Me gustaría prolongar la misma caridad, el mismo amor de Jesucristo.

 Espiritualidad

Me gustaría prolongar la misma caridad, el mismo amor de Jesucristo.

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¡Entonces, sí le amaría de verdad! A veces me avergüenzo al ver que los santos amaban tanto a sus semejantes y tanto a Dios... y a mí lo difícil que se me hace. Me parece como más fácil amar a Dios. Y según lo revelado no debe ser. Por eso le pido me ayude a querer más a mis semejantes. Si todos fuesen de tu estilo no sería difícil.

Hemos de pensar que nuestro amor se debe extender incluso hacia los mismos enemigos; porque tiene como supuesto evidente el amor manifestado por Cristo a nosotros, que éramos sus enemigos por el pecado. Por eso, unidos a Cristo, amaremos más a los hombres; incluso se nos hará más natural y menos difícil.

Todo esto es de lo más inquietante en mi vida interior. Tal vez porque lo hallo más difícil, molesto y me encuentro con más carencia. Y este amor ha de ser para todos; pues para todos es la luz del sol. Pero a veces nos podemos escudar en el "todos" olvidando al " "cada uno"; es una tentación sutil en la que no es difícil caer.

Al quien ama de verdad nada le cuesta. Por eso la mayor dificultad está en lograr nuestra purificación interior.

Leía hace ya tiempo en una meditación: el alma amante de Jesús le acompaña por doquiera. No se me olvidaron aquellas ideas. Dedicarse sosegadamente con Jesús al cumplimiento de los deberes cotidianos. No escoger entre las ocupaciones. Ante Dios todo tiene el mismo valor. Lo mismo en el destierro de Egipto con El que en la casa de Nazaret. Lo mismo en el Tabor que en la pasión. Lo mismo en Belén que en el templo. No vivir la propia vida, sino la de Jesús.

Sentirse así tranquilo y feliz. Como dicen algunos frailes: nada pedir, nada rehusar. Vivir como de la mano de Jesús. Con Jesús a la oración, para pedirle al Padre celestial. Con El pedir por los pecadores. Con El acordarnos de nuestros amigos, familiares, bienhechores. Siempre con Jesús.

Si estamos en estado de gracia, todo cuanto hacemos, todo pertenece al Señor. Ahora le entregamos nuestra voluntad. Todo. Lo principal es darse al Señor. Luego El va haciendo todo. Sólo habremos de seguir su acción. Dios hará vibrar en el alma su luz. Iremos así conociendo las divinas perfecciones y la propia nada. Y lo más importante es que poco a poco va el Espíritu Santo avivando el fuego de la caridad. Quien comienza, cada vez recibe más fuerza de amar; una especie de fiebre tranquila de amor. Uno hace oración, lee, mantiene contacto con Dios durante todo el día.

Es una especie de llama de amor. Unas veces viva; otras tranquila, pero siempre ardiendo. ¡Hambre y sed de Dios! Crece según pasan los años. Al comienzo se mantiene con otras aficiones. Lentamente después pierden aliciente las otras tendencias, y se va apoderando de toda nuestra existencia la única aspiración del alma: Dios. Y comienzan las cosas de la tierra por llamar menos la atención. Esto dicen los quienes escriben de espiritualidad. Y esto apreciamos quienes aspiramos a la perfección. ¡La pena es no colaborar más y mejor a la acción de Dios!

José María Lorenzo Amelibia

José María Lorenzo Amelibia  

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