La fe pide un entendimiento humilde

Espiritualidad

La fe pide un entendimiento humilde

guia

Guía infantil

La fe pide un entendimiento humilde La fe pide un entendimiento humilde y rendido, "cautivando nuestro entendimiento en servicio de Cristo" (2 Cor. 10,5). Has de tener en cuenta: el entendimiento soberbio es impedimento para recibir la fe: "¿Cómo podéis vosotros creer en mí, pues buscáis ser honrados unos de otros, y no buscáis la honra que de sólo Dios viene? (Jn. 5,44)

También es necesaria la humildad para conservar la fe. La soberbia es el principio de todas las herejías y aleja de la comunión intraeclesial. Estima uno su inteligencia, juicio y parecer por encima del parecer de los Santos y de la Iglesia.

La esperanza con la humildad se sustenta; porque el humilde siente su necesidad, y entiende que no pude de sí cosa alguna, y así con gran afecto se vale de Dios y pone toda su esperanza en El.

La caridad y amor de Dios, con la humildad se aviva y enciende; porque el humilde conoce que todo lo que tiene le viene de la mano de Dios y que él está muy lejos de merecerlo. "¿Quién es el hombre, Señor, para que os acordéis de él, y pongáis vuestro corazón en él, y le hagáis tantos favores y mercedes?" (Job 7,17) ¿Yo porfiar a ofenderos cada día y Vos a hacerme mercedes cada hora? Los santos, cuanto más consideraban su indignidad y miseria, más obligados se hallaban a amar a Dios, que puso los ojos en tan gran bajeza. "Glorifica mi alma al Señor, porque puso los ojos en la bajeza de su sierva." (Lc. 46-48).

Para el amor al prójimo, ¡qué necesaria es la humildad! Porque una de las cosas que suele disminuir el amor de nuestros hermanos es juzgar sus faltas y tenerlos por imperfectos y defectuosos. El humilde tiene sus ojos puestos en las propias faltas y está acostumbrado a mirar en otros las virtudes. Todos en algo le superan a él. Si eres soberbio pensarás al revés: tú en algo superas a todos.

De la humildad nace también la paciencia. El humilde sabe callar, no quejarse: sufriré de buena gana el castigo que Dios me envía, porque he pecado contra El." (Miq. 7,9).

El soberbio, por el contrario, de todo se queja y le parece que le injurian y marginan, aunque no sea así. No le tratan como merece.

De la humildad brota también la paz. "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas." (Mt. 11,29). Procura ser humilde y tendrás gran paz contigo y también con tus hermanos. Que entre los soberbios siempre hay roces y disgustos.

Practica con gran ilusión la costumbre de los antiguos cristianos: dar ventaja al otro, dar al hermano lo preferido. Así crece el amor y la paz.

La pobreza tiene también conexión y parentesco con la humildad. No olvides que en la pobreza de espíritu puso Jesús la primera bienaventuranza. Por otra parte, también es necesaria la humildad para estar feliz con lo que te dan, poco o mucho; y con lo peor, pues debemos amar la pobreza.

Para la castidad no digamos nada de la importancia de la humildad. El fiarse de sí mismo es fuente de toda clase de caídas. Una vez en el fondo del abismo, justifica y excusa el soberbio su pecado.

Obediencia y humildad, hermanas. Es evidente.

¿Deseas ser hombre de oración? La oración con humildad penetra los cielos, y no descansará hasta que llegue al trono del Altísimo. (Eccli. 35,21). Recuerda la parábola del Fariseo y el Publicano (Lc. 18, 13), y repite mil y mil veces, como el Publicano, como el Peregrino Ruso, "Señor, ten misericordia de mí, porque soy un pobre pecador".

José María Lorenzo Amelibia  

Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com  

Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/       

Puedes solicitar mi amistad en Facebook https://www.facebook.com/josemari.lorenzoamelibia. 

Volver arriba