Los mártires iluminan el camino

¿Cuántas personas han perdido la fe
en que todos unidos
podemos convertir esta Tierra
en un lugar más habitable?
¿Cuántos hombres y mujeres, buen Dios,
que han dejado en el camino su aliento y su vida
después de tantos esfuerzos y desvelos
por su barrio, su ciudad,
su país, este mundo?
Muchos dicen:
Ya no hay esperanza, carpe diem,
a vivir que son dos días.
Y lo cierto es que la historia
parece que les da la razón.
Todos los intentos por construir
una sociedad más justa y libre
caen lentamente en el fracaso.
Todos los esfuerzos han sido en vano,
la utopía parece ser solo eso,
algo inalcanzable y no
la que se construye en el día a día,
que crea futuro, juntos.
Hemos soñado, hemos mostrado
una infinita solidaridad,
y ahora parece que no queda nada.
Pero la realidad es obstinada
como tu misteriosa cercanía.
Los mártires no han ofrecido su vida,
su sangre para que se coagule
en el país del olvido y la desesperanza.
¡Esos santos y santas están vivos!
y tienen nombres y apellidos de
campesinos, obispos, sindicalistas,
estudiantes, sacerdotes, políticos,
guerrilleros, amas de casa,
religiosas, presidentes de gobierno,
niños, niñas, ancianos,
delegados de la Palabra,
cada uno con una fecha
que es promesa de vida y futuro.
Tú Señor has tenido que darles
mucho amor, tanto amor
que han regado los surcos
de nuestra tierra, abonándolos
con su entrega.
Cuando cierro los párpados
y los recuerdo, contemplo
un millón de rostros y a la vez
uno solo, ellos en Ti, Tú en ellos,
y solo entonces
mi corazón vuelve a renovarse
con la savia nueva de la fe en el mañana
y doy saltos de alegría
como exprimiendo las uvas del gozo,
sintiéndome tranquilo en su compañía,
que es como decir en tu Presencia.