¿Cómo fue el amor de Jesús a María Magdalena? La opción de Jesús ante el amor de Magdalena

La opción de Jesús ante el amor de Magdalena
La opción de Jesús ante el amor de Magdalena

Eran la bruma azul

con que el sueño dibuja los adioses

y Dios se hace tejido y primavera.

¡Y cómo eran de puras las palabras

que lloraban sus ojos en mí recién nacidos 

como coplas, quejidos de lo eterno!

¡RABBONI!
Le buscaba la voz como una antorcha
en la garganta oscura de la estancia,
con el sabor a tiemblo que amanece
allá en el blanco amor de adolescencia.
Y mis pies conservaban aún
todo el aroma sutil
de aquella seda:
cabellos de mujer, misterio de la noche
derramada.Amar a veces es decir me dueles.
Te espían mis sentidos por el hueco
pasillo del recuerdo,
la cueva de lo ignoto que desande
preguntas aún suspensas de la infancia.
Eran sus manos las alas de un deseo
que había llegado a ser desvencijado amor
sin nombre, mil veces derramado
en un sabor a esquina, a asco, a beso
por denario.
Eran la bruma azul
con que el sueño dibuja los adioses
y Dios se hace tejido y primavera.
¡Y cómo eran de puras las palabras
que lloraban sus ojos en mí recién nacidos
como coplas, quejidos de lo eterno!
Escuchar era el agua de un arroyo
que nacía de dentro buscando el manantial.
¡Oh pámpanos antiguos, que vuelven
a la vida!
Me gustaba aquel nombre con son de bajamar
y el timbre de sus labios quebrándose en la tarde
al pronunciar "Rabboni",
mientras el Padre andaba
asomado a los lagos perfectos de sus ojos.
Me gustaba mirararla, caminar en la noche
con su paso de niña que no pesa,
blanca huida de risas que se esfuman
desde el quicio vibrante de un tiemblo de palmera.
¡Qué frágil la blancura del aire de su manto!
Era el amor así espejo de mi Espejo
y yo tan solo el Hombre.
¿No es hermoso ser hombre solamente?
La voz puso el amor al borde del abismo
y el sueño estaba en hora con mi asombro.
Pero no pude ser solo un israelita
enamorado
y amar con ese amor de solo un hombre...
Había que andar de nuevo aquel camino
y cubrirlo de sangre.
¿Se escurrirá el perfume entre mis dedos
para ser todo el Hombre con mi hombre?
Aun con la muerte cerca su voz me golpearía
en los oídos, oliendo a Jericó sobre los pies llagados:
¡Rabboni! ¡Maestro mío!
Y en cada golpe clavándose aquel verso:
"Amar a veces es decir me dueles".
Pedro Miguel Lamet
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