La Apostasía Silenciosa de las Masas (Iª parte)

La Apostasía Silenciosa de las Masas (Iª parte)
La Apostasía Silenciosa de las Masas (Iª parte)

La fe necesita renovarse y hacerse cultura continuamente, estar atenta al diálogo permanente desde la Tradición con los nuevos o refritados desafíos de la época, no quedar anclada en el folklore del pasado “glorioso”.

Vivimos en medio de una apostasía silenciosa, sin estridencias. Iglesias sin bautismos, sin celebración de matrimonios ni gente en las misas.

El cristianismo desde los primeros siglos se enfrentó con estas objeciones (irracional y del pasado). La ciclópea tarea de la Patrística (Padres Apostólicos, apologetas, etc.) que penetra en la edad media y continua con los arquitectos de la teología medieval fue precisamente situar al cristianismo a la altura del diálogo con las cosmovisiones inmanentistas de su tiempo.  Ayer eran esas filosofías, hoy es el amplio pensamiento derivado del paradigma tecnocrático, como ha intuido proféticamente el papa Francisco en Laudato Si. Un paradigma subyacente a todas las expresiones de la vida e incluso una super-ideología que se lleva puestas las antiguas referencias derecha-izquierda.

“ni es posible vivir sin referentes simbólicos, ni conveniente”. “Secularizar todos los espacios compartidos no es la estrategia más eficaz para crear una sociedad tolerante”

"Esta pléyade de rupturas, que ha sido más comúnmente traducida con los binomios conservadores/progresistas o tradicionalistas/reformistas, se convirtió desde este momento en una herida dentro de la comunidad eclesial que ha sido valorada por McLeod (2007) como uno de los principales motivos de pérdida de credibilidad de la Iglesia y de secularización a partir de los sesenta".

La Apostasía silenciosa de las Masas (I)

Una de las preguntas que siempre me ha preocupado es porqué SI” Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim, 2, 18) y el Evangelio de Jesús es la más grande propuesta de redención humana, grandes masas de personas se alejan aceleradamente de la Iglesia, instrumento fundado por Jesucristo para acompañarnos en la “búsqueda del Reino de Dios y su Justicia (Mt 6, 33).

Llamarme cristiano y que no me interese la suerte del ambiente donde vivo y trabajo o el devenir de la humanidad, es autoengaño ya que la fe cristiana es precisamente que “el amor de Cristo nos apremie” (2 Cor, 5), a participar de su amor por la humanidad con el itinerario encarnatorio y pascualizador legado desde los Evangelios: trascendente y temporal, divino y humano, interior y exterior, sagrado y profano, personal y social, etc.” El Dios que te creó sin ti, no te salvará si ti” (San Agustín)

Este poliédrico desafío a la fe y la razón, nos puede dejar perplejos. Pero son muchas las fuentes eclesiales y extraeclesiales que pueden ayudarnos, a explicar este misterio único en la historia, denominado por diversos autores como “la apostasía de las masas”. Esto nos recuerda la advertencia de Jesús : “…cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18:8 )

Últimamente, sumado a las extraordinarias aportaciones del magisterio de los últimos papas, he leído dos libros de personas que indagan en esta cuestión, uno es de Andrea Ricciardi, “La Iglesia que arde”, el otro es un estudio sociológico de Rafael Ruiz Andrés, llamado “La secularización en España”, una interesante aproximación del devenir histórico de la increencia española. Este tipo de estudio es muy valioso. Nos sirve para saber dónde estamos parados y definir mejor nuestra identidad y misión cristianas en un mundo diferente del cual nacimos. Sin comprender las causas de tantos cambios, jamás podremos vivir una fe que se hace cultura y seguiremos a lo sumo en la burbuja de la nostalgia y las imprecaciones.

Ricciardi describe en su libro la crisis de la Iglesia en los últimos años y como fruto de esta  comienza su libro citando períodos en que la Iglesia dejó de existir en determinados lugares y esto puede repetirse:

Las Iglesias pueden llegar a su fin. La historia nos recuerda que en el pasado ya desaparecieron algunas grandes como las latinas del norte de África que tanto dieron al cristianismo y no solo por la invasión árabe, sino por la incapacidad de la Iglesia de entrar en la cultura de las poblaciones no latinas del norte de África...hasta un gran cristianismo puede desaparecer. Al respecto, el cardenal Martini  decía: “la perennidad está asegurada para la Iglesia, no para las Iglesias, cada una es corresponsable de su futuro. La historia es seria y se confía a nuestras manos”.

