"La Eucaristía es presencia porque es Hambre:  Hambre por Dios" De la devoción eucarística a una blasfemia cotidiana: reflexiones desde Filipinas

Corpus en Filipinas
Corpus en Filipinas

"Varias veces se les ha dicho a estos fieles que el Santísimo pertenece a otra categoría superior a las imágenes"

"Este afán de tocar…saborear, gustar, disfrutar, experimentar, es una forma de secularización. Es hacer que el Dios Encarnado se rebaje en la cotidianidad filipina"

En Filipinas, desde 2020, año en que estalló el COVID-19, se han vuelto a organizar festividades para el Domingo de Corpus Christi, sobre todo con procesiones a nivel diocesano y también a nivel parroquial, si bien estas procesiones del Señor Eucarístico son más populares con motivo de la Solemnidad de Cristo Rey.  Asimismo, con la apertura de las iglesias, se han abierto las famosas capillas de Adoración Perpetua, los santuarios ‘aireacondicionados’ en estos tristes trópicos, verdaderas fortalezas del poder de la oración, sobre todo intercesora, sobre todo en estos valles de lágrimas que son las Islas Filipinas, ahora visitada por los tifones y monzones de estos meses.

En Manila, el Cardenal José Fuerte Advíncula presidirá esta tarde la misa del Corpus Christi en el Santuario Archidiocesano del Santísimo Sacramento, más popularmente llamado ‘la Iglesia de Santa Cruz’.  Esta celebración culminará con la procesión tradicional del Santísimo hasta la Catedral de Manila, en Manila Intramuros, donde se impartirá la bendición.

Pero, en general, todas estas ‘aperturas’, sobre todo Eucarísticas, se deben a la benevolencia de los pastores, de los cleros que en los tiempos más recios de la pandemia demostraron su poder de las ‘llaves’, de cerrar las iglesias, de cerrar el acceso al culto divino del que es sediento.  Y hasta el punto de fanatismo.  De tal forma que se ha convertido este control, acceso exclusivo en arma potente para manipular a las masas.  Ya lo hacía el Cardenal Jaime Sin, arzobispo de Manila de 1974 a 2003 y al que llamaban ‘el papa filipino’, con sus misas solemnes, concelebradas y multitudinarias, para influir las opciones políticas de los feligreses, presentándose como Buen Pastor pero era en realidad era una especie de Flautista de Hamelyn.

Recientemente, en una parroquia en Parañaque, para construir un Centro Parroquial lujoso, el párroco ha amenazado con la devaluación de la parroquia puesto que en tiempos de la pandemia no se han recaudado una colecta copiosa.  Bueno en esta querida Diócesis ha habido una larga historia de escándalos financieros.  Pero se muestra el afán de los clérigos en usar el culto, la Eucaristía para sus propios fines.

Este Corpus Christi 2023 es tiempo propicio para reflexionar lo que ha ocurrido recientemente con los encierros de templos y la suspensión del Culto, sobre todo el Culto Eucarístico sobre todo en un pueblo no sediente de Dios pero de manifestaciones visibles, tangibles hasta el punto de someterse a los poderes que controlan, gestionan, manipulan todo este comercio, negocio, asunto.

Lo expuesto en el párrafo anterior tiene su manifestación en la predilección filipina por besar, tocar, frotar, manosear imágenes sagradas, expuestas a la veneración pública, incluso en los tiempos más recios de la pandemia.  Esto también se les hace con los custodios y los sagrarios. Varias veces se les ha dicho a estos fieles que el Santísimo pertenece a otra categoría superior a las imágenes.  El que suscribe estas líneas incluso les ha sugerido a estos devotos: que comulguen, así pueden saborear, gustar, disfrutar de la Bondad de Dios directamente.  Pero no hay tutía.  Este comportamiento tiene su extensión en el besamanos (el ‘mano po’ filipino) habitual a los cleros, religiosos, ancianos.

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Este afán de tocar…saborear, gustar, disfrutar, experimentar, es una forma de secularización.  Es hacer que el Dios Encarnado se rebaje en la cotidianidad filipina.  No basta una trascendencia benévola.  Tiene que ser tocable.  Así una persona se siente bendecida, confortada, acompañada.  Aquí lo concreto, lo palpable, lo controlable da sentido a la vida.  Esto incluye a los gestores, que hace posible lo sagrado, con bendiciones de manos, con agua bendita, con ritos e hitos.

