Es bueno dedicar una mañana o una tarde cada mes al retiro espiritual. El tema del retiro de este mes es: La oración del Señor

Retiro del mes de septiembre del año 2022

El tema del retiro de este mes es: La oración del Señor

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Señor, enséñanos a orar

Advertencia:

Retiro: Es bueno todos los meses practicar una mañana o una tarde de retiro. Ofrezco este retiro del mes de septiembre 22, con el tema “La oración del Señor”.  Se puede realizar en particular durante una mañana o una tarde. También puede servir a sacerdotes para ofrecerlo a algún grupo de personas. Puede ser muy fructuoso para el alma. --- Íntegro debajo de este anuncio:

Preámbulo. Ante todo hemos de ponernos en la presencia de Dios de una manera consciente y detenida; esta puede ser una manera eficaz:

 1.- Con calma decir: Señor, Tú estás aquí. Yo lo creo. Tú me ves... Me contemplas... Penetras mi alma hasta el fondo... Me escuchas... Me amas... Yo soy alguien para Ti. Importo ante tus ojos. 2.- Lo creo, Señor, porque Tú lo dijiste; y ni quieres, ni puedes engañarnos. 3.- Si Tú estás aquí, y lo creo, debo comportarme como lo hago delante de alguien que es muy importante para mí.4.- Voy a practicar un acto de oración, de búsqueda de Ti, de tu voluntad. Sea para tu mayor gloria.

Exposición:

Este retiro está elaborado íntegro del libro de Benedicto XVI “Jesús de Nazaret” una joya tanto desde el punto de vista científico como espiritual. De él hemos entresacado estas  ideas para meditar.  Es bueno que cuantos tenemos conocimientos teológicos lo asimilemos con paciencia,  lo hagamos criterio y tema de reflexión y oración. (En letra más pequeña se indican las páginas del libro de donde hemos tomado las ideas).

I

 La oración del Señor 

  1. 161

1.- Como resumen del Sermón de la Montaña podemos decir: El hombre sólo se puede comprender a partir de Dios, y sólo viviendo en relación con Dios su vida será verdadera. Dios nos muestra su rostro en el obrar de Jesucristo. Ser hombre es esencialmente relación con Dios, hablar con  Dios, escuchar a Dios. Dios se dirige a cada uno llamándolo por su nombre (Apc.     2,17). Pero esta relación individual no excluye la comunitaria: recordemos que el Padre Nuestro está en primera persona del plural. Y también hemos de observar que la relación con Dios permanece en el fondo de nuestra alma. Y ese amor que tenemos a Dios es la fuerza motriz de nuestro amor al prójimo. Y cuanto más presente está Dios con nosotros, mejor estamos con Él tanto en la oración vocal como en la mental.

 2.-  p. 164. En las oraciones bíblicas que han surgido de la fe de Israel y de la fe de los que oran como miembros de la Iglesia, aprendemos a conocer a Dios y a conocernos a nosotros mismos.  Dios nos sugiere las palabras para la oración y nos enseña a orar y vamos conociendo a Dios poco a poco en la oración. Y es que cuando rezamos lo hacemos con las palabras que Dios nos ha transmitido, bien sea en su inspiración, bien por medio de la oración de otras personas. Cuando rezamos conscientemente el Padre Nuestro, se cumple en nosotros la promesa de Jesucristo de los  que adoran al Padre en espíritu y en verdad (Jn. 4,23). La confesión en que Pedro reconoce a Jesús como Mesías (Lc. 9,19...) y la Transfiguración (Lc. 9, 28...) son acontecimientos de oración o relacionados con la oración. La oración nos ejercita en los mismos sentimientos de Cristo. (Fil. 2,5).

3.- p. 166. En la oración del Padre Nuestro, descubrimos lo que Jesús pensaba. Aplicamos con atención nuestra mente para escuchar su voz. Y descubrimos en primer lugar en esta oración la primacía de Dios. Salimos de nosotros mismos y nos abrimos a Dios. Él está con nosotros, nos guía y nos salva. Es una verdadera oración trinitaria: con Cristo, mediante el Espíritu Santo oramos al Padre.

