"Gana la abstención y gana también un independentismo dividido" Sor Lucía Caram: "Tengamos gobierno. Que sea inclusivo. Dejemos de perder el tiempo en enfrentamientos inútiles"

Elecciones catanas
Elecciones catanas

"Gana Vox recogiendo los votos de la derecha desencantada y hastiada de un PP gastado y desgastado, agotado por la corrupción; y de un Ciudadanos que fue irrelevante y no superó el discurso de ir en 'contra de...'"

"Me pregunto hasta cuándo vamos a ser víctimas de unos políticos que piensan más en sus colores y en sus prebendas que en los ciudadanos. Hasta cuando se van a vulnerar los derechos humanos más elementales"

"No soy una ciudadana desencantada y frustrada. No he perdido la esperanza ni la ilusión. Soy una ciudadana herida por la crisis ... por la indiferencia de unos gobiernos narcotizados en tiempos de crisis y devastación"

"Me preocupa el extremismo de VOX y su discurso basado en el odio al extranjero, al pobre y al que es diferente. Me indigna que utilicen a algunos para disimular su ausencia de empatía y humanidad"

"Que tengamos gobierno. Que sea inclusivo. Que dejemos de perder el tiempo en enfrentamientos inútiles ... Creo en la democracia, pero en la democracia: ¡Sin trampas!"

Gana Vox recogiendo los votos de la derecha desencantada y hastiada de un PP gastado y desgastado, agotado por la corrupción; y de un Ciudadanos que fue irrelevante y no superó el discurso de ir en “contra de...” sin hacer propuestas constructivas de País.

Y ganan todos “los que se creen vencedores” porque aquí los únicos que perdemos somos los ciudadanos con tantas siglas, tantas calculadoras y tanta dificultad para asumir el desastre, mientras nos preguntamos ¿hasta cuando seguiremos siendo ignorados? ¿quién nos rescatará del abismo?

Lo tenemos difícil, por no decir muy difícil.

A la irresponsabilidad de convocar elecciones en medio de una pandemia que nos tiene en jaque, se suma la hartura de los ciudadanos que decidieron quedarse en casa por la Covid, por el desencanto y porque ya “pasan de la política que pasa de ellos”.

Y claro, con un 46,33% de abstención quien gobierne sólo lo podrá hacer con la suma de unos cuántos y llegaran a ser una mayoría que representará a poco más de un 25% de la población.

Me preocupan los amiguismos y el ir a la desesperada para asegurarse cotas de poder y una silla o sillón que garantice un tiempo en el Gobierno para poder luego vivir de “renta” a costa de los ciudadanos.

Me preocupan que se hagan alianzas emulando a las de Madrid, en la que bajo el nombre de “izquierda progresista” hay siglas que se retroalimentan de discursos trasnochados y anticlericales, de promesas populistas, incumplidas y con trampas -en su inmensa mayoría-, que solo consiguen desencantar más aun a unos votantes quemados por la crisis y a la deriva por el abandono al que se ven sometidos.

Me pregunto hasta cuándo vamos a ser víctimas de unos políticos que piensan más en sus colores y en sus prebendas que en los ciudadanos. Hasta cuando se van a vulnerar los derechos humanos más elementales y si serán eternas las promesas incumplidas de reactivación de la economía, políticas sociales (“no populistas”) y transformadores y de solución al gravísimo problema de la vivienda que hay en nuestro País. ¡Da vértigo ver cómo aumenta el número de personas en la calle, y cómo las administraciones hacen menos que nada para resolverlo!

No soy una ciudadana desencantada y frustrada. No he perdido la esperanza ni la ilusión. Soy una ciudadana herida por la crisis, porque compartiendo cada día el llanto y el drama de tantas personas que están quedando al margen; personas que no cuentan en la sociedad, que no tienen trabajo, alimentos, vivienda, dignidad y que viven en la desesperación, y porque haciendo mío el dolor ajeno puedo hacer oír sus voces silenciadas por la indiferencia de unos gobiernos narcotizados en tiempos de crisis y devastación.

