Tantos recuerdos de niño me trae la procesión de “la borriquita”, que pasaba delante de mi casa al sol brillante del Domingo de Ramos gaditano, que le dedico este soneto, como anticipo agridulce de la Semana Santa, y del misterio de un Mesías manso y humilde frente a todo poder, orgullo y dominio de este mundo.