Carta abierta del teólogo a los políticos españoles en campaña electoral Benjamín Forcano: "La fe que no es política, no es fe cristiana"

Cristo apresado
Cristo apresado

En toda comunidad se construye un proyecto de vida común que trata de regular la política. Entre esos proyectos, está el de Jesús de Nazaret

Resulta connatural afirmar que la fe cristiana, desarrollada en convivencia, no puede renunciar a una política que haga realidad el proyecto de Jesús

El capitalismo aduce que la fe cristiana poco o nada tiene que ver con las preocupaciones y problemas humanos de la tierra; lo suyo es atender a la salvación de las almas

La complicidad entre el capitalismo y la Iglesia preconciliar, hizo posible que el capitalismo reemplazase al Dios de Jesús por el dios dinero, que anula los valores de la igualdad y la justicia

Los datos riqueza en España muestran la cruel paradoja de que en una sociedad que en gran parte presume de cristiana, existan desigualdades tan innecesarias y, por lo mismo, tan cruel y enormemente injustas

Dios no puede ser Padre de todos sin reclamar justicia para todos aquellos que son excluidos de una vida digna

¿Rechazo de Jesús de Nazaret o de la Iglesia?

Comienzo por expresarles mi respeto como personas y como ciudadanos a quienes miles de españoles van a elegir para representarles y realizar un determinado modelo de política.

Entenderán que les hable con llaneza, pues compartimos muchos aspectos que nos son comunes dentro de esa marco que se llama España aun cuando la vivencia de esa España la tengamos elaborada de diversa manera.

Me interesa la política por cuanto es propia de toda comunidad humana y con ella vivimos tras aprobar principios y leyes que regulan nuestro convivir.

Puede que les extrañe si les digo que en España todo ciudadano se encuentra condicionado por un prisma religioso mayoritariamente cristiano. Condicionado no quiere decir determinado, pero sí influenciado, sin negar la libertad de aceptarlo o rechazarlo.

Pero, paradójicamente, tal prisma no proyecta preciso el mensaje de Jesús de Nazaret. Porque ser cristiano significa hacer propio el estilo de vida de Jesús, un estilo que afecta al ser entero. Y el prisma vigenteno refleja la sustancia original del cristianismo, que es Jesús de Nazaret, sino más bien el seguimiento que de él ha hecho la Iglesia, configurado en los últimos siglos en forma piramidal antidemocrático.

Y es a esa forma a la que la sociedad desde la Reforma, el Renacimiento, la Ilustración y las Revoluciones modernas cuestionan y rechazan por verla distanciada y hasta incompatible con la moderna autonomía de la razón y del progreso.

Cierto que en todas las generaciones, el Nazareno fue fuente, camino y meta de nueva vida para muchos. Pero en el camino y estructuras eclesiásticas de la historia el paradigma de Jesús se fue desvaneciendo, hasta derivar en formas de cultura y organización ajenas al mismo Evangelio. De modo que el hijo del hombre, que venía marcando la historia y cultura, e incluso el calendario de Occidente, quedó relegado cuando no eclipsado en la Casa de nuestro convivir humano.

Religión y política ¿distintos caminos?

Suyos eran en relevancia máxima, los principios de la igualdad, de la justicia, de la fraternidad, del amor, de la primacía de los últimos (los más vulnerables, los más empobrecidos y los más explotados), de un Dios aliado con su causa, de una denuncia profética, de un afrontar la muerte violenta de la cruz sin doblegarse ante el poder del Imperio Romano y del Sanedrín judío. La frustrada renovación del concilio Vaticano II.

Este panorama vino a agravarse con un hecho reciente del concilio Vaticano II. Han pasado casi 60 años. En el concilio (1962-1965) explosionó una mentalidad que venía fraguándose en la sociedad y en el interior mismo de la Iglesia: replantear la visión tradicional cristiana, aportando presupuestos para una relación nueva con el mundo, la ciencia, la cultura, la economía, la política y toda la realidad humana planetaria. Un parto de vida con valiosas propuestas de cambio y transformación.

Pero, este posconcilio renovador duró pocos años. Los aires comenzaron a soplar en dirección claramente anticonciliar. La llegada del Papa Juan Pablo II, con la posterior del Papa Benedicto XVI, marcaban dirección con vuelta al pasado: era la Restauración.

Siguió como consecuencia una progresiva decepción y estancamiento, sin que la cristiandad tuviera acceso a la renovación del concilio, y la congelación se extendió por más de 35 años, que agravaron el atraso de siglos pasados.

Esto explicaría el imparable éxodo eclesial de muchos y, sobre todo, el que muchos cristianos no pudieran asimilar el espíritu y sabiduría aportados por el concilio Vaticano II,éste se convirtió en un libro cerrado para la mayoría. Y sin él, siguió la inercia de un convivir guiado por la rutina, el ritualismo, la obediencia a los preceptos de siempre, el autoritarismo jerárquico, la garantía de un uniforme y estereotipado pensar y obrar cristianos.

