"Quien ama, no se busca a sí mismo: busca sólo perderse" "Tu rostro buscaré, Señor"

"Una amiga que tuvo siempre abiertas para Jesús las puertas del corazón, después de escuchar el evangelio de este domingo, me dijo algo así: '_Padre Santiago, a Jesús aquel día se le fue la lengua, se pasó varios pueblos…'"
"Y lo mismo pensarán, sospecho yo, muchos de los que hoy escuchen aquella misma palabra del Señor: 'Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá'"
"Así que voy a intentar acercarme al misterio de esa 'alocada' declaración de Jesús"
Una amiga, que traspasó hace tiempo la frontera de los noventa años, y que tuvo siempre abiertas para Jesús las puertas del corazón, después de escuchar el evangelio de este domingo, me dijo algo así: _Padre Santiago, a Jesús aquel día se le fue la lengua, se pasó varios pueblos…
Y lo mismo pensarán, sospecho yo, muchos de los que hoy escuchen aquella misma palabra del Señor: “Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”.
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Así que voy a intentar acercarme al misterio de esa ‘alocada’ declaración de Jesús.
Los verbos que en ella aparecen referidos a la oración, son: “pedir”, “buscar”, “llamar”, tres acciones que se supone van siempre implícitas en la de “orar”.
Uno de los discípulos había dicho a Jesús: “enséñanos a orar”. Y él los invitó a todos a “pedir”, “buscar”, “llamar”. Tres palabras, con las que nombramos acciones que, antes de ser nuestras, lo son de Dios, aún más, parece que son característica inconfundible del modo de ser de Dios, un Dios, el nuestro, que siempre pide, siempre busca, siempre llama… siempre pide para dar… siempre busca para que lo encontremos … siempre llama para abrirnos la puerta de su casa…
Nuestro Dios pide, busca, llama, para que nosotros recibamos, encontremos, entremos…
A ese modo de pedir, de buscar, de llamar,se le podría considerar el modo divino de conjugar verbos humanos.
En la escuela de oración de Jesús, los discípulos aprendemos a conjugar los verbos en el modo de Dios.
En ese modo divino, en el modo del Padre, del Hijo y del Espíritu, siendo nosotros los que pedimos, siendo nosotros los que buscamos, siendo nosotros los que llamamos, lo que llevamos en el corazón, aquello por lo que nos afanamos, porque en ello nos va la vida, es ver realizado en el mundo el sueño de Dios, el proyecto de Dios, los anhelos de Dios, el reino de Dios.
“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”: No tendrás que salir de la oración y esperar a que recibir lo que has pedido, a encontrar lo que buscabas, a que se abra la puerta a la que has llamado; no tendrás que esperar, porque todo se te ha dado ya mientras orabas, todo lo has recibido mientras lo pedías, todo lo has encontrado mientras lo buscabas, y la puerta se te abrió de par en par mientras llamabas a ella.
“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”: no es la oración un ejercicio de magia sobre Dios para que ponga a nuestro servicio su poder; no es la oración palabrería inútil de ingenuos que le cuentan a Dios lo que él ya sabe. La oración es ansia, es anhelo, es pasión, es declaración de fe, de esperanza, de amor…“¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?”

“Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá”: la oración –nos diría santa Teresa, que en la materia es doctora- la oración es “tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”.
La oración, intuimos, es encuentro de amantes para tratar de amor.
El místico sufí lo dijo de aquella manera:
“Tu amor me sacó de mí. A ti te necesito, sólo a Ti. Ardiendo estoy día y noche, a Ti te necesito, sólo a Ti. Ni me contentan las riquezas ni me asusta la pobreza. Con Tu Amor yo me consuelo. A Ti te necesito, sólo a Ti. Tu amor disipa otros amores, en el Mar del Amor los hunde. Tu presencia todo lo llena. A Ti te necesito, sólo a Ti… Aunque tengan que matarme y dar al viento mis cenizas, mi tierra seguirá diciendo: A Ti te necesito, sólo a Ti…” (Yunus Emre).
Jesús nos enseñó a decirlo así: Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos tu pan, danos tu perdón, y no permitas que nos apartemos de ti.
Quien ama, no se busca a sí mismo: busca sólo perderse: “Tu rostro buscaré, Señor; no me escondas tu rostro”.
“Buscad primero el reino de Dios y sus justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura”.
