In memoriam del abad emérito del monasterio de Poblet José Alegre, un sabio y un maestro espiritual con corazón

José Alegre
José Alegre

"Hace años, descubrí que, en Poblet, vivía un sabio, que, desde el silencio orante de sus obras, expresaba la ternura del Dios amor"

"Sentía debilidad por mi abuelitud (quizás porque renunciar a ser padres y abuelos es la más radical renuncia de los clérigos; tan radical que les deja arañazos en el alma) y la entendía desde la experiencia mística"

"Cuando vivimos a un ritmo tal, cuando NO HAY TIEMPO, vivimos el tiempo sin tiempo, el desierto, o la locura en la sociedad. ¡NO HAY TIEMPO! ¡NO TENGO TIEMPO!  Qué tristeza me da esta expresión. Esto nos lleva a crecer en deshumanización"

Aunque parezca cosa del pasado, todavía hoy hay maestros espirituales. Uno de ellos, el padre José Alegre, abad emérito de Poblet, se nos acaba de ir a la casa del Padre. Y se fue, como Casaldáliga, con el corazón lleno de nombres, de personas amadas, que, al final, es lo que cuenta.

Nos escribíamos (por email) a menudo y desde hace años, cuando, a través de uno de sus libros de Adviento, descubrí que, en Poblet, vivía un sabio, que, desde el silencio orante de sus obras, expresaba la ternura del Dios amor. Un monje que, sin estar en el mundo, amaba al mundo. Con los nombres y apellidos concretos de mis padres, de mi mujer, de mis hijas y de mis nietas. Y de otras muchas personas, que, por unas u otras razones, formaban parte de su universo afectivo.

Campaña en defensa del Papa: Yo con Francisco

Una de las fotos de mis nietas que compartí con José Alegre
Una de las fotos de mis nietas que compartí con José Alegre

Nunca mandaba un email sin preguntar por los míos. Y no lo hacía, para quedar bien (práctica habitual entre los clérigos), sino porque mi gente entró a formar parte de su vida. Por eso, el recuerdo y la oración por ellos no era forzado, le salía del alma.

Sentía debilidad por mi abuelitud (quizás porque renunciar a ser padres y abuelos es la más radical renuncia de los clérigos; tan radical que les deja arañazos en el alma) y la entendía desde la experiencia mística. Y disfrutaba viéndome disfrutar con mis nietecitas. Por eso, me hizo prometer que, cada año, le mandaría una foto con las dos en brazos. Una en cada brazo, mientras fueron bebés. Después, ya sentadas a mi lado, porque no podía sostener a las dos a la vez.

Y desde lo concreto, sabía remontarse a los más profundos arcanos de la vida, de la sociedad y de la Iglesia. Y ahí están sus numerosos libros, para probarlo. Era un sabio, que apuntaba a lo fundamental. ¡Cuánta sabiduría condensada! Cuánta vida, porque se notaba que sus reflexiones nacían de la vida a borbotones, como una fuente.

Para muestra, un botón. Una vez, en plena pandemia, cuando su amigo, el cardenal Omella, fungía de presidente de la Conferencia episcopal y se suponía que había recibido del Papa Francisco la misión de cambiar el rostro del anquilosado episcopado español, le pregunté sobre la siempre difícil y complicada papeleta del nombramiento de obispos.

Y esto fue lo que me contestó:

José Manuel: ¿Qué te puedo decir de nuevo que tú no sepas en todo este galimatías de nombrar obispos? Lo primero que creo es que, en estos momentos, este asunto del nombramiento no se puede reducir solo a progresistas o conservadores… o pon las palabras contrarias más adecuadas en este punto.

Mira, cuando nombran a Omella para Barcelona, creo recordar que éste le transmitió al Papa su preocupación de ir a una Diócesis de tal envergadura; y que el Papa le dijo:  ‘Tú, lánzate a amar a la gente. Amales mucho…’

Creo que el Papa le dijo “una buena palabra”. Pero “esa buena palabra” es preciso recogerla y asumirla. Es decir, hay que poner en la pastoral el “corazón”. Pero derramar el corazón quiere decir, o exige, tenerlo lleno. Y se llena cultivando asiduamente la amistad, la relación con Dios.

Y uno tiene la impresión, a veces, de que consideramos (y la vivimos) la Iglesia como una empresa y no como una comunidad. Una comunidad que hay que edificar continuamente: un trabajo y un servicio pastoral preocupado cada día por una presencia activa y viva del Espíritu Santo o una ocasión de “subir peldaños” en el “staff”  de la empresa.

