Me viene, mientras te escribo, una idea que me parece luminosa: estamos practicando la Comunión de los Santos. Si yo te escribo y tú me lees o si tú me comunicas algo que estimule mi fe, esperanza, amor a Dios o al prójimo, se trata a mi manera de ver, de verdadera Comunión de los Santos. ¡Y no digamos nada si además nos encomendamos en la oración!

Otras veces, sí, será comunión de los santos esas gracias que nos vienen sin saber cómo ni de dónde; pero si nos llega a través de una comunicación mutua, será más sensible. Pensaba en la brevedad de la vida. La vida es un espacio de tiempo que Dios nos da para enamorarnos de Él. Así debiéramos mirarla. Así debemos vivir. Buscando a Dios en todo momento, intentando día a día su amor. Llenarnos de Él y de su causa: el Reino. Estar siempre con El y lanzarnos, como los Apóstoles a la evangelización.

Aquella frase de San Pablo llena el alma: "Vivo yo, mas no soy yo quien vive; es Cristo el que vive en mí." El nos va a transformar poco a poco e imprimir en nosotros los rasgos del Padre. ¡Qué eficaz va a ser entonces nuestra labor apostólica! Pero cuánta miseria tiene que quitar todavía de mi alma.