SIEMPRE ASPIRAR A LA PERFECCIÓN

Espiritualidad

SIEMPRE ASPIRAR A LA PERFECCIÓN

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Aspiramos a ser perfectos

Es un deber aspirar a la perfección, no sólo esperar la salvación. "Sed perfectos..." dice Jesús. No aspirar a la santidad sería no desear a mar a Dios con todas nuestras fuerzas. Buscar la experiencia de lo divino. Unas veces percibiremos la proximidad de Dios, otras su mismo ser. Y esto no por afán curioso, sino por deseo de la gloria de Dios.

En los sacramentos, en el trato amistoso con las personas, en la oración comunitaria y privada, hemos de encontrar esta experiencia amorosa de Dios.

Con Dios podemos relacionarnos y debemos. Llegamos a veces a una intuición directa y objetiva de la realidad trascendente. A veces la fe es evidencia y sin nubes. Luego se vuelve a la monotonía oscura.

Esta experiencia de Dios al fin y al cabo es propia de nuestra alma peregrina. ¡Qué será Patria si aquí algunas veces se gusta cuán suave es el Señor! Vivir conscientemente la gracia santificante; relacionarnos varias veces al día con el Dulce Huésped del alma. Ojalá, querido amigo, tomemos conciencia de recibir de Dios un amor ya del todo hecho, de manera que NADA NI NADIE PUEDA SEPARARNOS DEL AMOR DE CRISTO.

¡Cuántas veces hemos aspirado a la perfección! Recuérdalo: meditaciones de nuestra juventud, pláticas, ejercicios, ratos de oración...Después este ideal se ha ido tiñendo de nubes. Lo cierto es que todos estamos llamados a altos grados de santidad. Es verdad: Dios a algunos les ha predestinado a mayor perfección, pero esto no ha de ser obstáculo para mi falta de entrega generosa. Yo por lo menos podía haber correspondido mejor a la gracia y me voy quedando muy atrasado, como alumno eternamente repetidor.

Por lo menos este es mi deseo: en mi intención sea lo primero aspirar continuamente a la santidad, no cerrarme a las muchas gracias ofrecidas continuamente por el Señor. Para ello he de aceptar con agradecimiento todo lo ofrecido por la voluntad de Dios a nuestras vidas; lo agradable y lo desagradable. Y si llega una noche oscura, pedirle fuerza para resistir y seguir adelante. Yo lo sé: tu vida ha sido más generosa que la mía; pero también podrás seguir mejorando tu relación con Dios.

José María Lorenzo Amelibia  

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