La mísitica no es para unos pocos El espacio interior

El espacio interior
El espacio interior

Todas las técnicas no sirven de nada, si conviertes la técnica en un fin en sí mismo. Como la respiración, el mantra repetido, la jaculatoria, la relajación… Lo importante es conectarte con otra dimensión. El verdadero objetivo es encontrar el espacio interior.

¿Dónde soy yo mismo? En el centro, en el corazón de la cebolla, un núcleo que está conectado con el Infinito, con Dios y que no alcanzo porque vivo en el hombre exterior.

Cierra los ojos, respira, toma conciencia de la energía interior que habita todo tu cuerpo y no busques nada, no quieras nada, no pienses en nada. Solo siéntate en tu cielo interior, siéntete, el espacio interior hablará por sí mismo, como gota de agua en medio del mar, como una chispa de todo el fuego, como un niño en brazos de su madre.

Recuerdo un recurso para despertar por dentro, que leí en un libro de autoayuda: vístete, lávate los dientes en cámara lenta, como si fuera lo más importante de tu vida, o lava los platos como quien lava los platos. Es una práctica de concentración para evitar la tabarra de la mente, centrarte en el presente y no estar dándole vueltas al pasado o estar pensando en lo que vas a hacer después.
Al estar pendiente de cada movimiento, como si la pasta de diente fuera de oro puro, la mente no encuentra espacio para torturarte.
Todas las técnicas no sirven de nada, si conviertes la técnica en un fin en sí mismo. Como la respiración, el mantra repetido, la jaculatoria, la relajación… Lo importante es conectarte con otra dimensión.
El verdadero objetivo es encontrar el espacio interior.
¿Qué es el espacio interior?
Veo al ser humano como una cebolla. Tengo varias capas: experiencias del pasado, hábitos acumulados, miedos por el futuro, ocupaciones, éxitos, fracasos, recuerdos paralizantes, capas y capas.
¿Dónde soy yo mismo?
En el centro, en el corazón de la cebolla, un núcleo que está conectado con el Infinito, con Dios y que no alcanzo porque vivo en el hombre exterior.
Allí se está bien, es un espacio sin límites que no se puede racionalizar, ni definir, ni alcanzar a base de puños, prácticas, empeño, liturgias, métodos, sino a través del silencio.
¿Cómo alcanzarlo?
Un camino es la meditación, la concentración en la respiración, sin forzarla. Para eso hay que engañar a la mente como a un niño que no quiere comer desviando su atención. Solo respira. Si viene un pensamiento, déjalo pasar como una nube, no te enfades contigo mismo y sigue respirando.
¿Hay que retirarse a un monasterio o darle muchas horas a la meditación?
No, cualquiera puede acercarse a la mística. En una cola, en la sala de espera del dentista, esperando que se abra el semáforo.
Cierra los ojos, respira, toma conciencia de la energía interior que habita todo tu cuerpo y no busques nada, no quieras nada, no pienses en nada. Solo siéntate en tu cielo interior, siéntete, el espacio interior hablará por sí mismo, como gota de agua en medio del mar, como una chispa de todo el fuego, como un niño en brazos de su madre. “Como un niño tranquilo en brazos de su madre, así está mi alma dentro de mí” (Sal 131).
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