Te doy gracias, buen Dios,
en cada momento de mi vida,
mi espíritu solo puede regocijarse en ti.
Hoy también te bendigo, Padre y Madre,
porque nos has regalado
tu misericordia permanentemente,
porque has revelado tu verdad
a los más pequeños
y se la has ocultado a los poderosos.
Simplemente porque así te ha parecido bien.
Las personas más humildes de la tierra ya te contemplan,
y sus rostros, como el de Moisés al bajar
de la montaña sagrada, están radiantes.
Nunca os avergoncéis de tener a Dios
por vuestro guía y defensor.
Experimentad la bondad dela Divinidad
y seréis por siempre dichosos;
si os acogéis en su regazo, nunca os defraudará.
Quienes amáis la vida
y deseáis días más prósperos y felices
para vosotros y vuestra posteridad,
sois ya los artífices de un mundo en paz,
justo, libre y reconciliado;
vosotros, que sois los preferidos del Señor.
Quienes les odian y procuran la injusticia
contra los más débiles,
quedarán presos de su propia maldad y,
para liberarse, deberán reparar su injusticia,
para que los oprimidos y Dios, su defensor,
les perdonen sus violencias, sus abusos,
y así tengan también un sitio en el país de la vida.