4.-  p.169.- “Padre nuestro que estás en el Cielo”. Nuestro gran consuelo es que podemos decir a Dios, Padre, porque el Hijo es nuestro hermano y nos ha revelado al Padre. A través de Jesús hemos de aprender qué significa la palabra “Padre”. El amor que llega hasta el extremo (Jn. 13,1). El mismo Jesús nos recuerda que los padres no dan una piedra cuando sus hijos les piden pan. (Mat. 7,11...). Y lo mejor: se nos da a Sí mismo. Dice Jesús a Felipe: “El que me ve a mí ve al Padre”, cuando le pide “Muéstranos al Padre” (Jn. 14...). Nos muestra esta oración que el ser humano es hijo de Dios. Y lo hace de un modo dinámico: hemos de llegar a ser más y más hijos de Dios. Es evidente que ser hijo no denota dependencia, sino una relación de amor que sustenta la naturaleza humana y le da sentido y grandeza.

5.- p. 173. También se habla en la Biblia del amor de Dios como del amor de una madre: “Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo”. (Is. 66,13). “¿Puede una madre olvidarse de su criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no me olvidare”. (Is. 49,15). Sin embargo, en la Biblia “madre” es una imagen; no un título para Dios. Pero Dios no es ni hombre ni mujer: es el Creador del hombre y de la mujer.

6.- p. 175. Decimos “Padre nuestro”. Solo Jesucristo podía decir “Padre” con absoluta propiedad. Si es para nosotros padre, hemos de entrar en comunión con los hijos de Dios. El título de hijos nos convierte a todos en una familia. Como trasfondo escuchamos las palabras del Señor: “No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro padre, el del cielo”. (Mat, 23,9). 

7.-  p.176. “Santificado sea tu nombre” Dios es por definición uno solo: “Yo soy el que soy”.  De Él no existen imágenes ni nombres pronunciables. Jesucristo dice: “he manifestado tu nombre a los hombres”.  (Jn. 17,6). Lo que comenzó en la zarza que ardía en el Sinaí, se cumple en la zarza ardiente de la cruz. ¡Santificar el nombre de Dios! Y nuestra súplica es que Él mismo tome en sus manos la santificación de su nombre. ¿Me preocupo de que la santa cohabitación de Dios con nosotros nos eleve a la pureza y santidad?

8.- p. 180. “Venga  a nosotros  tu Reino”.Con esta petición reconocemos la primacía de Dios. Donde Él no está, nada puede ser bueno. Donde no aparece Dios, el hombre decae y no puede existir el ben verdadero. “Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura”. (Mat. 6,33). “Da a tu pueblo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el bien del mal” (1 Reyes 3,9). Es lo que pedía Salomón a Dios, y en añadidura fue mucho lo que recibió. Recemos por el Reino de Dios. Y que reine en nosotros y nos empape en su amor. (1 Co. 15,28).

9.- p. 182.  “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Es algo que ha de convertirse en nosotros en criterio de nuestro querer de nuestro obrar. La esencia del cielo es una sola cosa con la voluntad de Dios. Y nuestra misión como personas y como cristianos es cumplir la voluntad de Dios. Y el conocimiento de la voluntad de Dios lo sabemos por nuestra formación cristiana y nuestra conciencia bien formada. (Ro. 2,15). La voluntad de Dios se deriva del ser de Dios, y por tanto nos introduce en la verdad de nuestro ser. Como nuestro ser proviene de Dios, podemos ponernos en camino hacia la voluntad de Dios, a pesar de todo cuanto la naturaleza corrompida puede tirar en contra. Recordemos el Pozo de Jacob cuando dice Jesús “Mi alimento es hacer la voluntad del  que me envió” (Jn. 4,34) y  la Oración del Huerto: “Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya” (Mat. 26, 39-42). Y hemos de vigilarnos, porque nuestra voluntad nos arrastra como una fuerza de gravedad lejos de la voluntad de Dios. Y hemos de reaccionar con el salmo 40 y decirle al Señor: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. 

