Folre, el centro diurno de Badalona que ofrece refugio y atención a hombres y mujeres sin hogar: “Queremos hacerlos sentir personas”
Cuenta con un espacio de seguridad y relación para personas que viven en la calle
La lluvia cae con insistencia sobre Badalona y tiñe de gris una mañana que, en la calle Dos de Mayo, adquiere otro sentido al atravesar la puerta del centro diurno Folre. Dentro, la meteorología queda en segundo plano. El espacio funciona como un refugio diurno para más de 30 personas que viven en la calle y que encuentran allí una atención diaria alejada de la intemperie.
El centro diurno Folre es un espacio de acogida cuyo objetivo es iniciar procesos de recuperación personal y ofrecer acompañamiento social, cubriendo necesidades básicas. Permite que las personas sin hogar puedan pasar el día fuera de la calle y acompañadas, en un entorno pensado para que se sientan seguras, escuchadas y respetadas. La atención incluye higiene, lavandería, comidas en el comedor y un espacio de relación donde las personas comen juntas, juegan, ven la televisión, cantan o hacen manualidades, en una rutina que rompe horas de soledad.
Laura García, integradora social del centro, explica que a Folre llegan personas que viven en la calle para recibir atención exclusivamente diurna. No hay un límite de días para acudir: cada persona recibe un seguimiento personalizado y las decisiones se toman de manera individualizada. El centro acoge hombres y mujeres, mayoritariamente entre 30 y 60 años, y actualmente con una elevada presencia de hombres musulmanes. Más allá del perfil, García define Folre como “un espacio de un grupo de iguales”, donde la relación entre las personas es un elemento central del acompañamiento.
El centro diurno Folre forma parte del Programa de Inclusión Bisbe Carrera, fruto de la suma de esfuerzos de la Orden Hospitalaria Sant Joan de Déu, la Fundación Llegat Roca i Pi y Cáritas Diocesana de Barcelona. El programa es gestionado por Sant Joan de Déu Servicios Sociales Barcelona y cuenta también con una red de vivienda social de 30 pisos en la ciudad de Badalona, que complementa la atención diurna con otros recursos de acompañamiento.
El día a día lejos de la calle
García pone palabras a una realidad que a menudo pasa desapercibida en la ciudad. Encontrarse personas sentadas solas en un banco de Badalona es una imagen habitual, marcada por el aislamiento y la indiferencia. “Queremos hacerlos sentir personas”, resume, explicando que este es uno de los pilares del trabajo cotidiano en el centro.
Durante la visita, responsables del centro comparten un ejemplo que ilustra con fuerza esta idea. Cuentan el caso de un hombre que vivía en la calle y que decía que nadie se le acercaba nunca, condicionado por la etiqueta que arrastraba como persona sin hogar. Un día tuvo la oportunidad de disfrazarse de rey mago. Ese mismo hombre, habitualmente ignorado, vivió una experiencia completamente diferente: los niños se le acercaban, querían tocarlo, lo admiraban. Durante unas horas, la mirada de los demás cambió. Según él mismo contaba, fue una vivencia que nunca olvidaría.
Navidad, el tiempo que pesa más
Con la llegada de la Navidad, el peso de la soledad se hace más evidente. Laura García señala que en estas fechas se detecta un poco más de tristeza entre las personas que no tienen familia ni red de apoyo. Los días festivos, cuando la ciudad se llena de reuniones familiares y luces en las calles, acentúan el contraste con la realidad de quienes viven en la calle.
En este contexto, el centro diurno se convierte en un espacio especialmente relevante. No solo para cubrir necesidades básicas, sino para sostener emocionalmente a las personas en un momento del año que puede resultar especialmente duro. Compartir una comida, un rato de conversación o una actividad adquiere un significado diferente cuando el exterior recuerda constantemente lo que falta.
Mientras la lluvia sigue cayendo afuera, el centro diurno Folre mantiene la actividad. Profesionales y voluntariado sostienen un proyecto con raíces en el voluntariado y con el apoyo de parroquias como la de San José y la de Santa María de Badalona. Un espacio que, cada día, ofrece algo tan básico y a la vez tan escaso para muchas personas: ser miradas sin etiquetas.