El "hijo del Hombre", encasillado como respuesta ilusoria de un mundo trascendente y misterioso, se hizo irrelevante en el curso de la vida de cada uno y de la humanidad. Y cundió cada vez más la instintiva y superficial huida del Nazareno.

Claro que, los empeños de este tipo, jamás pudieron borrar el hecho histórico de la Resurrección de Jesús, que lo acredita como humano-divino y, en consecuencia, como Principio y Fin de la vida , Alfa y Omega del universo creado: "Nunca, de nadie, en ningún lugar, se dijo lo que de Jesús: ha resucitado".

Retorno a Jesús: la fe que no es política, no es fe cristiana

El Papa Francisco, con un cambio de timón marcó nueva dirección y volvieron los aires renovadores, reabrió el concilio, reivindicó la persona de Jesús de Nazaret, fundamento y medida de los valores de la dignidad humana y de la imagen del Dios Amor-Liberador. Bien, ¿y que tiene que ver todo esto con la presencia y compromisos de Jesús en la vida política?

Jesús se sentía con la misión de implantar el Reino de Dios en este mundo y no podía desentenderse de allí donde estuviera ausente o pervertido. Se podría decir que el vivir-morir jesuánico reveló factores esenciales del drama humano, que los afrontó sin abdicar de su dignidad y señaló el camino para no transigir con la codicia, la soberbia y la hipocresía de quienes gobiernan pegados a su egoísmo e intereses.

La pregunta se hace entonces ineludible: ¿Hay en Jesús un códigode ética humana, que acoge el grito de los más empobrecidos y excluidos de la sociedad y repudia a quienes no se avergüenzan de maltratarlos y explotarlos?

Ese código es un retrato de la vida de Jesús, de su comportamiento con los ciudadanos, las autoridades, el quehacer cotidiano de la vida, la naturaleza, el cosmos, Dios mismo.

Jesús a sus 30 años, anunció algo que conmovió a sus paisanos y les resolvía problemas importantes. Su proyecto atrajo la mirada de todo el poder político y religioso, no concordaban con él y tuvo que afrontar el dilema: o se callaba o lo cuestionaba; si lo cuestionaba, tenía que atenerse a las consecuencias.

Consecuencias que tienen que ver necesariamente con la política, pues en toda comunidad se construye un proyecto de vida común que trata de regular la política. Entre esos proyectos, está el de Jesús de Nazaret que se convierte para el creyente cristiano, en paradigma de vida y convivencia humanas. Paradigma que él anuncia como Reino de Dios, al que todos nacen invitados para conocerlo y vivirlo por originarse en sujetos de innata capacidad y universal dignidad. Por ello, resulta connatural afirmar que la fe cristiana, desarrollada en convivencia, no puede renunciar a una política que haga realidad el proyecto de Jesús.

Capitalismo y cristianismo incompatibles

El capitalismo neoliberal conoce la fuerza y extensión que el cristianismo ha tenido en la historia y nada como él es capaz de romper la iniquidad que es consustancial al sistema capitalista. Desenmascarar la ideología neoliberal, es poco menos que herirlo de muerte. Pero el sistema procede astutamente y, en lugar de atacar directamente al cristianismo le asigna un lugar privilegiado pero no en el mundo terrenal y político, sino en el mundo posterior del cielo.

Para ello, aduce que la fe cristiana poco o nada tiene que ver con las preocupaciones y problemas humanos de la tierra; lo suyo es atender a la salvación de las almas, a sobrellevar con humildad, paciencia, las mil privaciones, sufrimientos y contradicciones de la vida, viendo en ellas pruebas para santificarse y acumular méritos en el cielo.

El Reino de Dios, del que habla Jesús, no sería para ser implantado en este mundo sino en el más allá; por lo que a la Iglesia le correspondería irlo haciendo crecer en el interior de cada persona, ya que la política es terreno vedado para la fe.

Desde esta perspectiva, el orden socioecómico en el que se teje la convivencia, quedaría a merced de la política, tocaría a ella fijarlo, y es ella la que determinaría que ese orden es efecto de la voluntad divina, la cual establece la existencia de clases en ricos y pobres, como consecuencia de sostener que los pobres no trabajan y una minoría, que se erige en propietaria del proceso comercial-económico, extrae de él una plusvalía que le asegure beneficios ilimitados e incontrolados.

Histórica complicidad con el capitalismo

Este "legalizado" procedimiento no hubiera tenido lugar si en la política hubiera estado reconocido el proyecto de Jesús. Pero no lo estuvo y es para preguntarse si no lo estuvo porque la Iglesia –en su vertiente clerical de poder- se alió cómplicemente con la lógica del capitalismo neoliberal. Aunque hoy corregido por el Vaticano II, conviene no olvidar algunos textos - cito solo algunos- propios del Magisterio eclesiástico:

“Por su misma naturaleza, la Iglesia es una sociedad desigual con dos categorías: la jerarquía y la multitud de fieles; sólo en la Iglesia Jerarquía reside el poder y la multitud no tiene más derecho que el de dejarse conducir y seguir dócilmente a sus pastores” (Pio X, Vehementer, 12.)

