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Cómo vivir el desapego
Algunos creyeron que la mejor forma de desapegarse era huir. Simeón el Estilita escogió una columna en el desierto para alejarse del mundo. Pero la cueva y el desierto no privaron a San Antonio de las tentaciones, inmortalizadas en miles de cuadros (Que por otra parte facilitaron a los pintores la posibilidad de incluir en cuadros de santos “chicas estupendas” y escenas eróticas” prohibidas” al arte sacro).
Nos llevamos con nosotros el saco de los deseos a la calle, al monasterio o a las antípodas de nuestro planeta. Por eso el camino no es escapar, sino flotar en la superficie de los deseos. Muchas veces la renuncia ascética origina más deseos, los convierte en asignatura pendiente.
Y el teóricamente santo se convierte en una persona con genio inaguantable o la intachable virgen en histérica a flor de piel.
El día en que me acepte con mis deseos, sin pretender responder al “superego” creado por la educación, la cultura, el “personaje”, ese día habré dado el primer paso.
Vivir sin apego es vivir con todo y sin nada, como de viaje por las cosas, mirando su transparencia, su sabor a más, su índole de trasunto, su perfume efímero, su canto de patria lejana que llama a seguir el camino, sin asir nada definitivamente.
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