 En las encuestas de Gallup, tres cuartas partes de la humanidad es religiosa, pero la descristianización es muy profunda en Europa. Hay generaciones enteras a las cuales sus padres jamás le enseñaron una oración o le hablaron a sus hijos de una vida religiosa significativa. Esto configura una sociedad que no solo no cree, sino que ignora completamente de que se trata “eso de las religiones” y sus procesos históricos. Todos sabemos que la ignorancia no es algo bueno, indefectiblemente genera prejuicios y violencia.

Pregunten a su párroco cuántos bautismos y matrimonios ha realizado en este mes y cuántos hace 10 años. De acuerdo a la tendencia matemática, Fourquet (cit. Por Ricciardi) calcula que “en 2048 se llegaría al último bautizo, y en 2031, el último matrimonio católico. Podrían desaparecer por completo de los sacerdotes franceses en 2044”. En Alemania, las apostasías formales han llegado a 359.338 personas en 2021, según reconoce su misma Conferencia Episcopal.

Vivimos en medio de una apostasía silenciosa, sin estridencias. Iglesias sin bautismos, sin celebración de matrimonios ni gente en las misas. “La recuperación del ideal laicista por parte de la izquierda política” como bandera para tapar su continuo fracaso en la economía social, se  vuelve innecesaria ante una increencia que tiene vuelo  propio.

La mayor parte de la apostasía se da sin anticlericalismos trastornados ni gritos. Más allá del circo adverso de los medios de comunicación, sólo reina el desinterés de las mayorías. Como si no existiera. La persistencia de la religión en estas sociedades modernas, es generalmente emocional y banal. Incluso las demostraciones de religiosidad popular, fagocitadas por el negocio turístico y la añoranza identitaria, se ve como una rémora de otras épocas pintorescas.

Hemos apostado todo a un sacramentalismo tridentino en “automático” y una religiosidad popular repetitiva, nostálgica y sin ser aprovechada para profundizar en la evangelización y la Doctrina Social de la Iglesia, como pedía Evangelii Nuntiandi de Pablo VI y el documento de los Obispos en Puebla, han pasado factura.

La fe necesita renovarse y hacerse cultura continuamente, estar atenta al diálogo permanente desde la Tradición con los nuevos o refritados desafíos de la época, no quedar anclada en el folklore del pasado “glorioso”. Por eso sigue vigente aquella memorable frase de Juan Pablo II, quien valoraba mucho la religiosidad popular, pero era consciente de sus carencias: “Una fe que no se hace cultura es una fe no plenamente acogida, no enteramente pensada, no fielmente vivida".

Causalidades de la increencia externas a la Iglesia.

Las grandes críticas que el creyente de todos los tiempos ha recibido, según Ruiz Andrés, podemos resumirlas en dos. Por un lado, la que afirma que la religión es algo del pasado. Ser moderno es abjurar de lo religioso e identificarse con un progreso que no necesita de dios, al contrario, es entorpecido por las creencias religiosas. Esto en otros momentos de la historia fue distinto (Martini decía que en un momento la Iglesia condujo la historia, luego se peleó con ella y ahora va a la cola). Si hay algo en que Francisco insiste,  es en revisar el sentido del progreso actual, éste hace inviable no solo la fe sino la supervivencia de la humanidad.

Ricciardi cita a Moltman cuando habla de la pérdida de conexión y la ceguera ante el mundo real hacen que la teología y la Iglesia sean cada vez más anticuadas. No solo como pensamiento, porque al no ser capaz de incidir en la historia, queda fuera de esta y de la vida de las personas. Es irrelevante.

La segunda gran objeción es que la religión es algo irracional, que no condice con esta época científica e ilustrada. Esto pueden ser cierto para ciertas religiones intimistas y fideistas, pero no para el cristianismo que se ha caracterizado por el diálogo entre la fe y la razón, asegurando las bases del respeto y amor a la dignidad humana como ninguna otra visión.

El cristianismo desde los primeros siglos se enfrentó con estas objeciones. La ciclópea tarea de la Patrística (Padres Apostólicos, apologetas, etc.) que penetra en la edad media y continua con los arquitectos de la teología medieval fue precisamente situar al cristianismo a la altura del diálogo con las cosmovisiones inmanentistas de su tiempo.  

Ayer eran esas filosofías, hoy es el amplio pensamiento derivado del paradigma tecnocrático, como ha intuido proféticamente el papa Francisco en Laudato Si. Un paradigma subyacente a todas las expresiones de la vida e incluso una super-ideología que se lleva puestas las antiguas referencias derecha-izquierda.

