Aguantar la aridez en la oración

Enfermos y Debilidad

Aguantar la aridez en la oración

aridez

 Me asomaba a la ventanilla del tren. Contemplaba los campos nunca segados: paisajes áridos de Castilla, tierras resecas de las Bardenas de Navarra. Mi imaginación voló de allí enseguida a mi tema favorito: las bellas parcelas del Reino de Dios, las personas que un día juraron fidelidad y amor a Jesús, Rey de Reyes, Amor de los Amores. Seguro, tú eres una de esas almas. ¿Es ahora tu espíritu rastrojo antiguo, barbecho eterno de los campos de meseta?

¡Alma en sequedad! Habías caminado largo tiempo por senderos abiertos. La oración no era siempre jugosa, mas durante el día mantenías contacto amistoso con tu Dios.

 Ahora parece que el siroco del desierto ha abatido tu heredad. Se han agostado las fuentes y, durante la jornada, los miasmas del bochorno intentan infestar el clima de tu atención. Resiste. Ofrece al Señor el sacrificio de tus horas de oración, como acostumbrabas en los mejores tiempos. Combina la súplica con la lectura espiritual. Utiliza de nuevo aquellos libros que en el pasado lograban envolver tu ser entero como en nube de esperanza.

            A perseverar en estos ejercicios, deleite del alma, incompatible con los placeres sensuales. Dicen los autores de la vida interior: muchos lo dejan todo en época de sequedad, en las tinieblas de la noche oscura. Pero quien persevera hasta el fin, ese llegará a la meta; entrará en el gozo de su Señor, llevando junto a sí un nutrido grupo de personas a quienes conquistó para el Reino.

José María Lorenzo Amelibia

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