La cuestión política no es ajena a la realidad de los cristianos ¡y de las monjas! Somos ciudadanos y compartimos el camino de cada día con hombres y mujeres, hermanos nuestros que buscan poder vivir con dignidad y construir un presente y un futuro para ellos y para sus hijos e hijas. Muchos huyen de la guerra y la miseria de sus países; otros nacidos en esta tierra han perdido el trabajo y las oportunidades, pero unos y otros se han igualada en una desgracia ante la que los cristianos y las personas de bien no podemos permanecer ajenas.

Ayer, mientras apelaba a la unidad para constituir gobiernos capaces de hacer alianzas en favor de las personas, en el contestador del Monasterio, personas furibundas, con un discurso de odio, xenófobo e intolerante, pedían que las monjas se callen y no hable de política. Les irrita que desde el Evangelio, y estando al lado de los últimos y de los que no cuentan, quietemos la máscara a los extremistas que se alimentan con el discurso del odio a costa de los más empobrecidos.

Ya lo dice Jesús en el evangelio de hoy: “¡Guardaos de la levadura de los Fariseos”. De estos con diversas siglas políticas y religiosas hay muchos y lo peor es que se juntan y no precisamente para hacer el bien.

Me declaro militante de la esperanza. Creo en la capacidad de los Ciudadanos de reaccionar y de juntarse para plantar cara al desastre que nos viene de mano de los que no aciertan a gobernar con sentido común y responsabilidad.

Siempre he apelado a la colaboración público-privada, a la suma de todos para velar por el bien común, pero en esta última crisis gravísima de pandemia, me he sentido abandonada por las instituciones y por el gobierno, y muy arropada y ayudada por las empresas y los ciudadanos de a pie, por los jóvenes voluntarios y por personas que se lo juegan todo por los más vulnerables.

Claro que tengo esperanza y ésta no es una ilusión, pero pediría a los que juegan en primera línea política: que no nos abandonen, que no se olviden de los más pobres, que asuman sus responsabilidades de constituir gobierno pronto y sin dilaciones, y que éstos sean sólidos para garantizar el bien de todos, para que nadie se quede fuera y para que nos digamos y seamos de verdad una sociedad progresista y desarrollada en la que todas las personas, TODAS, independientemente de su raza, religión, condición social, son escuchadas, acogidas y respetadas.

Brindo por una democracia sana. Deseo no se retrase más la justicia social, y apelo a la responsabilidad de los que han de formar gobierno: que lo hagan con humildad -aquí no hay grandes triunfadores- porque lo harán sumando migajas de un electorado que supera tímidamente el 50%. Que gobiernen para todos, y que por encima de todo piensen en el bien común.

Creo en la democracia, pero en la democracia: ¡Sin trampas!

No creo en la democracia en la que tenemos suficiente política y colores para odiarnos y sacar réditos personales, ni en aquella de los que hacen trampa al solitario.

Creo en la búsqueda del bien común sin trampa, de hombres y mujeres libres que buscan servir a la ciudadanía y que hacen de su profesión política un acto de lealtad a la dignidad humana. Esto no es una quimera, quiero creer que es posible y deseo que éstos políticos sean los que tengan voz y voto; los que guíen a Catalunya por caminos de libertad, respeto y convivencia; desarrollo y prosperidad.

Me preocupa el extremismo de VOX y su discurso basado en el odio al extranjero, al pobre y al que es diferente. Me indigna que utilicen a algunos para disimular su ausencia de empatía y humanidad.

En la puerta de nuestra Plataforma de alimentos, en medio de largas colas de personas que buscan el pan para sus hogares, es muy frecuente que al grito de Vox Gobernará, se insulte con adjetivos humillantes y con palabras groseras, a aquellos que son víctimas de una sociedad que les ignora y maltrata.

Igualmente me indigna que aquellos que presumen de izquierda progresista y que “utilizan a los más pobres, a los que acaban engañando, ignorando y estafando, se instalen en el poder, mientras pontifican sobre la igualdad y el respeto, pero se dedican a ningunear a los que cada día trabajan de verdad en las trincheras.

Que tengamos gobierno. Que sea inclusivo. Que dejemos de perder el tiempo en enfrentamientos inútiles, y que nuestros gobernantes reaccionen a tiempo, porque el tiempo se acaba y la sociedad cada día que pasa se ve más vulnerable y más amenazada.

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