¿Hasta cuándo la ley del celibato? El celibato visto hoy. Languidece la ley, pero sigue, sigue...

 Crítica Constructiva

Asociación de Sacerdotes Casados de España ASCE

Informa ASCE

El celibato visto hoy. Languidece la ley, pero sigue, sigue... 

Hoy más que nunca puede llegar a apreciarse la grandeza del celibato por el Reino de Dios. Y hoy más que nunca llegamos a discernir también que urge cambiar pronto la legislación del celibato como forzoso a los sacerdotes del rito latino.

La entrega total a Dios, como signo del Reino de los Cielos, es un consejo evangélico; indica grandeza de corazón para quien lo asume; libera de cargas familiares con el fin de dedicarse en plenitud a los demás. Ayuda a una vida mística plena; a la oración contemplativa. Es propio de almas generosas que han recibido el don de Dios.

Si echamos una mirada a la historia de la Iglesia, observamos que el hecho de vincular el celibato con el sacerdocio ha traído siempre muchas desdichas, mucho escándalo, mucha doble vida.

El clérigo obligado a la soltería, cuando no ha recibido el don de Dios, a pesar del esfuerzo y buenos deseos no consigue vivir la virginidad con alegría y elegancia. Para él resulta carga insoportable. Es cierto que los santos, que han correspondido al carisma recibido, son verdadero testimonio y su existencia es dichosa para ellos y para el Reino.
Pero ¿cómo reacciona un gran número de clérigos para compensar la vacuidad de su vida? Basta echar una ojeada a la pantalla de cine y percibir a un cura tradicional: amigo de la buena mesa, gordinflón y abotargado. Unos buscan compensación en la buena mesa; el poder es para otros una salida elegante y más refinada. Por eso conocemos tanto cura trepador que se arrima a quien considera capaz de ascenderle. Llegar a obispo, una salda óptima. El summum. Un cura de los años 80 iba a secularizarse; le nombraron obispo y desistió. Ha fallecido hace pocos años. No digo su nombre, por dignidad propia. ¡

Estas últimas salidas parecen más dignas, aunque no lo sean. Porque las restantes resultan ignominiosas: la doble vida, el adulterio, los vicios ocultos y la pederastia... En este siglo aparecen multitud de casos cada temporada. Y ya ni siquiera son noticia, aunque sí gravísimo escándalo. De tal manera que se llega a pensar ¿se trata de verdaderas enfermedades mentales?. Muchos estamos seguros de que, sin la ley celibataria, disminuirían notablemente los casos de pederastia

Dejo como última consideración el afán de lucrase, el ansia de dinero. En principio, al no tener el sacerdote hijos herederos, parece que la pobreza debiera ser una virtud natural. Y no es así. Con demasiada frecuencia aparecen los curas peseteros. Todos conocemos abundantes casos de sacerdotes que al morir dejan pingües sumas de dinero. Hace unos días marchaba de este mundo un sacerdote poseedor de una renta vitalicia de 200 mil euros anuales. Sin llegar a estos extremos, es frecuente el cura “ahorrador”, con multitud de trabajos remunerados, coleccionista de billetes y dividendos… Total, no están desposados con mujer, pero se han casado con el poder, con el dinero, con la buena mesa, con mil fruslerías. Y no son casos excepcionales. El celibato obligatorio ha desviado el afecto, siempre de una manera disimulada, por otros campos menos dignos que la creación de una familia.

Urge la revisión de la ley. Urge un cambio. Y urge más fomentar en el sacerdocio la verdadera santidad – sean casados o célibes –; porque sin verdadero amor a Dios, al Reino, a la evangelización, seguirá aumentando la increencia. Todos esperábamos que el papa Francisco iba a dar los primeros pasos para el cambio total de la ley celibataria. Iba a comenzar con la ordenación de los "viri probati". Pero... ha entrado en temor, él sabe por qué. Y ahora... a esperar otra vez. Mejor ya no hacer cábalas a ver qué pasará. Llegar el camio, llegará. Pero que ningún clérigo enamorado, ni ninguna mujer enamorada de un cura piense que su problema se va a solucionar. La única solución para ellos: buscar el currusco para poder vivir y pedir la dispensa como lo hicimos muchos hace ya casi sesenta años...  

Dadnos, Señor, sacerdotes santos, obispos santos, solteros o casados, pero santos.

José María Lorenzo Amelibia

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