La paz empieza dentro Ante Ucrania y la sangría de los inmigrantes: La paz nuestra de cada día

Ante Ucrania y la sangría de los inmigrante: La paz nuestra de cada día
Ante Ucrania y la sangría de los inmigrante: La paz nuestra de cada día

El horror al que estamos asistiendo en directo en Ucrania nos convoca a una conversión durante esta cuaresma

La paz empieza con la justicia, el cambio interior, el desarme de nuestras conciencias.

Nos comprometemos a hacer nuestro el grito de quienes no se resignan a la violencia y al mal, y queremos contribuir con todas nuestras fuerzas a dar a la humanidad de nuestro tiempo una esperanza real de justicia y de paz.

Nos comprometemos a solicitar a los responsables de las naciones que hagan todo lo posible para que, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, se construya y se consolide un mundo de solidaridad y de paz fundado en la justicia.

El horror al que estamos asistiendo en directo en Ucrania nos convoca a una conversión durante esta cuaresma. Al mismo tiempo vivimos a nuestro lado con un magnífico ejemplo: los ciudadanos de ese país y de otros que como voluntarios se comprometen por la lucha de la paz, a través de su ayuda incluso con riesgo de sus vidas. Todo ello no nos exime de centrar nuestra mirada solamente en la espantosa e incalificable invasión de la Federación Rusa. Aquí al lado, en nuestras fronteras del Sur de España vivimos otra guerra europea contra los pobres: las escaladas de los inmigrantes, motivadas por el hambre.

Ante la sensación que vivimos todos de impotencia, no podemos olvidar que la paz empieza con la justicia, el cambio interior, el desarme de nuestras conciencias. Decía San Agustín que la "la paz es un bien tal, que no se puede desear otro mejor, ni poseer otro  más útil". Como puntos de meditación ofrecemos aquí el siguiente

                                                          DECÁLOGO DE ASÍS POR LA PAZ

  1. Nos comprometemos a proclamar nuestra firme convicción de que la violencia, las guerras y el terrorismo se oponen al auténtico espíritu religioso, y, condenando todo recurso a la violencia.
  2. Nos comprometemos a educar a las personas en el respeto y la estima recíprocos, a fin de que se llegue a una convivencia pacífica y solidaria entre los miembros de etnias, culturas y religiones diversas.
  3. Nos comprometemos a promover la cultura del diálogo, para que aumenten la comprensión y la confianza recíprocas entre las personas y entre los pueblos, pues estas son las condiciones de una paz auténtica.
  4. Nos comprometemos a defender el derecho de toda persona humana a vivir una existencia digna según su identidad cultural y a formar libremente su propia familia.
  5. Nos comprometemos a dialogar con sinceridad y paciencia, sin considerar lo que nos diferencia como un muro insuperable, sino, al contrario, reconociendo que la confrontación con la diversidad de los demás puede convertirse en ocasión de mayor comprensión recíproca.
  6. Nos comprometemos a perdonarnos mutuamente los errores y los prejuicios del pasado y del presente, y a sostenernos en el esfuerzo común por vencer el egoísmo y el abuso, el odio y la violencia, y por aprender del pasado que la paz sin justicia no es verdadera paz.
  7. Nos comprometemos a estar al lado de quienes sufren la miseria y el abandono, convirtiéndonos en voz de quienes no tienen voz y trabajando concretamente para superar esas situaciones, con la convicción de que nadie puede ser feliz solo.
  8. Nos comprometemos a hacer nuestro el grito de quienes no se resignan a la violencia y al mal, y queremos contribuir con todas nuestras fuerzas a dar a la humanidad de nuestro tiempo una esperanza real de justicia y de paz.
  9. Nos comprometemos a apoyar cualquier iniciativa que promueva la amistad entre los pueblos, convencidos de que el progreso tecnológico, cuando falta un entendimiento sólido entre los pueblos, expone al mundo a riesgos crecientes de destrucción y de muerte.
  10. Nos comprometemos a solicitar a los responsables de las naciones que hagan todo lo posible para que, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, se construya y se consolide un mundo de solidaridad y de paz fundado en la justicia.

Motivos claros para pedir "la paz nuestra de cada día".

Para empezar a vivir esa paz desde dentro, fuente de la paz exterior, Antonio Colinas escribe en "Letanías del ciego que ve": 

Que respirar en paz la música no oída

sea mi último deseo, pues sabed

que, para quien respira

en paz, ya todo el mundo

está dentro de él y en él respira.

Que si insiste la muerte,

que si avanza la edad, y todo y todos

a mi alrededor parecen ir marchándose deprisa,

me venza el mundo al fin en esa luz

que restalla.

Y su fuego me vaya deshaciendo como llama

de vela: con dulzura, despacio, muy despacio,

como giran arriba extasiados los planetas.

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