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Movimiento, tiempo, realidad: La metafísica no del todo alejada de lo físico

A propósito de S. Barker, The Metaphysically Dynamic Universe. How Motion is the Essence of Time and Physical Reality, Nueva York-Londres: Routledge, 2025, 224 pp.

S. Barcker

Pese a todas las formas de vilipendio que ha sufrido (o sigue sufriendo) la metafísica desde varios sectores o escuelas no se puede dudar de la fascinación que evoca su mismísimo nombre, pues denota, por lo pronto, lo absurdo, lo totalmente alejado de lo concreto (con que se identifica lo que se denomina la realidad) o lo incomprensible. De hecho, ser metafísico en el hablar común o académico podría equivaler a ‘paladín de trivialidades’, sobre todo en un mundo cuya moda se caracteriza por lo fácil, momentáneo, superficial. Sin duda, esto tiene su raíz en las diversas formas de articulación de la metafísica a lo largo de la historia que puede que parezcan dificultosas y obtusas.

Mas es la mismísima historia, pese a sus vueltas muchas veces circulares, quien mejor da testimonio acerca del valor perenne de la metafísica. De hecho, la historia humana comenzó con el primer momento de conciencia acerca de la necesidad de bucear en cuestiones cuyas respuestas no están inmediatamente a la mano y que implican al hombre entero, dándole dirección, sentido y orientación desde el momento en que comenzó a luchar con su propia facticidad. Las preguntas más importantes, más fundamentales, más trascendentales del hombre constituyen la temática de la metafísica por lo que no es una ciencia, disciplina o arte como los demás. Debido a las características mencionadas, la metafísica abarca todo. Sin entrar en exhaustivos detalles, por supuesto, pues la metafísica respeta la autonomía especializada de las demás disciplinas. Es decir, se ocupa de todo lo importante, todo lo esencial, todo lo fundamental para que el hombre pueda hallar el norte de su peregrinar mortal.

Libro de Barker

El autor, profesor en la Universidad de Notingham, ha querido llevar a cabo de manera radical, desde la vida, mejor dicho, desde lo concreto de la vida. Comienza con una reevaluación, en el capítulo segundo, de la prioridad metafísica en el ser, que ha reducido a la metafísica a la ontología (pp. 46 ss) para desarrollar la clave hermenéutica principal de su indagación: el fluir o el paso (en inglés: ‘passage’, pp. 20-45). El tiempo es el hilo conductor de esta búsqueda metafísica puesto que el tiempo es movimiento hacia una dimensión superior. El fluir es lo que constituye nuestra realidad, una tesis que resonó por vez primera en el Occidente en Heráclito. Una de las corrientes que fluye de este planteamiento antiguo que ha llegado a nuestros días es la del psicologismo, esta vez con el maridaje de la ciencia y de las consecuentes polémicas e influencias (por ejemplo: John Locke, Johann Eduard Erdmann, Alexius Meinong, Conde York, Wilhelm Dilthey, William James, John Stuart Mill, Franz Brentano, Gottlob Frege, Edmund Husserl, etc.)

Siendo así, el cambio de la verdadera realidad. Por este cambio, puede deducirse que el tiempo fluye. De ahí que el autor construya un camino metafísico que tiene por fundamento el paso temporal como la característica principal de nuestro universo físico. De esta manera logra rechazar la tesis inspirada por Kant respecto al tiempo y al espacio como intuiciones primordiales al proponer que por el espacio y el movimiento para fundamentar nuestra comprensión del tiempo en lugar de subordinar el tiempo y el espacio en categorías (séame perdonado el sabor kantiano de mi uso de este término) para explicar el movimiento. La radicalidad de los planteamientos encontrados en este libro nos lleva a luchar contra nuestras preconcepciones o prejuicios acerca de la relatividad, los camios y la permanencia.

El sabor clásico heracliteano, con la insistencia en el devenir (frente a la tesis parmenideana), triunfa en esta significativa obra que nos invita constantemente a ver nuestra realidad en términos de dinamismo con la tensión que conlleva (pp. 154 ss.) Ciertamente, no es esta la primera vez que una metafísica de tipo ‘motion-first’ (o movimiento ante todo) se ha propuesto. Baste pensar en la escuela de Whitehead y su ‘process philosophy’ o incluso la de Bergson como botones de muestra del siglo pasado. Pero el profesor Barker con la agudez de sus planteamientos, la sutileza de sus argumentos y la amplitud de su erudición nos brinda una reflexión no solo acerca de las características objetivas de la experiencia sino sobre todo acerca de cómo funciona nuestra mente (en efecto, a una filosofía de la mente orientada más y más al mundo externo) con respecto a las apariencias. Todo ello nos llevaría, a la postre, a una revisión de la mismísima física (p.206).

Metafísica

A esta luz, la lectura de estas páginas nos ha confirmado el sabor telúrico y concreto de la metafísica que solo tiene sentido si da sentido a todo lo que hay, puesto que la metafísica trata de lo que hay, es decir, de lo dado. De lo dado se derivan los datos desde los cuales seguimos indagando, construyendo, pensando. En expresión feliz de Ricouer, un símbolo da que pensar. Este libro cumple con creces esta consigna ricoueriana, pues nos invita a pensar incluso contra él. Por el momento, yo no descartaría el valor ontológico, desde sus raíces parmenideanas lejanas, de la metafísica. Propondría yo, a la vera de este libro, que el ser será ante todo movimiento. Ya que desde al menos el Aquinate, gracias a la interpretación de Gilson, hemos venido contando con lo del esse y actus essendi. El ulterior desarrollo de esta tesis propuesta por nosotros, asimismo una reseña histórica completa al respecto, va más allá de los límites del presente escrito.

Lo dicho hasta ahora es solo un somero apunte relativo a las posibles consecuencias de los planteamientos que quedan expuestos en esta investigación que desde ahora en adelante merece ser discutida por los que tengan competencia. Baste por ahora cerrar estas reflexiones aludiendo a una falta de referencia en estas páginas abigarradas a una noción de Absoluto. O tal vez este esté ya disuelto en el flujo del movimiento por lo que lo Absoluto ha perdido en este remolino heurístico su consistencia. Pero desde los remolinos se oyen los cantos incesantes de las sirenas cuyos ecos son los acordes del silencio abnegado y austero con que cada pensador o investigador solvente desarrolla sus labores.

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