"¿Desde dónde ejercen su ministerio los obispos: desde el trono o desde el suelo?" "Para ustedes soy obispo. Con ustedes soy cristiano"

Obispos Manuel Ruiz y Carlos Morel
Obispos Manuel Ruiz y Carlos Morel

"La alegría que suscita el nombramiento de dos nuevos obispos —Manuel Antonio Ruíz de la Rosa, elegido primer obispo de la recién creada diócesis de Stella Maris en República Dominicana, y Carlos Tomás Morel Diplán, designado arzobispo coadjutor de Santo Domingo— trasciende la noticia eclesial"

"Manuel Ruiz, conocido por su trabajo pastoral y por su sensibilidad ante los problemas sociales, políticos, económicos éticos y ambientales, encarna un estilo de liderazgo que no se construye desde la autoridad jerárquica, sino desde la presencia constante entre su gente"

"El nombramiento de Carlos Morel como coadjutor de Santo Domingo confirma esa misma lógica de servicio. Asumir la tarea de acompañar a un arzobispo en la etapa final de su ministerio no es un ascenso, sino un acto de obediencia y humildad. Es aprender a servir en la transición, a colaborar en el silencio, a preparar el relevo con fidelidad y sin protagonismo"

"Cada ordenación episcopal es más que un rito litúrgico: es una invitación a todos los obispos del mundo a examinar su corazón. ¿Desde dónde ejercen su ministerio? ¿Desde la seguridad de las formas o desde la intemperie del amor? ¿Desde el trono o desde el suelo?"

La alegría que suscita el nombramiento de dos nuevos obispos —Manuel Antonio Ruíz de la Rosa, elegido primer obispo de la recién creada diócesis de Stella Maris en República Dominicana, y Carlos Tomás Morel Diplán, designado arzobispo coadjutor de Santo Domingo— trasciende la noticia eclesial. Es también una oportunidad para reflexionar sobre la esencia del episcopado y sobre lo que el papa Francisco ha llamado “la belleza de una Iglesia con pastores que huelen a oveja”. En medio de un mundo cansado de discursos y sediento de autenticidad, la figura del obispo vuelve a interpelar desde su raíz más profunda, ya no como poder, sino como servicio; no como distinción, sino como entrega.

La nueva diócesis de Stella Maris nace como signo de esperanza y cercanía. Su nombre —“estrella del mar”— evoca a María, guía luminosa en medio de la noche, consuelo en las tempestades. Es significativo que esta diócesis surja para acercar la Iglesia a las comunidades dispersas del litoral, a quienes viven lejos de los grandes centros urbanos, y que su primer pastor sea un hombre de pueblo, formado en la escucha, la educación y el acompañamiento. Manuel Ruiz, conocido por su trabajo pastoral y por su sensibilidad ante los problemas sociales, políticos, económicos éticos y ambientales, encarna un estilo de liderazgo que no se construye desde la autoridad jerárquica, sino desde la presencia constante entre su gente. Esta actitud va de la mano de aquella máxima de San Agustín de Hipona, que resume correctamente su programa: “Para ustedes soy obispo, con ustedes soy cristiano”.

Creemos. Crecemos. Contigo

Esta frase encierra una filosofía del ministerio episcopal. El obispo no es un gerente de lo sagrado ni un custodio de estructuras, es un hermano mayor, un servidor que vela por la unidad, no desde arriba, sino desde dentro. Su vocación es la de quien “vigila” no para controlar, sino para proteger. No está ahí para mandar, sino para cuidar. En un tiempo en que tantas instituciones pierden credibilidad por haberse distanciado de las personas, la Iglesia ofrece un modelo distinto de autoridad: una autoridad que se arrodilla, que acompaña, que se hace servicio. Y es precisamente eso a lo que el Papa León XIV nos convoca, siguiendo las ideas del Papa Francisco. Pues, una Iglesia que se encierra en sí misma envejece; una Iglesia que se abre al Espíritu renace.