10.- p. 186. “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Él nos dice: “No estéis agobiados pensando qué vais a comer”, nos invita a pedir al Padre el pan de cada día. “Nuestro pan”, el propio y el de los demás. Por consiguiente, el que tiene abundante, ha de compartir con quien no tiene. No podemos eximirnos: “Dadles vosotros de comer”. Mc. 6, 37). Pedimos el pan de cada día, porque no hemos de estar con preocupaciones inútiles. Recordamos el maná de cada día. El tema del pan está con frecuencia en la mente de Jesucristo: recordamos la tentación del desierto sobre el pan, la multiplicación de los panes. Pero no se refiere únicamente a las necesidades biológicas: “No solo de pan vive el hombre...” (Mat. 4,4). Y pedimos con la oración del domingo 18: Por eso pedimos que nuestro pan, es decir Cristo, nos sea dado cada día para que quienes permanecemos y vivimos en Cristo no nos alejemos de la fuerza santificadora de su cuerpo”.

11.- p. 193. “Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.  La superación de la culpa es una cuestión central de toda la existencia humana. En  esta petición nos dice el Señor que la ofensa solo se puede superar con el perdón,no a través de la venganza. Y podemos pensar que Dios mismo, sabiendo que estábamos enfrentados con Él como rebeldes, se ha puesto en camino desde la divinidad para reconciliarnos. Nos enseña además que nosotros también hemos de perdonar, y nos ofrece la parábola del deudor de diez mil talentos. (Lc. 23, 34). p.194  --- El perdón tiene que ser algo más que ignorar o tratar de olvidar. La ofensa tiene que ser reparada. El mal tiene muchas formas; el amor una sola forma: es como tu hijo. Recordar que Jesús “soportó nuestros sufrimientos y cargó con nuestros dolores...” (Is. 53, 4-6). Superar la culpa exige el compromiso del corazón.

12.- p. 197. “No nos dejes caer en la tentación”.La tentación viene del diablo, pero la misión mesiánica de Jesús incluye la superación de las grandes tentaciones. Si miramos el libro de Job constatamos que tiene aspectos muy parecidos a Jesucristo. Y somos así conscientes de que Dios deja que el hombre sea probado pero no que caiga. También el libro de Job nos enseña la diferencia entre la prueba y la tentación. Y el amor es siempre un proceso de purificación y de renuncias. Dios establece unos límites dentro de los cuales podemos ser tentados y nos mantiene cerca de Sí con su mano protectora. En esta petición, por una parte se nos ofrece la oportunidad de aceptar las pruebasque siempre son proporcionadas a nuestras fuerzas; por otra, pedimos a Dios que nunca nos imponga mayores pruebas de las que no podamos soportar. “Dios es fiel que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas”. (1 Co. 10, 15)

13.- p. 201. “Y líbranos del mal”. En la última petición nos presentamos al Padre con la esperanza  fundamental de nuestra fe: ¡Sálvanos, redímenos, líbranos! Líbranos del mal, del maligno. Lo desagradable puede ser necesario para nuestra purificarnos. Pedimos que por los bienes no perdamos el Bien supremo, Dios. Que no nos perdamos nosotros. “¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo...? (Ro. 8, 31-39). Como decimos en la Misa después del Padre Nuestro: “Líbranos, Señor, de todos los males pasados, presentes y futuros...” Y el “mal” total es el pecado.

 Examen práctico.

1.- Ser consciente de que el hombre sólo se puede comprender a partir de Dios. ¿Qué voy a hacer para formar en mí este criterio?

2.- ¿Cómo enfoco mi vida con relación a la comunidad eclesial?

3.- Conocemos a Dios cada vez mejor a través de la Sagrada Escritura: ¿La leo con devoción, con interés, con espíritu de amor?

4.- ¿Cómo rezo el Padre Nuestro? (Atención, frecuencia, fe). ¿Soy consciente de que es la mejor oración?

5.- Pensar desde cuándo no he meditado con detenimiento el Padre Nuestro y hacer un plan de repetir este temario de oración mental.

6.- La gloria de Dios, el Reino de Dios, la voluntad de Dios… ver si son tema mi oración, de mi examen, de mi predicación o enseñanza familiar, de feligresía…

7.- ¿Cómo ando en materia de perdón, de rencores, de acercamiento a personas para hacerles bien?

José  María Lorenzo Amelibia Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/

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