Ahora bien, cuando se lee las palabras de un obispo que envía, por primera vez, su saludo o pronuncia su primera homilía, uno tiene la impresión de que hay una “homilía modelo” de incorporación de nuevo obispo.  Una homilía , en la que se viene a decir más o menos lo que ya se sabe que debe ser su servicio pastoral. Pero uno tiene dudas de si el nuevo obispo sabe exactamente la situación de su Diócesis: clero, religiosos, laicos… Quizás sería mejor entrar en silencio, en un ejercicio de practicar la primera palabra de la Regla de san Benito: ¡ESCUCHA!

Monasterio de Poblet

Por otro lado, tengo la experiencia de dirigir algunos ejercicios espirituales a sacerdotes, en los que he hecho mucho hincapié en el punto de arraigar el corazón en la Palabra de Dios. De plantearse en serio, muy en serio la relación con Dios, mediante una vida de plegaria que “llene la vida, el corazón”. 

(Por cierto, leí un trabajo de José M Castillo, que colabora también asiduamente con Religión Digital, y en el venía a decir que un tanto por ciento elevado de sacerdotes -no recuerdo ahora el tanto por ciento- no consideraba imprescindible la plegaria para su servicio pastoral. Y otro tanto por ciento, que no era necesaria… ¡asombroso!) 

Hace unos años, siendo abad, vino un grupo de sacerdotes a preparar el curso pastoral para el Arciprestazgo. Al final, cuando pasé a saludarlos, me comentaron sus proyectos para el nuevo curso. Nada había que objetar: formación, cáritas, celebraciones, encuentros...en fin todo lo que se suele hacer en las parroquias.

Yo les pregunté: ¿Habéis pensado en dedicar tiempo a encuentros personales? Para ayudar a madurar a los laicos, para comprometer un poco más en la vida parroquial…Me dijeron que no.

Creo que, a principios de este curso, algún obispo animaba a los sacerdotes, catequistas… a poner un poco menos el acento en las reuniones (que también son necesarias) y un poco más en la relación personal.

Poblet

José Manuel, ES EL RITMO DE LA VIDA, es decir cuando esta relación personal queda supeditada al ritmo de la vida. Y esto no solo en las parroquias, sino en las mismas familias. E incluso en los MONASTERIOS, José Manuel.  

Cuando vivimos a un ritmo tal, cuando NO HAY TIEMPO, vivimos el tiempo sin tiempo, el desierto, o la locura en la sociedad. ¡NO HAY TIEMPO! ¡NO TENGO TIEMPO!  Qué tristeza me da esta expresión. Esto nos lleva a crecer en deshumanización.

Mira, José Manuel, lee el final de la Carta a los Romanos de san Pablo, donde se despide, y verás que nombra a más de 30 personas, en concreto. ¿Tú crees que esto lo pueden hacer hoy muchos pastores -obispos o párrocos-, cuando se despiden?  Además, san Pablo, al hacer alusión a algunos, lo hace apuntando incluso algún detalle de relación personal.

No sé, José Manuel.  A mí me da la impresión de que esa dificultad de nombrar obispos no está solo en la diligencia del Nuncio, o de Omella, sino también, y yo diría especialmente, en al ámbito del clero.

En Religión Digital decía o hablaba alguien de contar o no contar con las comunidades para el nombramiento. Visto como están las comunidades, es algo que tampoco veo claro. Quizás sea necesario otro tipo de proceso.

La vida se presenta de manera multiforme para todos. Quizás puede haber otros caminos para un proceso de elección. Aunque con este RITMO DE VIDA, fácilmente en todos los caminos vamos a encontrar piedras de tropiezo.

Poblet

Yo, sobre esto del ritmo de la vida, me pregunto a veces: ¿Serán tus 80 años?  Y me quedo dudando. Pero luego oyes que “es importante hacer todos juntos la plegaria” a la hora de un encuentro, una comida… De acuerdo. Pero poco después, mientras algunos están haciendo un servicio comunitario, otros corren para estar a tiempo en la plegaria, que al final se hace “escalonadamente”. Es decir, unos en su sitio, otros en la puerta, o en camino…No solo son mis 80 años. DIOS NO TIENE PRISA…

Bueno José Manuel, ya te he manifestado mis impresiones, quizás un poco deslavazadas. Pero repito: todo esto que te comento no creo que venga a decirte nada nuevo, pues os creo a vosotros más conscientes y sabedores que un monje alejado del ritmo de la vida.  Un abrazo

 P. Alegre

Nota: Con todo esto de la pandemia imagino que este final de año pasado no tuviste la oportunidad de darle a tu padre, Pepe, la alegría de poder volver a ganarte al dominó.

Padre Alegre

Etiquetas

Volver arriba