Testimonio de 'L', seminarista en la diócesis de Getafe en los años noventa Del sueño a la pesadilla: 30 años y todavía no sé si estoy despierto

Seminario de Getafe, en el Cerro de los Ángeles
Seminario de Getafe, en el Cerro de los Ángeles Seminario de Getafe

"Hubo varios hechos que me marcaron: conversaciones privadas con el entonces Obispo de Getafe, que dejaban entrever su interés en temas que ni mi propio director espiritual me planteaba. Salidas de compañeros del seminario en las que se ocultaban los verdaderos motivos o que se les tachaba como si fueran malas personas. Un informe que iba a llegar a la Santa Sede con el comportamiento del Obispo y su Rector, el cual supongo que nunca llegó, prefiero pensar que por eso llegó a ordenarse como Obispo uno y fue admitido a trámite el proceso de canonización del otro"

En la vida hay que afrontar diversas situaciones, más aún cuando vas creciendo. Todavía recuerdo mi alegría inicial: “Jesús me llamaba a consagrar mi vida para el servicio de los otros”. Corría el año 1995 y en menos de dos meses puse patas arriba todo a mi alrededor, decidí que mi futura vida pasaba por ordenarme sacerdote. Y si, posterior a eso, me tuve que dar varios baños de realidad, el primero fue darme cuenta de que nada de eso dependía de mí, el segundo que no había escogido los mejores compañeros para el viaje.

Entré en el seminario de Getafe, no sin antes haber sido bautizado de nuevo por Rafael Zornoza, en adelante Rafa. Visto en perspectiva era una práctica que ha hecho a lo largo de toda su vida, parece que los nombres de pila no le gustan, prefiere marcar a las personas.

Creemos. Crecemos. Contigo

Los primeros años fueron un sueño tranquilo y sereno, te vas asentando, vas descubriendo cómo moverte, vas generando tu red de apoyos, intuyes que estás haciendo algún enemigo, ... Pero en general todo es más o menos fácil. Pero lo que recuerdo de ese sueño es que había momentos que superaban la realidad. Constatar la amistad profunda, y casi dependiente, entre Rafa y el Obispo. Las amistades peligrosas que tenía el entonces rector con varios seminaristas, al igual que el formador de aquellos tiempos, José María Carrascosa. Pero la falta de sueño, el estar continuamente haciendo cosas y que, en general, el grupo de personas que nos juntamos éramos relativamente felices me mantenía en el duermevela. Todavía no conseguí que nada o nadie me zarandease para despertarme.

Seminario de Getafe

No puedo negar que durante esa época fui tomando varias decisiones personales, algunas más acertadas que otras. La primera, construir un muro que ocultaba mis sentimientos, no quería que nadie pudiera intuir que me atraían las personas de mí mismo género, tanto fuera como dentro. La segunda era como una consecuencia lógica de la primera, si no quería que nadie lo supiera no tendría ningún tipo de relación íntima con un seminarista o sacerdote, podría ser más explícito, pero creo que se entiende.

Pero tuve que romper el muro de silencio en el último año, y lo que me encontré fue un rechazo muy grande. Hasta el punto en que Rafa, en la última conversación larga que he tenido con él, me sometió a un interrogatorio desagradable, por no decir obsceno, pidiendo detalles de tipo muy íntimo que no venían al caso. El remate de la conversación fue un: “menos mal que has dado el paso tú y no lo hemos tenido que dar por ti”. Me recordaba tanto a “¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no ves la viga que está en tu propio ojo?” (Mt 7,3).

Rafael Zornoza, en una imagen de archivo
Rafael Zornoza, en una imagen de archivo

Hace tantos años de todo que se entremezclan los recuerdos, muchas veces son imágenes sueltas de hechos que no sé situar temporalmente. Pero sí sé que hubo varios hechos que me marcaron: conversaciones privadas con el entonces Obispo de Getafe, que dejaban entrever su interés en temas que ni mi propio director espiritual me planteaba. Salidas de compañeros del seminario en las que se ocultaban los verdaderos motivos o que se les tachaba como si fueran malas personas. Un informe que iba a llegar a la Santa Sede con el comportamiento del Obispo y su Rector, el cual supongo que nunca llegó, prefiero pensar que por eso llegó a ordenarse como Obispo uno y fue admitido a trámite el proceso de canonización del otro. Esos dos hechos fueron para mí un golpe bastante duro, porque la Iglesia madre no actuaba como era de esperar, parecía que no sólo iban a salir indemnes, sino que también se les premiaba por su actitud.

Llegado a este punto no puedo dejar de pensar en las víctimas, en las que me incluyo, aunque en mi caso fuera algo más circunstancial, a Dios gracias nadie abusó de mí de manera física pero el daño psicológico tarda mucho en curarse. Pero hubo víctimas a las que se les ha perjudicado durante años. Primero en su adolescencia y primeros años de vida adulta y, posteriormente, cuando veían que estas personas siempre se salían con la suya y nadie hacía nada. 

Ninguno de ellos ha pedido perdón, por el momento, a tantas personas que han herido, me refiero a los que cito en esta narración. Por desgracia dos de ellos ya están muertos, y el tercero no hace más que negarlo todo como si le fuera la vida en ello. ¿Y la vida de las personas que han devorado?

La sensación desde fuera es que la inacción y la falta de empatía con las víctimas es brutal. Lo primero es proteger al acusado, escudándose en la inocencia, pero se les olvida un punto importante: hay un hecho de cargo comprobable que desmiente dicha inocencia. Inocentes eran las personas a las que obligaron a hacer algo sin su consentimiento, algo que les ha marcado toda su vida. Y como gran medida de redención se les ofrece una cuantía económica, como si el dinero pudiera tapar el dolor. ¿Es tan difícil pedir perdón y desaparecer? Ninguno de ellos ha pedido perdón, por el momento, a tantas personas que han herido, me refiero a los que cito en esta narración. Por desgracia dos de ellos ya están muertos, y el tercero no hace más que negarlo todo como si le fuera la vida en ello. ¿Y la vida de las personas que han devorado?

Lloro de rabia e impotencia mientras acabo este artículo, lloro por la de veces que he soñado que volvía al seminario y terminaba lo que dejé a medias, lloro por tantas personas que ya se han cansado de llorar. Y pido al Señor por todos ellos, primero por las víctimas y luego por los otros, que ya no sé ni como nombrarlos. Espero que este torbellino que se ha reabierto hará unos días sirva para despertar.

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