Obituario: en el fallecimiento del sacerdote de San Carlos Borromeo En la vida de Enrique de Castro, Dios pasó por Vallecas

Enrique de Castro en el Pozo del Tío Raimundo
Enrique de Castro en el Pozo del Tío Raimundo

"Si en este vuela pluma recuerdo algo es, precisamente, su capacidad profética. Siempre, desde la Fe, la coherencia personal y la Esperanza, saliendo a buscar a quienes pocos querían tener cerca"

"Desde esas celebraciones dominicales, el arrojo de empeñar a jóvenes toxicómanos, expresidiarios y otros en la aventura laboral de Traperos de Emaus, o ese acompañar a madres traspasadas por el dolor de ver a sus hijos y familias destrozados por la maldita droga"

"Aquellos que para él fueron faros y a los que se suma en este peregrinar: Alberto Iniesta, Padre Llanos, Fabian, Julio Lois, Pedro Sánchez… y tantos otros -y tantas otras- que hicieron de Enrique lo que ha sido y será para quienes tuvimos la fortuna de conocerle"

"¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche!", Juan de la Cruz

Como dijo el pueblo de la existencia de Monseñor Romero, podemos decir de la vida de Enrique de Castro -que ha fallecido esta madrugada- que en él, Dios pasó por Vallecas. Y pasó no para quedarse instalado en sus luchas, dramas e incertidumbres… sino para anunciar que era posible esa “gran fiesta” del encuentro y la solidaridad.

Si en este vuela pluma recuerdo algo es, precisamente, su capacidad profética. Siempre, desde la Fe, la coherencia personal y la Esperanza, saliendo a buscar a quienes pocos querían tener cerca. Desde esas celebraciones dominicales, el arrojo de empeñar a jóvenes toxicómanos, expresidiarios y otros en la aventura laboral de Traperos de Emaus, o ese acompañar a madres traspasadas por el dolor de ver a sus hijos y familias destrozados por la maldita droga.

Esas luchas contra la exclusión que animó y protagonizó, no desde la institución de poder cual fuera esta, cuanto desde el barro, hombro con hombro y asumiendo todos la necesidad de protagonismo en dichas escaramuzas sociales. Animando, aquí y allá, esa “revolución participativa” -como él mismo decía- que ahuyentase los demonios de la pobreza, la exclusión y el prejuicio.

Traer a la memoria a Enrique, en estos momentos, desde el cariño y la deuda vital con él, es empeñarnos en hacer de este mundo un lugar más habitable. Seguir esa estela de buena gente a quienes tuvimos la fortuna de conocer y con cuyo recuerdo tenemos la obligación moral de intentar vivir desde las claves y postulados que animaron sus vidas. Aquellos que para él fueron faros y a los que se suma en este peregrinar: Alberto Iniesta, Padre Llanos, Fabian, Julio Lois, Pedro Sánchez… y tantos otros -y tantas otras- que hicieron de Enrique lo que ha sido y será para quienes tuvimos la fortuna de conocerle.

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