Para librarnos de nuestras debilidades colectivas

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Para librarnos de nuestras debilidades colectivas

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Si un obispo exhorta al pueblo al fervor eucarístico, pronto se notará en la diócesis: irán abriéndose poco a poco las puertas de cerradas de las iglesias; muchos sacerdotes responderán de forma positiva. La gente irá cambiando a mejor. Volverá la fortaleza de espíritu. Es hora de ofrecer de nuevo los templos a la adoración eucarística. ¡Organizad turnos de vela, veréis cómo cundirá el ejemplo! Leed una vez más la biografía Don Manuel González, el arcipreste de Huelva, el Obispo del Sagrario Abandonado.

Los ojos de los fieles se clavarán de nuevo en el Altar. Y mirarán con fe y amor la Hostia Santa en el momento de la elevación; y pronunciarán también las palabras que nos enseñaron de niños a cuantos hoy hemos llegado a la madurez: “Señor mío, y Dios mío”.

El fervor eucarístico; la fe en la presencia real de Jesucristo es abono divino para ubérrimas cosechas de apostolado. En nuestras misas se unen y estrechan las manos en símbolo de paz y caridad verdaderos, y luego se nutren las almas con el manjar divino, pero es necesario antes el “contagio” de fe, de fervor, de entusiasmo, porque es el mismo Jesús de Belén, el que subió a la Cruz y el que resucitó y está sentado a la derecha del Padre. Y creo que no me equivoco mucho si digo: ¡Qué pocos cristianos que hoy son conscientes de todo esto cuando comulgan! Al obispo y al sacerdote esta idea ha de quemarle el corazón en santo celo. Y si perseveramos en este amor a Jesús, poco a poco el fervor anidará en los corazones.

Despegad a los fieles que asisten a Misa de la rutina dominguera; hablad mucho de las disposiciones para comulgar; pasad antes horas enteras vosotros mismos ante el Sagrario; vivid en este fervor eucarístico los obispos y los sacerdotes. Por encima de reuniones y organigramas está nuestra vida de intimidad con el Sacramento.

 Envolveos, obispos y sacerdotes, en el manto sagrado de este fervor. Que los fieles necesitamos de vuestro ejemplo, como el del cura de Ars, el Padre Nieto o Don Manuel González, el obispo del Sagrario Abandonado. Así será del todo eficiente la evangelización en el tercer milenio. Así saldremos de esta postración y tibieza endémica hacia la fortaleza y el fervor cristiano.

José María Lorenzo Amelibia

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             Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

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