En el caso español, debemos añadir la confusión del nacionalcatolicismo, que utilizó, en otras circunstancias históricas, lo religioso como soporte de una concepción política impuesta muchas veces a la fuerza. Actualmente perdura esta concepción en un amplio imaginario social, tan pobremente educado en la fe, a pesar de haber dispuesto de tantos medios evangelizadores en su momento.

Tal residuo cultural religioso, consentido por una parte importante de la clerecía, es una perfecta excusa para que las ideologías izquierdistas pongan en la misma bolsa toda expresión religiosa organizada institucionalmente, aunque paradógicamente aproveche toda ocasión para sacarse una foto con el Papa, como si su mensaje social pudiera segmentarse fácil y emocionalmente del tronco doctrinal católico (ese “cortar” unas verdades de su tronco es lo que se conoció con el nombre de “herejía”).

Reyes Mate tampoco está de acuerdo con una aniquilación de lo religioso en la sociedad y recuerda que ni es posible vivir sin referentes simbólicos, ni conveniente”. “Secularizar todos los espacios compartidos no es la estrategia más eficaz para crear una sociedad tolerante (cit por Ruiz Andrés)

Pero el nacionalcatolicismo sirve también a nuevas expresiones de derecha “que apelan al “rescate” de una España en la que aparece al cristianismo cultural como parte de la definición esencialista de la nación, posicionándose dentro de la narrativa del “ellos-nosotros” que caracteriza al populismo…contra el “progre secularizador” y el “islam invasor. (Zúquete y Villacañas cit. por Ruiz Andrés). Tal visión intenta reivindicar una esencia nacional católica que curiosamente ignora el magisterio de la Iglesia de los últimos cincuenta años y aquello de “ubi Petrus ibi ecclesia”, llamando al Papa despectivamente “el ciudadano Bergoglio” por no cuajar en su repertorio sesgado de semiverdades.

Causalidades internas de la apostasía

Pero si hay algo en que los autores citados al comienzo coinciden, aunque con desarrollos diferentes, es que esta situación de increencia tiene un fuerte componente intra eclesial: "el enemigo está adentro" (Mt 10,36), es la desunión: Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no se mantendrá en pie. (Mt n12, 25)

Para Setién (cit por Rafael Ruiz): “el dilema intraeclesial es múltiple: una contraposición entre Iglesia establecida / Iglesia de misión, Iglesia litúrgico-cultural / Iglesia de compromiso temporal, Iglesia defensiva / Iglesia innovadora, etc. Esta pléyade de rupturas, que ha sido más comúnmente traducida con los binomios conservadores/progresistas o tradicionalistas/reformistas, se convirtió desde este momento en una herida dentro de la comunidad eclesial que ha sido valorada por McLeod (2007) como uno de los principales motivos de pérdida de credibilidad de la Iglesia y de secularización a partir de los sesenta." La gente común ya se aburrió de esta guerra que ha debilitado la Iglesia, se siente fuera, no le interesa.

Ricciardi también coincide en que, habiendo la Iglesia superado muchas crisis que venían de afuera, actualmente el fenómeno de la increencia masiva proviene de causas internas a la Iglesia. “Hoy la crisis responde sobre todo al descenso de los indicadores de vitalidad católica. Es, pues, interna y no externa”

El Papa, al tanto como pocos de lo que ocurre en la Iglesia y en el mundo, continuamente llama a la unidad y denuncia los dos grandes males intraeclesiales: la autorreferencialidad y el clericalismo. Una Iglesia que vive preocupada por sus asuntos internos y una jerarquía celibataria que no encuentra el modo de servir a la humanidad en esta época, sino que se parapeta tras murallas que la alejan de la vida real de la gente y del gran dogma de la Encarnación: “lo que no se asume no se redime” (San Ireneo). La pederastia entre tantos otros abusos es un fuerte llamado de atención para cambiar evangélicamente la vida sacerdotal aislada, que es caldo de cultivo de muchas patologías.

Termino esta primera nota citando una vez más a Ricardi: "El cristianismo, más que una institución que hay que conservar todo lo posible, es una realidad de nuestro futuro. Más que defender las posiciones del pasado o tal vez lo que queda de ellas, hay que descubrir el cristianismo como parte integrante del futuro." Agrego por mi parte que el cristianismo es un tesoro de la humanidad que no podemos perder por no asumirlo vitalmente.

Guillermo Jesús

Poliedroyperiferia@gmail.com

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