Una imagen de Dios Mirando al mar: Una meditación de agosto

Mirando al mar: una meditación de agosto
Mirando al mar: una meditación de agosto

En estos días vacacionales, que muchos volvemos al mar, ofrezco esta meditación que une lo incomprensible y lo fascinante, la intuición que despierta el mar, que tiene algunas  concomitancias con las vivencias de la fe


No lo puedo comprender. Quizás por eso, cuando vuelvo al mar me quedo extasiado, con un pálpito más allá de la razón. Me pasa como con Dios: lo sé, me aletea dentro, lo percibo de otro modo, con una mezcla de intuición y recogimiento. Pero tampoco lo entiendo con estas pobres entendederas, el pensamiento lógico-matemático con que nos movemos diariamente por la vida.
¿Qué sentimientos, impresiones o intuiciones me trae el mirar al mar?


PLENITUD Y MOVIMIENTO: En primer lugar, no es abarcable para la mirada. Por tanto, me supera, rompe mis coordenadas de captación y al mismo tiempo está continuamente moviéndose y cambiando de color, como la vida misma, que no sé dónde empieza y donde termina, pero que intuyo como algo con un fondo infinito, que permaneces más allá del movimiento de las olas. Es decir, que pasa y queda.


SOLEDAD Y COMPAÑÍA. Nunca estoy tan solo como cuando miro al mar y nunca al mismo tiempo tan extrañamente acompañado con una presencia que al mismo tiempo me inquieta y me supera. Puedes estar solo o en una playa abarrotada, o navegar en un bote o un trasatlántico, y percibir ese secreto aislamiento que grita desde el horizonte y esa llamada que ha seducido a millares de marineros y navegantes por el universo mundo hacia algo ignoto, trasunto de la sed de ese más que nos pide con su insaciable hambre la vida. El mar es del tamaño de la conciencia, de la sed radical de ser hombre.


AMOR Y MIEDO. Pequeñas historias de amor, pañuelos de adioses al zarpar, encuentros de puertos lejanos, requiebros de veranos imposibles, nostalgias de vacaciones perfectas, palabras misteriosas de un Dios oculto entre las olas…, el mar parece cantar en la orilla eternas historias de amor. Pero también de miedo a galernas, naufragios y tempestades, quizás porque siempre estuvieron cercanos el amor y la muerte.


DEBILIDAD Y FUERZA. Los lobos de mar la prefieren llamar “la mar”, posiblemente porque atrae, subyuga, embriaga y puede matar como la mujer arquetípica tan cantada por la literatura y el arte. Te colma la mirada, se contonea, va y viene en su flujo y reflujo, promete horizontes, puertos imposibles, pero al mismo tiempo enreda en los volantes de sus olas, puede hundirte para siempre o salvarte, y en eso está su trasunto de fascinación, tragedia y éxtasis.


UN ESPEJO DEL SER. Pero quizás el secreto más hondo del mar es para los iniciados, aquellos que son capaces de, acunados por su continuo canto, cerrar los ojos y sentir dentro que él y el resto del mundo son, somos el mar. Hay instantes en nuestra vida que son ventanas del infinito: paisajes, música, poemas, sensaciones, experiencias límite. De pronto se para el tiempo y te sabes trozo de algo mayor, entidad de lo sin límites, parte del Ser. Entonces la razón parceladora no sirve, ni el ayer o el mañana, ni los pensamientos o follones turbadores de la mente. Eres simplemente. Más allá de tu rol en la vida, tu edad, tu trabajo, tus posesiones, tus éxitos y desgracias.
Pues bien, de todo lo que nos rodea en la naturaleza, nada como el mar evoca el Ser al que pertenecemos. “El mar, la mar, y no pensar nada”.

Volver arriba