Pequeñas meditaciones Diez píldoras de Adviento

Diez píldoras de Adviento
Diez píldoras de Adviento

Un prontuario para la esperanza

  1. Voy de camino, pero no estoy solo. Te siento en lejanía y, paso a paso, cuando me entran ganas de llorar, pronuncio tu nombre, música en mis entrañas.
  2. Voy en busca del niño que llevo dentro.
  3. Hay noche en mi derredor, un mundo cruel de guerra, odio. Pero detrás, lejos o en lo hondo, más allá del abismo, al fondo del bosque, intuyo tu cabaña de luz.
  4. A mi lado, los pobres, los pequeños y olvidados. Son los especialistas de la esperanza, porque tienen más hambre de Ti y van más ligeros de equipaje.
  5. Con Isaías, barrunto al «Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre de eternidad, Príncipe de paz». Cuando pronuncio tus apellidos, un sonajero tintinea en mis entrañas.
  6. Debajo de mis pies hay un camino allanado por Juan Bautista: Baja mis montes, prepara mis senderos, aligera mis pies. Por eso, a pesar de todo,  no tengo miedo. Esperar es confiar.
  7. Me llena el alma la “llena de Gracia”. Como a ella, Dios calienta mi seno. Santa María de la Esperanza, ilumina mi andadura de insignificante con tu Magníficat eterno.
  8. Francisco papa evocaba a Charles Péguy: «La pequeña esperanza avanza entre las dos hermanas mayores y nadie la mira. En el camino de la salvación, en el camino carnal, en el camino desigual de la salvación, en el camino interminable, en el camino entre sus dos hermanas la pequeña esperanza avanza». La esperanza avanza entre las dos hermanas mayores, la Fe y el Amor, bien cogidas de la mano, pero en realidad es ella quien las dirige.
  9. Para ir más ligero, voy soltando trastos: ese mirarme el ombligo, darle vueltas al coco, regodearme en lo negativo, creerme el centro de mi universo, un saco de apegos, mendigar cariño, afincarme en mis éxitos, temer el futuro, creerme solo, buscarme en los demás, acumular, mirarme al espejo. Entonces. Si suelto, no camino, vuelo.
  10. Tu rocío ya está refrescando mi frente. Tu sonrisa ilumina mi noche. Tu corazón arrebata a mi niño. Tu llanto pacifica mi cruz. Tu fragilidad me da fortaleza. Tu pobreza me hace rico. Cojeo de tantas cosas. ¡Cómo corro!  El abrazo se acerca. ¡Ven, Señor Jesús
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