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Las palabras de León XIV sobre la Creación, tras contemplar la belleza del firmamento
(Vatican News).- La llamada telefónica con Buzz Aldrin, el segundo hombre en pisar la Luna hace exactamente 56 años; y ver la Tierra con sus propios ojos desde allí arriba.
Las palabras pronunciadas por León XIV sobre el misterio de la Creación, su grandeza y su fragilidad, después de haber contemplado también él la belleza del firmamento a través de un telescopio.
El sentido llamamiento del Papa, tras el ataque del ejército israelí a la parroquia católica de la Sagrada Familia en la ciudad de Gaza, para poner fin a la barbarie de la guerra, buscar una solución pacífica al conflicto, observar el derecho humanitario, respetar la obligación de proteger a los civiles, la prohibición de los castigos colectivos, el uso indiscriminado de la fuerza y el desplazamiento forzado de la población. La decisión de pronunciar uno a uno los nombres de las tres víctimas del asalto a la Iglesia, no porque fueran cristianos, sino para reiterar que toda vida es sagrada, así como todo lugar de culto. Para dar un nombre a todas las víctimas inocentes de una matanza inútil que continúa. Víctimas cada una con un nombre, un apellido, una historia; donde cada día sólo se mencionan números.
Son momentos, diferentes entre sí. Como cuadros. Cercanos en el tiempo, pero diferentes, nos dicen lo mismo sobre el significado de la paz y el sinsentido de la guerra. Describen con precisión cómo la comunicación - hecha de gestos, imágenes, palabras - puede ser a la vez desarmante y desarmada.
En un momento dado, la llamada telefónica con Buzz Aldrin se convirtió en una oración. Con las palabras del Salmo 8. Que habla al Señor de la grandeza de sus obras: del cielo, la luna, las estrellas; y luego del hombre. Tan pequeño y tan grande. Un punto minúsculo, ni siquiera visible desde la luna. Sin embargo, «le has dado poder sobre las obras de tus manos, todo lo has puesto bajo sus pies».
¿Para qué? Aquí, para qué.
"Nadie puede creer que la verdad en la que se cree o el sufrimiento padecido sean tan absolutos como para legitimar la destrucción de vidas humanas inocentes"
Bastan unas pocas palabras, y unas pocas imágenes, para que cada uno afronte sus responsabilidades. Por las cosas dichas y no dichas, hechas y no hechas. Y para comprender que hace falta poco para parar y volver a empezar. Y para comprender que nadie puede creer que la verdad en la que se cree o el sufrimiento padecido sean tan absolutos como para legitimar la destrucción de vidas humanas inocentes. Porque atentar contra la dignidad del ser humano es, en última instancia, ultrajar a Dios, de quien es imagen. Negar la propia historia de la que cada uno es hijo. Arruinar la maravilla de la Creación, que es nuestra casa común.
En la película Gravity, ganadora del Óscar en 2013, los dos astronautas protagonistas contemplan admirados la Tierra desde el espacio y uno le pregunta al otro: «¿Dónde has plantado tu tienda?». Una expresión poderosa dado que en el Prólogo del Evangelio de Juan está escrito que el Verbo de Dios «ha acampado entre nosotros». Este pequeño planeta nuestro, devastado por la guerra, es tan rico en promesas, inscritas ya en el acto de la Creación, que Dios mismo ha decidido habitarlo y así redimirlo. Por eso, las guerras que lo asolan no prevalecerán al final.
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