Aquí, ¿quién es el más importante?

Esto que voy a explicar es histórico, tanto que me ocurrió a mí en el invierno pasado.

A las 15:30 hs, -hora de la siesta- cuando un frío que calaba los huesos azotaba Manresa, tocaron el timbre en el Convento. Contesté y al otro lado del interfono me dijeron: “Vengo a poner una vela, ¿me puede abrir?”

Pensé que no era buena hora, pero en dos minutos estuve encendiendo las luces de la Iglesia y abriendo la puerta a tan devota y joven visitante.

Nada más entrar en la Iglesia echó una mirada a su alrededor y preguntó con ansiedad y tal vez con desconcierto, mientras sostenía una vela entre sus manos y miraba las pocas imágenes que hay en nuestra pequeña Iglesia: “- Aquí, ¿quién es el más importante?”

Sorprendida por la pregunta le señalé el Cristo del presbiterio, y ella como una flecha se fue a sus pies a “cumplir” lo que le habían indicado debía hacer para encontrar la paz o tal vez para ser escuchada en una angustia, ¡o para aprobar un examen!

Mucho me hizo pensar este episodio. Primero que una joven universitaria española entra en una Iglesia católica y no sabe ni siquiera quién es Jesús, o que al menos Él es el centro de la vida de la Iglesia. No me sorprendería que sí hubiera identificado un Buda, o que tal vez me hubiera explicado el significado de los colores de las velas y los tipos de incienso que hoy se ponen según las “necesidades” y “problemas” de las personas. Pero lejos de juzgar nada, simplemente apunto un hecho ocurrido y que creo cada vez es menos aislado.De hecho la pluralidad religiosa conviven cada vez más en nuestra sociedad.

Lo segundo es que la gente hoy tiene mucha necesidad de algo o alguien que les lleve a Dios, o que dé sentido a sus vidas: hay una sed insaciable de “algo más” de lo que nos ofrece la sociedad, y no saben cómo ni dónde buscarlo. Y cuando lo encuentran, ¡allá van! Y posiblemente aquí cabe la pregunta de los cristianos de cómo dialogamos con nuestros contemporáneos, y si somos capaces de escucharlos y dar respuesta a sus interrogantes antes de “vomitarles nuestro rollo” o largarles un sermón con respuestas a preguntas que no se hacen o con soluciones a problemas que no tienen.

– Un inciso para dejar constancia de que hoy hay muchas personas que tiran las cartas, leen las manos o se dedican al tarot y que “mandan” a sus clientes a las Iglesias o a determinados santos, y la gente les cree, porque entre otras cosas muchos de éstos les escuchan… También hay mucho charlatán y cantamañanas.- Muchos sacristanes pueden dar testimonio de gente que nunca pisa la Iglesia, pero que sin embargo van a ellas a buscar “agua bendita” para los rituales que les manda el gurú de turno.

Y mi tercera reflexión ante este hecho es que si la fe se ha de transmitir en el seno de la familia y de la comunidad creyente, al menos la escuela ha de transmitir una “cultura religiosa” que saque del analfabetismo a las futuras generaciones. Conocer la historia de las religiones, en que creen y/o han creído nuestros antepasados y nuestros contemporáneos, y todo lo que de alguna manera ha contribuido y contribuye a la configuración de una identidad determinada, puede ser una fuente de riqueza inmensa que dé a las personas elementos para formarse y para tener un criterio en el que, entre otras cosas exista el respeto desde la aceptación de la pluralidad.

De la respuesta que nos demos cada uno a la pregunta de “aquí, ¿quién es el más importante?” podremos comprender a quién adoramos y quién es el centro de nuestra fe. Tal vez perdimos terreno porque nos alejamos del que es el centro y sin darnos cuenta, comenzamos a predicarnos a nosotros mismos y a cargarnos de leyes normas y rituales que nada tienen que ver con el único mandamiento que Él nos dio: El del amor.

Y si se da cultura religiosa, por favor, ¡que no tengamos "cultura religiosa" como tenemos ahora EpC para desayunar, comer y cenar.

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