Generalmente, se cree en la Presencia Real de Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.  Es el Dios Cercano de los Filipinos, sobre todo a raíz de las devociones de reparación y consagración a los dos corazones de Jesús y María en la década de los ochenta, quienes patronizaron la Revolución no violenta de EDSA de 1986 por la que cayó aquella dictadura del primer Marcos.  La distinción entre esta Presencia Real y la Presencia, digamos, ‘Representativa’ del mismo Señor (y los Santos) en las imágenes, religiosos artículos, etc. no está clara o nítida en la menta de los fieles. 

Pero sí se palpa la Presencia Poderosa tanto en el Santísimo como en las Imágenes (bendecidas, por supuesto por el cura porque sin bendición se les pueden entrar los espíritus malignos en estos artículos).  De hecho, muchos, por devoción excesiva, cometen actos blasfemos con las Sagradas Formas, como por ejemplo, usarlos como amuletos (metidos en relicarios que a su vez se convierten en collares), o se les da como alimento a los gallos de pelea (la pelea de gallos sigue siendo un pasatiempo nacional), etc.

Todo en clave de poder.  De tal forma que todo lo sagrado es una instancia de Poder.  Muchos devotos dan testimonio de la percepción del poder sacral en presencia del Señor Sacramentado en el confort y tranquilidad de las Capillas de Adoración Eucarística (más que en los templos mismos con el calor tropical de estas islas).  Hasta el punto de que varios se quedan dormidos en tales capillas que son como hogares bien acomodados con alfombras, cojines, sillones, revistas o libros de devoción, ambientadores, plantas tropicales, adornos, etc. 

¿Blasfemia?  La blasfemia eucarística suele interpretarse como actos de superstición con finalidad de rebajar, ´secularizar´´, ahí está la Palabra.  Esta secularización filipina de lo sagrado se entiende en el deseo de participar en este poder que emana, al parecer, de la clase clerical, pues con sus palabras y gestos, las cosas se hacen sagrados, las formas y el vino se transforman, se ‘transubstancian’ en el Cuerpo y Sangre de Cristo.

Corpus
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Solo se puede entender a las Islas Filipinas Católicas desde la clave de Presencia de Poder, y no simplemente Presencia Poderosa.  El poder emana de los clérigos por lo que incluso la vida privada, las finanzas (incluso personales) forman parte de las geografías particulares, cotos privados y personales del clero.

Es bueno, justo y necesario, es digno de alabanza que se palpe la Presencia de Dios en prácticamente todo el archipiélago, empezando con las custodias y los sagrarios.  Pero la verdadera blasfemia consiste en limitarse a percibir la Presencia de Dios en estos lugares eucarísticos.  Muchos son incapaces de percibirla en la naturaleza, en la vida cotidiana, sobre todo en los pobres y desamparados.

La Eucaristía es Presencia porque es Hambre:  Hambre por Dios, hambre por el sentido de la vida en medio de las luchas, hambre por la justicia en lugares donde se han normalizado la corrupción, la violencia, el abuso y no solo entre los laicos sino también y sobre todo en el mundo clerical.

La mayor blasfemia eucarística es la limitación de esta presencia trascendental en la inmanencia humana a este instante sagrado específico y el rechazo de ver esta misma presencia en su abundancia, ampliación, extensión en el mundo de la política, del arte, de la ciencia, de la cultura sobre todo cuando hay necesitados.  Y esto incluye la manipulación desviada y desviante de los gestores de lo sagrado, aprovechando del hambre incesante de los fieles que siempre andan buscando no la presencia sino presencias, instantes concretos que se repiten, se reciclan, se trivializan.

Máxime en un régimen político en que los pastores se han reducido a un silencio de comodines y comodonas.  Mientras siguen las injusticias, si bien de manera más discretas pero perceptibles.  Ya había dicho yo que la victoria del régimen actual es un bofetón a nuestros pastores.  Y ahora es más ensordecedor su silencio blasfemo.  La blasfemia de estos pastores (e incluso seglares tan empeñados en limitarse a la idolatría de sus adoraciones eucarísticas sin compromisos reales en la vida cotidiana) ante la presencia eucarística que se extiende (que debería extenderse) en las vidas de los sin voz, sin poder, sin status en que el poder debería palparse sobre todo por el testimonio poderoso de los pastores y de los fieles. 

Lo que se oye ahora es un atroz silencio, a pesar de las campanadas, de los cantos eucarísticos, de las plegarias.  Blasfemia, silencio, indiferencia.  He aquí el reto eucarístico en este valle de lágrimas, archipiélago de las penas, dominio de las cegueras, feudo de los pastores vendidos a las monedas: Filipinas, de mis amores.  ¡Viva Jesús Sacramentado! ¡Que viva entre los desfavorecidos cuyas vidas deberían ‘transubstanciarse’ en Presencias Poderosas del Señor comprometido con los más pequeños!

Corpus
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