El arzobispo de Milán, en el banquillo hasta nueva orden Otro cardenal 'fuera de juego'

Mario Delpini
Mario Delpini

"Hoy por hoy, todo el mundo es un campo de fútbol. La misma Iglesia participa en gran proporción de la condición de campo de fútbol"

"Encaja aquí la reciente 'metedura de pata' protagonizada por el Excelentísimo y Reverendísimo Arzobispo de Milán -Italia-, al equivocar el nombre de un equipo argentino de fútbol, con otro, del que el papa Francisco muestra ser devoto partidario"

"Al citado arzobispo milanés –'fuera de juego' en esta ocasión pastoral- el papa Francisco tuvo a bien colocarlo de segundo o tercer suplente en el banquillo, en la reciente selección de cardenales"

"A obispos, arzobispos, clérigos y laicos les falta información y formación futboleras también dentro de la propia Iglesia… El 'juego limpio', el respeto, son -serán- pautas de comportamientos directamente dimanantes del santo Evangelio"

Hoy por hoy, y más en el llamado “Mundo Occidental” desarrollado y con AVE, todo el mundo es un campo de fútbol. Tan inmenso, con pluralidad de versiones y acondicionado lo más perfectamente posible a las circunstancias de lugar y de tiempo, que así lo requieran. Diríase además-y este es el eje de esta reflexión periodística – que la misma Iglesia participa en gran proporción de la condición de campo de fútbol. Es tan veraz esta afirmación, que hasta en alguno que otro lugar en el que se practica este deporte, es denominado y venerado con todo respeto, consideración y sentimientos, ”la Catedral”, lo mismo personal como colectivamente.

Entre los monumentos a visitar turísticamente, las “catedrales futboleras” acaparan, y aún superan, idéntico o mayor número de admiradores y admiradoras., que los edificios “religiosos” que se construyeron con bases, normas y estilos románicos, góticos, renacentistas, neoclásicos, barrocos y churriguerescos, que “de todo hay en la Viña del Señor”, experto en la doctrina ecuménicamente “formulada de que “de gústibus, nihll”, es decir “que todos los estilos tienen cabida y son bien recibidos en el Reino de los Cielos.

El fútbol es una religión. Del mismo saben y conocen más los “fieles cristianos, que del Santoral y, por supuesto, que del Evangelio. El reglamento es aceptado y “guardado”, a modo de los Mandamientos de la Ley de Dios y de Nuestra Santa Madre la Iglesia. La asistencia a los campos de fútbol rebasa, o es pareja, a la de los actos de culto. Y es más participativa. Se canta, se aplauden o se denigran jugadas que se lo merecen de verdad o solo a medias. Y se expresan los sentimientos con confianza y seguridad. Se ríe y se llora. Multitudinariamente y en amistad o en familia. En días de fiesta y en sus” vísperas y completas”, es decir de día o de noche.

Y además, y tal circunstancia es digna de enaltecimiento especial, el fútbol y su dedicación exige el sacrificio y a la aportación de mucho más dinero que el que se habría dedicado al mantenimiento del “culto y del clero,” con referencias ociosas al adoctrinamiento de la catequesis En tal programación y presupuesto personal y familiar cuentan -¡ y de qué modo¡- los gastos que llevan consigo algunas “peregrinaciones” y desplazamientos a realizar a los campos de fútbol de otros países, en conformidad con lo programado en las competiciones de las “copas” de sus respectivas Federaciones.

Detalles curiosos en la valoración del fútbol como “religión” resultan ser las cruces con las que no pocos futbolistas se signan al comienzo de los partidos en los que intervienen, al igual que el dato de la entrega en calidad de la ofrenda a la Virgen patrona de la ciudad de cuyo nombre es portador el club, antes o después de hacerlo con alcalde y con el presidente de la Comunidad Autónoma respectiva. Los colores del equipo .no carecen de sentido profundamente litúrgico y patriótico, al igual que el ecumenismo de la procedencia de los “fichados”, sin tener en cuenta para nada su religión o el color de la piel

Futbolista

Y en este largo prefacio encaja la reciente noticia de la “metedura de pata” -que no de goles fallados-, protagonizada por el Excelentísimo y Reverendísimo Arzobispo de Milán -Italia-, al equivocar el nombre de un equipo argentino de fútbol, con otro, del que el papa Francisco muestra ser devoto partidario, seguidor y amigo. Y es que el “suspenso” en la asignatura del “fútbol” y de las “futbolerías” es tanto o más grave que lo sería en el doctorado del Derecho Canónico.

Al citado arzobispo milanés –“fuera de juego” en esta ocasión pastoral- el papa Francisco tuvo a bien colocarlo de segundo o tercer suplente en el banquillo, en la reciente selección de cardenales, en el que además salió elegido precisamente otro obispo sufragáneo de archidiócesis de tanta relevancia “y papabilidad”” como la ambrosiana. Como “lo cortés no quita lo valiente”, al cardenal frustrado en esta ocasión, mi más sentido conmiseración, pena y “pésame”, junto con la confesión infalible de que las politiquerías eclesiásticas también existen y son proclives al tejemaneje propio de las de los políticos, que más que servir al pueblo, se sirven del mismo. .

A obispos, arzobispos, clérigos y laicos les falta información y formación futboleras también dentro de la propia Iglesia; tal y como esta se nos ha servido y sirve burocráticamente y en cuya tarea-ministerio el sínodo puede ser solución certera. El “juego limpio”, el respeto, la observancia fiel de los reglamentos, la adecuación a los tiempos nuevos y a sus exigencias, al igual que la atención para con los árbitros, “ordenados” o sin ordenar, hombres o mujeres, son -serán- pautas de comportamientos directamente dimanantes del santo Evangelio.

(Por fin y tal vez ante el temor de que desde el Vaticano “le sacaran la tarjeta roja” ,el arzobispo milanés rectificó su comportamiento ardoroso y “aquí paz, y después gloria.”, es decir, lo del cardenalato “otra vez será”).

Nuevos cardenales

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