Hace varios meses lo contaba en la mi sección a los obispos, y hoy vuelvo a insistir en ello: ¡Señores cardenales, menos humos! Con eso de ser “Príncipes de la Iglesia”, ¡a veces se pasan, y mucho! Y quienes debieran distinguirse por su humildad, lo hacen por su arrogancia. He aquí uno de los casos: Hablaba por teléfono un cardenal con un arzobispo. Se fue enzarzando la conversación.

oh... los cardenales

El cardenal, indignado por el tono de su compañero de menor rango, le pregunta si está sentado o de pie hablando con él. Le contesta el monseñor que sentado. Con ira le replica el cardenal: “Cuando se habla por teléfono con un cardenal hay que hacerlo de pie”.

Bochornoso, antievangélico. Oh, las dignidades… Evitad, obispos y cardenales, tamañas faltas o parecidas. No serán mortales, pero indican un alto orgullo.

Es peligroso llegar a esas alturas eclesiales; no sé qué les pasa. Porque de cardenales conozco un montón de chascarrillos verídicos y humanos, verdaderas anécdotas ligeras y picantes, pero indignos para todo hombre y más si ostenta un poder religioso. Es bueno recordarlo, diciendo el pecado pero no el nombre del pecador. Porque estoy seguro de que alguien que esto lea tendrá la misericordia de entregárselo a su amigo el obispo o el cardenal para que eviten estos arranques de ímpetu.

Y la verdad, ganas me vienen de decir nombres, pero me parece también indigno y no lo hago. Pero no se trata de un cuentecillo, es una realidad.

José María Lorenzo Amelibia

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