Un libro: “Alegría de morir”

Enfermos y Debilidad

José María Lorenzo Amelibia

Un libro: “Alegría de morir”

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            Desde hace muchos años tengo en mi biblioteca un libro escrito por “Un Carmelita Descalzo” – así se firma su autor – que me daba pereza meterme con él. Se titula “Alegría de morir”. Ahora que soy mayor, me digo. ¿Por qué no hincarle el diente? Y aquí estoy, leyendo este librito de quinientas páginas. Y de verdad, me lo paso bien. Además me parece muy bueno para leerlo en la tercera edad. Nada tiene de tétrico, más bien es agradable, ayuda a reafirmarse en la fe y a quitar miedo al espectro de la muerte. Y por si fuera poco, me está proporcionando ideas para escribir varios artículos.

            Todos los libros que he leído sobre Jesucristo hacen resaltar su dolor en la pasión y nos enseñan a unirnos a sus penas. Pero apenas se medita en el gozo del alma de Jesús cuando se ofreció al Padre para nuestra salvación. La única vez que visto algo sobre la alegría de Cristo en la misma pasión, ha sido en el libro que nos ocupa. El Carmelita Descalzo anónimo dice haber aprendido esta doctrina de un ermitaño. He aquí algunas ideas de aquel hombre de Dios:

 Casi seguro que en los treinta años de Nazaret ofrecía Cristo al Padre su vida e incluso la muerte que iba a sufrir deshonrado. Como Dios que era, conocía su futuro. Y en esta oración, gozaba nuestro Salvador. ¡No sé qué dirían a esto los nuevos exegetas del Evangelio! Gozan – dice el ermitaño – los religiosos y eremitas por haberse ofrecido a Dios en cuerpo y alma, aunque esto les suponga sacrificio y mortificación. ¿No había de sentir Jesús un placer mayor que todos juntos al estarse ofreciendo, y contemplar al Padre Celestial complacido? Este gozo inefable y el placer de ofrecer su vida al Dios, a la fuerza han de inmensos.

 En aquel silencio y oscuridad de Nazaret y también en la Cruz, Cristo daba gloria a Dios por encima de toda la creación junta. Y hemos de considerar que el alma de Jesús, su entendimiento y voluntad eran una sola persona divina, el Verbo de Dios, la Segunda de la Santísima Trinidad. ¿Quién podía ofrecer mayor gloria a Dios? Por eso, la alegría de Cristo incluso en su pasión tuvo que ser grande.

 ¿Qué consecuencia podemos sacar? Se acabó tanto quejarnos de nuestra debilidad, de nuestro dolor y mala suerte, de que se acercan nuestros últimos momentos. Unirnos a Jesús. Con Él estamos. Nuestro gozo se encuentra en Él al sufrir y al morir. ¡Qué es eso de mirar la muerte con tanta angustia si estamos unidos a Jesús! Y ser conscientes junto a Él de la gloria de Dios y del triunfo final y definitivo de la resurrección.

José María Lorenzo Amelibia

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