Jesús dijo que nuestras palabras
no deberían ir más allá del sí o el no.
Pero en nuestro mundo
el ocultamiento se está convirtiendo
en la máscara que recubre muchos rostros
e instituciones de toda clase,
hasta no llegar a saber si sus palabras
son sinceras o un embuste continuo.
Las finanzas, la clase política,
los medios de comunicación,
los organismos internacionales,
las vidas de las estrellas famosas,
las mentiras y los agasajos que hay que hacer
para medrar y apartar a quien
se oponga en su camino,
son la meditación de cada noche
y la fachada de su obrar durante el día.
No tienen respeto a nadie, ni a los demás,
ni a sí mismos. Solo les importa
mantener la propia imagen y su estatus social.
Pero en medio de este carnaval de la superficialidad,
también hay otras muchas personas que te alaban cada día:
“En ti, mi Dios, está la fuente viva de la felicidad,
y tu luz nos hace ver la luz”.
Ayúdanos a mantenernos apartados
de tanta insensatez y apariencias,
que seamos los alegres mensajeros
de tu amor y de tu ternura,
que sepamos proclamar la verdad y cumplir tu voluntad
(que es la auténtica libertad y dignidad
para todo el género humano),
con creatividad, decisión y tolerancia.