Un libro, lo clásico en abril

En la semana en la que se celebra el Día del Libro, recomiendo a quienes siguen este Punto de encuentro un texto recién publicado de Joan Chittister por Sal Terrae: El momento es ahora. Y como subtítulo añade esta frase interpelante: Llamada a una vocación excepcional. Es un libro que se lee casi de un tirón, con capítulos cortos y un mensaje que esta activa benedictina repite como un mantra: ¿qué haría yo ahora, en este momento de mi vida para mejorar el día a día?

Chittister nos apela a la parte de profeta que anida en nosotros para que nuestra praxis religiosa sea más activa en el sentido de vivir nuestra fe en las calles del mundo, no solo replegados en el culto y los ritos. Ya lo decía el catecismo: la fe no es válida a no ser que la vivas, no sirve una fe sin obras porque está muerta. Ella se atreve a hablar de "espiritualidad profética" en el sentido de nuestra necesaria implicación a la co-creación en los espacios en los que vivimos; no se trata de equipararse a san Francisco Javier; en nuestro mundo real y cotidiano tenemos mucha labor que realizar desde el ejemplo, generando confianza para ser luz para otros. Estamos aquí para esparcir semillas en el presente, somo sembradores, no necesariamente recolectores.

La contemplación es necesaria, y la oración. Pero se trata, nos dice Chittister, de integrar la vida de Jesús en la mía, abiertos a la acción del Espíritu. La espiritualidad sacramental es una parte; la otra es seguir el mandato cristiano de mejorar la realidad ayudando a los demás directamente, o a través de la denuncia profética en aquellas cosas que puedan estar a nuestro alcance y no deberíamos pasar por alto por mido, respetos humanos o indiferencia. Vivir una vida espiritual es hacerlo con los ojos bien abiertos tratando de visualizar las necesidades de los demás y nuestras propias posibilidades de ayuda reales. Jesús ponderó el centavo de aquella pobre mujer que lo dio todo al cepillo del Templo… Solo podemos depositar nuestra confianza en Dios, dejar de lado nuestras ambiciones para que las cosas evolucionen sencillamente a pesar de las apariencias porque detrás de todo está Dios. Nosotros somos sus manos. Para Antoinette Doolittle somos las luces ardientes que iluminan el templo espiritual en la Tierra. Las personas pasaremos, pues es ley de vida, pero los candeleros de nuestro ejemplo seguirán ahí, y otra luz se posará e ellos

La religiosidad cristiana de verdad tiene un fuerte componente de actitud hacia el Otro, no cabe encerrarse en uno mismo y en los ritos por muy adecuados que sean, porque no es suficiente. El ejemplo de Jesús es muy claro. Ninguna persona cristiana está exenta de responsabilidad so pena de adulterar gravemente el Mensaje como ya les ocurriera a aquellos expertos en la religión que acabaron por eliminar a Jesús.

¿Qué mensaje recibe la gente de nosotros? ¿Para qué sirve la vida espiritual sino es para mejorar el mundo en aquello en lo que tenemos influencia, por pequeña que nos parezca?

El libro, de fácil lectura, aporta algunas frases de otroas personas resaltadas por la autora. Me quedo especialmente con esta de John A. Shedd: "En el puerto, los barcos están a salvo. Sin embargo, los barcos no se construyeron para eso". No pocos temen los cambios porque lo cambios sean malos, sino por lo buenos que son… y dejan a la vista los privilegios injustificados de algunos. Leed este libro que me ha recordado a una pequeña ducha de agua fría que nos despeja y activa mente y cuerpo, mejora la circulación, nos oxigena por dentro y refuerza la calidad de nuestra fe.  

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