Manuel Ruiz
Manuel Ruiz

El nombramiento deCarlos Morel como coadjutor de Santo Domingo confirma esa misma lógica de servicio. Asumir la tarea de acompañar a un arzobispo en la etapa final de su ministerio no es un ascenso, sino un acto de obediencia y humildad. Es aprender a servir en la transición, a colaborar en el silencio, a preparar el relevo con fidelidad y sin protagonismo. La Iglesia crece cuando sus pastores se reconocen herederos y servidores de una historia común, cuando la sucesión apostólica no se vive como sustitución, sino como comunión. Por eso merece gratitud el actual arzobispo, que con espíritu fraterno acepta y acompaña y guía a su sucesor en esta nueva etapa, mostrando que la autoridad cristiana no consiste en retener, sino en entregar.

Estos acontecimientos invitan a pensar, desde una mirada filosófica,qué significa hoy ser pastor. En el fondo, es volver al corazón del Evangelio: quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos. Un obispo sin deseo de servir es una contradicción viviente. Y, sin embargo, ese servicio no se reduce a una actitud piadosa, sino que implica una forma de vida. Servir es estar donde la gente está, escuchar más que hablar, cargar sobre los hombros las heridas del pueblo, llorar con los que lloran y alegrarse con los que se alegran. Servir es no temer ensuciarse las manos, ni el corazón, en el contacto con las realidades más duras.

Cuando el papa Francisco pide pastores con “olor a oveja”, no pronuncia una metáfora sentimental, sino un criterio de autenticidad. Huele a oveja el pastor que camina, que se mezcla, que no teme perder tiempo con su gente. Es el pastor que no huye ante el peligro, sino que se queda a cuidar a su grey.  Y ese olor, que a veces el mundo desprecia, es el perfume del Evangelio vivo. Es el signo de una Iglesia que no se reduce a sus templos, sino que sale a las calles, al puerto, al campo, al barrio. En un tiempo en que tantos viven sin guía y sin horizonte, un obispo que se haga compañero de camino puede ser el rostro visible de la misericordia de Dios.

El nacimiento de una nueva diócesis y la designación de un coadjutor son signos institucionales, sí, pero también espirituales. Muestran que la Iglesia sigue respirando, que el Espíritu sigue soplando, que el Evangelio sigue buscando carne donde encarnarse. Una diócesis nueva no es solo una frontera administrativa, es una frontera del alma. Implica comenzar desde cero, aprender a escuchar, construir comunidad, curar heridas antiguas, atender de manera más cercana las muchas necesidades. Y eso solo puede hacerlo un pastor que entienda su misión como don y no como premio, como cruz y no como medalla.

Con derecho de sucesión, Papa León XIV nombra a monseñor Carlos Morel  Diplán arzobispo coadjutor de Santo Domingo - ADN Celam

El mundo contemporáneo, saturado de liderazgos egocéntricos y discursos vacíos, necesita pastores así: hombres movidos por el ansia de servir, no por el deseo de figurar; pastores que prefieran la cercanía al aplauso y al poder. El filósofo francés Emmanuel Levinas decía que el rostro del otro nos reclama y nos obliga: esa es la verdadera experiencia de responsabilidad. En esa clave, el obispo es un rostro que se deja interpelar por los rostros de su pueblo. No es un funcionario de lo sagrado, sino un testigo de la alteridad de Dios.

Por eso, cada ordenación episcopal es más que un rito litúrgico: es una invitación a todos los obispos del mundo a examinar su corazón. ¿Desde dónde ejercen su ministerio? ¿Desde la seguridad de las formas o desde la intemperie del amor? ¿Desde el trono o desde el suelo? El Evangelio no pide perfección, sino disponibilidad; no exige grandeza, sino entrega; no pide poder, sino fidelidad. Y esa fidelidad se demuestra en los actos más pequeños: en una visita a un enfermo, una palabra a un joven, una sonrisa a quien se siente lejos.

Agradecer y acompañar a quienes inician su servicio episcopal no es solo un gesto de cortesía, sino un acto de comunión. En ellos, la Iglesia se reconoce a sí misma como madre y maestra, siempre en camino, siempre dispuesta a renovarse. Que María, Stella Maris, ilumine los pasos de Monseñor Manuel Ruiz y de Monseñor Carlos Morel. Que el Espíritu Santo los mantenga humildes, alegres y valientes. Y que sus vidas recuerden a todos —obispos, sacerdotes, laicos— que el único poder que cuenta en la Iglesia es el del amor que se inclina, el amor que huele a oveja.

*Mario J. Paredes es Presidente del Consejo Directivo de la Academia Internacional de Líderes Católicos.

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