Si tú eres el Dios del amor,
es imposible que castigues y condenes.
Además tu palabra nos ayuda a rectificar,
a cambiar de actitud, a reflexionar
sobre nuestras conductas erróneas.
Tú eres pura misericordia,
que nos libera del odio y del egoísmo.
La muerte tiene su propio reino,
pero tú eres el Dios de la vida,
y nos invitas a gozar de ella cada día.
A veces me siento irritado, confundido,
por tantas contradicciones
como asumo en mi existencia.
Y entonces mi oración se dirige a ti,
mi súplica te alcanza desde mi hondón personal
y siento que estás a mi lado, que me escuchas,
y es cuando brota como de un manantial
el agua cristalina de la confianza.