La actualidad de María Zambrano

Esta pensadora comprometida con la libertad supo predecir el desastre que incubaba el liberalismo por ensalzar a la razón de una manera exagerada y el individuo como centro de todo, obviando las diferentes dimensiones que el ser humano debe atender para su verdadero desarrollo. Ya advertía de que “El error del liberalismo estriba en haber cortado las amarras, no solo con lo suprahumano sino también con lo infrahumano”, advirtiendo que este sistema o doctrina del liberalismo, ya en su época provocaba un desajuste social entre una ética intelectual y la masa anónima de trabajadores sobre los que caían las consecuencias de un sistema económico injusto.

Dicha moral fría y racionalista que ya en su tiempo provocaba exclusión social, fue denunciada por María Zambrano (1904-1991) desde sus consecuencias: buscar denodadamente el propio espacio, termina destruyéndose uno así mismo al no reconocer a ninguna instancia moral o ética que perturbe mis intereses inmediatos. La consecuencia, tan conocida hoy, la soledad existencial cuya fuente primigenia es la insolidaridad. Mercedes Gómez Blesa va más allá en su introducción a Zambrano y su Claros del bosque, apuntando que el endiosamiento del sujeto a lo largo de la Modernidad pretendía ocupar el lugar de Dios es la causa del nihilismo que angustia a la persona. Y al fondo de todo, la soberbia humana. Para Zambrano, esta actitud ha sido el verdadero enemigo de Europa.

Siguen sus libros en las librerías, prueba de que su mensaje sigue de actualidad aún en estos tiempos de pensamiento “líquido”. Merece la pena acercarse a esta mujer, al menos para dar un paseo por los hechos más señalados de su biografía, nada fácil y bastante más convulsa que los tiempos que nos tocan vivir, en medio de tanta incertidumbre; nos ayudará a valorar y relativizar las dificultades actuales. Ella fue una mente privilegiada, honesta y portadora de un pensamiento que supo casar filosofía y poesía, tan cerca de los místicos, que reivindicó algo tan incómodo como la humildad, para ella fuente de sabiduría. Una profetisa que nos alerta, también hoy, que inhibir la piedad y reprimir el sentimiento religioso es una manera de cerrarse al otro y de cercenar las verdaderas fuentes de la Vida. Y denuncia: “La filosofía moderna no ha pretendido reformar la vida. Por el contrario, quiso trasformar, la verdad”.

Se enfangó con lucidez en su crítica a la voluntad de poder y el eterno retorno de Nietzsche denunciando la deducción de todo al positivismo que algunos hicieron -y siguen haciendo- del espacio interior del ser humano. Haber enfocado la cuestión del ser como problema fundamental de la filosofía es totalmente revolucionario en un tiempo revuelto como el que le tocó vivir a ella. Ante la desesperanza de los pensadores de la cansada y decadente Europa, que han proclamado el triunfo de la técnica, el gregarismo y la pérdida del sentido, el pensamiento débil o las ambiciones materialistas por todo horizonte, la filósofa reivindica que podemos elegir entre estar en la historia en forma pasiva o activa, conducirla hacia su mejor realización o padecerla como víctima. Zambrano eligió impulsar una corriente esperanzada abierta a la transformación del ser humano en mucho más que un “homo consumens”, en la medida que exista una implicación en utilizar la libertad apostando por un compromiso en torno a fe/razón, y acción/contemplación.

En definitiva, María Zambrano propone una antropología cristiana renovada en la experiencia del desnudamiento, la contemplación y la acción, donde la persona pueda realizarse plenamente. Aunque solo sea por su libro principal El hombre y lo divino, y por acercarse a su biografía, ya merece esta reseña.

Acabo con una idea suya que explica muy bien la actualidad y lo visionario de su pensamiento; dice así: “Es posible llegar a destruir un orden y establecer otro, con la consiguiente aureola revolucionaria, en nombre de una tendencia conservadora”.

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