“La diferencia de clases en la sociedad civil tiene su origen en la naturaleza humana y, por consiguiente, debe atribuirsea a la voluntad de Dios” (Pio IX, Syllabus, Enchiridin Symbolorum, 1960, (1540) .

“No se puede ser verdadero católico y verdadero socialista” (Pio XI, Quadragessimo anno, 12).

“Es injurioso decir que es necesaria una cierta restauración o regeneración de la Iglesia para hacerla volver a su primitiva incolumidad” (Gregorio XVI, Mirari Vos, 16).

“Defender y profesar que todo hombre es libre para abrazar aquella religión que, guiado por la razón, juzgara ser verdadera, es una doctrina condenada” (Pio IX, Syllabus, Enchiridion Symbolorum, 1960 (1540).

“Las mayores infelicidades vendrían sobre la religión y sobre las naciones si se cumplieran los deseos de quienes pretenden la separación de la Iglesia y el Estado, y se rompiera la concordia entre el sacerdocio y el poder civil” (Colección de encíclicas y documentos pontificios, Madrid, 1955, pp. 1 ssy ).

Esta complicidad entre el capitalismo y la Iglesia preconciliar, hizo posible que el capitalismo reemplazase al Dios de Jesús por el dios dinero, que anula los valores de la igualdad y la justicia.

La fe cristiana reconoce al Dios de Jesús –Dios Amor y Padre de todos- como base y principio de una política fraterna, en tanto que la burguesía reconoce al dios dinero -dios egoista- que enemista, divide y mata.

No se puede servir a Dios y al dinero

Se quiera o no, los cristianos capitalistas adoran al dios dinero, a quien rinden culto sin descanso ni fiestas de guardar, dando lugar a la herejía moderna de “cristianos por el capitalismo”.

Y nada puede negar el hecho contundente de que la persecución y crucifixión de Jesús se debió a la adoración idolátrica del dios dinero, encarnada en el imperio romano y en el sanedrín judío y no a la voluntad de un Dios que exigíría como reparación la sangre de una víctima de valor infinito para perdonar los pecados cometidos.

El cristianismo ofrece respuesta a fundamentales interrogantes y problemas del ser humano, terrenal ciertamente, pero ligado también a un ser transcendente, manifestado históricamente en la humanidad de Jesús.

El capitalismo se desentiende del contenido ético-político del proyecto de Jesús y cierra toda puerta que no sea para rendir culto al dios dinero.

Como comenta Juan Moreno en su artículo "El capitalisparásito del catolicismo" el capitalismo es el parásito que se aposenta dentro del cristianismo, lo vacia de su contenido y lo rellena con la omnipotencia venenosa del dios dinero. Y alimenta la conciencia de que esa es la voluntad de Dios, que bendice a los que obtienen prosperidad y éxito en su trabajo, aunque sea apropiándose de lo que les pertenece a otros.

El dios capitalista es voraz y excluyente: exige adoración sin tregua ni compasión, desprecia los anhelos más naturales del ser humano y no le importa tener que afrontar un mundo de odio y de guerra, aun a costa de agitar un mar de lágrimas, soledad y desespero.

Nuestra solidaridad con las víctimas, camino para constrir un mundo nuevo

Una mirada sociológica al mapa de España, nos muestra el grado de riqueza existente y la gran desigualdad con que está distribuida:

Un 28,6 % (1 de cada 4) apenas llega al final de mes con recursos para atender las necesidades diarias.
Más de 7 millones no llegan a los mil euros al mes, en tanto que 120. 000 españoles cobran más de 20.000 € al mes. A pesar de la crisis, el número de ricos en España ha aumentado en estos últimos años.
España cuenta con 979.000 personas con un patrimonio de más de un millón de dólares (897.000 euros), 33.00 más que el año 2018.

Se ha calculado también el número de ultrarricos, que superan los 50 millones de dólares. En España serían 2.198 ultrarricos, lo que supone un 5,3 % más que el año 2018.Y de estos, 67 tienen patrimonios por encima de los 500 millones de dólares (Globait Welt Report, Investigación de Credit Suisse, El País, 22-Octubre-2019).

Estos datos muestran la cruel paradoja de que en una sociedad que en gran parte presume de cristiana, existan desigualdades tan innecesarias y, por lo mismo, tan cruel y enormemente injustas. Y que haya políticos que no renuncian a su nominación cristiana, aún sabiéndose estar en la antitesis del Evangelio .

Dios no puede ser Padre de todos sin reclamar justicia para todos aquellos que son excluidos de una vida digna. Su modo de ser es la compasión que brota del amor y tiende a interiorizarse en nosotros para llegar a amar como El mismo nos amó.

El amor lo hizo acampar entre nosotros humanamente, entregado al servicio y liberación de los oprimidos y a la denuncia de los opresores.

Su grito más revolucionario fue que los que no interesan a nadie, los que no cuentan para la política oficial, los que son considerados sobrantes, esos precisamente son los que ocupan un lugar preferente en el corazón de Dios, tan preferente que serán los primeros.

Los dos señores

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