Piensa en mí, que yo pensaré en ti

Ayer hablaba de Santo Domingo porque era su fiesta, y porque sentía necesidad de hablar de este gigante que nos ha abierto camino señalándonos a Jesús.

Hoy me tomo la libertad de hablar de otra hermana que es también un referente y una de las “glorias” de nuestra familia predicadora: Catalina de Siena.

Y vuelvo mi mirada a ella precisamente porque fue una enamorada de la Iglesia, y con pasión de enamorada sufrió, luchó y trabajó sin descanso por su reforma, con el único objetivo de que Dios, la suprema Verdad sea conocida y reconocida por todos.

Mucho se dice y habla de la Iglesia, y desgraciadamente no siempre somos noticia por nuestro testimonio -¡aunque también!-. En nuestro vivir cotidiano como miembros de esta “institución”, “familia”, “hogar”, uno tiene la impresión de que a los problemas, bandos, tendencias, a las “capillitas” –al ser de Pablo o de Apolo- le damos demasiada importancia, tanta que acaba quitándonos las fuerzas y la ilusión para lo único que es realmente importante: Que el Evangelio se anuncie y sea una noticia liberadoras para nuestros contemporáneos, como lo es para nosotros.

Bien, las crisis, los escándalos, los enfrentamientos, el tráfico de influencia, etc. no son un patrimonio de nuestra época, como tampoco es lo contrario, su vitalidad. Unas y otras ya se daban desde el comienzo, porque la condición humana trae consigo estas cosas, y porque el trigo y la cizaña han de crecer juntos. En tiempos de Catalina, ya pasaba tres cuartos de lo mismo.

En una ocasión Catalina agobiada por el peso de la Iglesia y por cuánto en ella desfiguraba el rostro de Jesús, sobre todo el escándalo de vida de los consagrados y prelados de la Iglesia, fue al Padre eterno a desahogar su corazón, y recibió está confidencia que sostuvo su vida:

“¿Sabes hija quién eres Tú y quién soy yo? Si sabes estas dos cosas serás feliz. Tú eres la que no es; yo por el contrario, soy el que Soy., Si hay en tu alma este conocimiento, el enemigo no te podrá engañar, te librarás de todas sus insidias, jamás consentirás en cosa contraria a mis mandamientos y sin dificultad conseguirás toda gracia, toda verdad, y la paz luz. Y, ¿qué he de hacer? –dijo Catalina- Y el Padre eterno le dijo: “Piensa en mí, que yo pensaré en ti; ocúpate de mí que yo me ocuparé de ti”.Una reflexión muy oportuna, toda una cátedra de vida: ante las arrugas de la Iglesia y cuánto afea su rostro: Pensar en Él, ocuparnos de lo que nos toca, ¡y Dios se ocupará de nosotros! Su Espíritu vela por la Iglesia.

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