Animarnos en la aridez y sequedad

Espiritualidad

Animarnos en la aridez y sequedad

aridez

Aridez del alma

No debemos desanimarnos por la aridez en la oración y en la vida espiritual. Es normal. Le demostramos al Señor gran amor si a pesar de la aridez seguimos con atención a El. He leído de San Alfonso: gran parte de su vida no encontraba a Dios en la oración ni en la comunión. Le daba a él la impresión de ser un alma sin amor, sin esperanza y sin fe. Se creía abandonado de Dios.

Pero hemos de tener en cuenta que ni las consolaciones son la verdadera devoción, ni las arideces son signo de disipación. La voluntad puede permanecer firmemente arraigada en Dios a pesar de la sequedad. Las emociones y consuelos en la oración son como la flor: belleza y promesa de fruto. Pero cuántas veces las flores se agostan sin llegar a producir su fruto... ¿En nuestra vida no ha podido pasar algo parecido en algunas épocas de consuelo?

Es bueno aprovechar el tiempo de alegría y euforia para avanzar en la virtud. En momentos de tristeza y aridez solemos ir más lentamente, pero tal vez con paso más seguro. Cuando estamos en consolación nada hace sufrir: trabajos, injurias, humillaciones... todo se convierte en motivo de alegría. Pero si viene la desolación interior... Por eso apetecemos la devoción más que cualquier satisfacción temporal. Y a veces el Señor nos quita este regalo para que avancemos por puro amor de El.

A veces la aridez nos viene como consecuencia lógica de nuestra disipación interior, signo de nuestra tibieza. Entonces hemos de volver a las fuentes de la auténtica piedad. Recordar por ejemplo lo leído en Tissot.

Otras veces la aridez es involuntaria. Nos esforzamos, pero Dios nos ha quitado la miel y nos da alimentos más fuertes. Son un excelente purgatorio en esta vida. Hemos de hacernos indiferentes a todo y abandonarnos a la Providencia. Si disfrutamos de consolación, recibirla con agradecimiento y avanzar. Si no la tenemos, confiar. Voluntad decidida a no aflojar en la oración y lectura espiritual.

¿Recuerdas? El comienzo de la vida espiritual en serio estuvo lleno de consuelos y alegrías. ¿No te ocurría a ti así? Después las cosas se han ido complicando. Todo se hacía cuesta arriba. Más aún cuando todo comienza a salir mal. En algunas temporadas todo se conjura contra nosotros mismos. Incluso la fe se hace más oscura. Entonces empuja al alma una especie de melancolía existencial. Si al menos sintiéramos la caricia alentadora del. El Esposo se sustrae de nuestras miradas. Y si alguna vez reaparece, como sol en medio de nubarrones, es para ocultarse de nuevo en una tormenta más oscura. ¿Por qué ocurrirá esto? Tal vez será porque en nuestro corazón quieren habitar el amor divino y el amor propio. Y se trata de una invitación del Señor a la renuncia de nuestro amor propio en aras del amor de Dios. Esto lleva consigo dolor, generosidad, fe y esperanza. Piensa en todo esto. Tal vez te convenza. Y vamos a ponernos en oración confiada. Estamos en las manos del Señor.

Y no hemos de buscar los grandes consuelos en la oración y en la entrega a Dios. Ya no somos principiantes en esta tarea de la vida interior. Tampoco somos grandes santos. Estos, superado todo el amor propio a base de grandes pruebas, disfrutan de grandes consuelos interiores sin la menor mirada de la propia complacencia.

José María Lorenzo Amelibia  

Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com  

Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/       

Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia.                                           Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2

Volver arriba