucho menos, continuidad!
3. Una herida abierta, casi una blasfemia
La cuestión del papel de la mujer en la Iglesia no es un detalle organizativo. Es una herida abierta en el corazón de una comunidad que afirma tener sus raíces en Jesús de Nazareth.
Una herida que produce una dolorosa paradoja: las pocas mujeres que acceden a puestos de poder suelen adoptar estilos de liderazgo masculinos y patriarcales para ganar legitimidad.
Además, en la Iglesia Católica, las recientes conclusiones de algunas comisiones vaticanas, con argumentos banales y superficiales, convierten esta herida en casi una blasfemia. Porque, en lugar de tener la valentía de decir: «Con el tiempo, nos hemos organizado así y no queremos cambiar», la estructura jerárquica masculina se atribuye a la voluntad misma de Cristo, involucrándolo en vano en la contienda.
María no tiene nada que ver.
El Evangelio no tiene nada que ver.
El problema es el poder. Y hasta que esto se diga honestamente, cada frase sobre la «mujer más libre del mundo» seguirá siendo sólo otra retórica útil sólo para aquellos que temen perder el poder.
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Texto publicado el 21 de diciembre de 2025 en la página de Facebook del autor, psicólogo y psicoterapeuta.
