Primer encuentro con la JMJ en Lisboa El "tú" personalista de Dios, según Francisco en Lisboa

Marcelo de Sousa, presidente de Portugal, besa la mano del Papa
Marcelo de Sousa, presidente de Portugal, besa la mano del Papa

Tres cosas me han impresionado de la acogida portuguesa al papa: la naturalidad del gobierno, la perfecta organización y su sentido universal.

Del papa, su sobriedad, oratoria pedagógica y una visión de Dios personalista: Acoge plenamente "tu tú", tal como eres. No como en el mundo virtual, donde desapareces.

Francisco presenta la Iglesia a los jóvenes lejos de un "club de pijos", ni un corral de prohibiciones. ¡Caben todos!

Acabo de seguir el encuentro de la JMJ con el papa en Lisboa en directo por la televisión portuguesa. No voy a escribir una crónica del acto. La tenéis en RD de la magnífica pluma de J. Lorenzo. Quiero hacer un par de reflexiones que me vienen a la mente después de estos noventa minutos entusiastas, casi diría que explosivos de los jóvenes con el papa Francisco en Lisboa.

En primer lugar, me ha llamado la atención la naturalidad portuguesa al acoger al papa. Me refiero a las autoridades, a las declaraciones del presidente, el gobierno, que ha recibido a Francisco como un acontecimiento señalado y beneficioso para su nación, con espíritu abierto y sin los enfrentamientos que hubiera provocado su visita en la España cainita actual. Es cierto que ha habido algún sector que ha contestado los ochenta millones que ha costado el evento. Pero el talante del presidente y las autoridades ha dado muestras de que acoger una jornada como la JMJ es un acto internacional que da prestigio a un país pequeño como Portugal. Hoy no sé como hubieran reaccionado los extremosos e intolerantes de nuestro país.

Segundo: Ha sido una organización impecable, tanto desde el punto de vista logístico, como impactante en su coreografía, actuaciones, con toques muy portugueses como el fado de Mariza y una excelente retransmisión de la TP1.

Y lo más importante, el enfoque del acto del papa Francisco. El peor sentido de la palabra no ha sido “pío”, es decir, melifluo. Ha sido sobrio, pedagógico y profundo. Con la regla básica de la técnica de la oratoria popular: “decir lo que voy a decir, decirlo y decir lo que he dicho”. De modo que ha quedado claro a la gente joven un concepto abierto de Dios, ese Dios que a veces hemos presentado como miedo. No, Dios te quiere a ti entero como eres, con tus defectos, tus limitaciones. Y así a “todos”, palabra que hizo repetir a la multitud en el encuentro, como en una catequesis de parroquia.

Por consiguiente, “no eres un número”, sino un ser único con tu nombre, frente al terrible anonimato que vivimos en consecuencia de la digitalización, masificación, publicidad, desaparición del yo en la masa informe: "Quisiera que veas una cosa -les dijo -: muchos hoy saben tu nombre, pero no te llaman por tu nombre. De hecho, tu nombre es conocido, aparece en las redes sociales, se elabora por algoritmos que le asocian gustos y preferencias. Pero todo esto no interpela tu unicidad, sino tu utilidad para los estudios de mercado". En las ilusiones de lo virtual, según el papa, hay caretas, lobos ocultos.

De aquí, otro gran mensaje del encuentro, en la Iglesia caben todos, y si alguno pone cortapisas en ella, se equivoca. Todo eso vivido de la forma vibrante, juvenil, musical y gozosa de esta jornada bajo el sol de Lisboa me ha dejado una sensación diferente, a verdadera universalidad y una forma de concretar que el amor cristiano es personalista, alegre y abierto a todo el mundo, lejos de un club de pijos o fundamentalistas.

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