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La doctora vive desde la diócesis de Solsona el Jubileo dedicado a los enfermos y a los sanitarios
Miles de médicos cristianos y enfermos han pisado Roma este fin de semana con motivo del séptimo de los 37 grandes actos, el Jubileo de los Enfermos y del Mundo de la Sanidad, y desde la diócesis de Solsona —a pesar de no poder ir por motivos profesionales— la médica cristiana Concepció Medina (Sabadell, 1963) ha podido sentirse como si estuviera en la misma basílica de San Pedro.
Esto fue este pasado sábado por la tarde, cuando la doctora y cerca de dos centenares de fieles compartieron esta sensación desde la Catedral de Santa Maria de Solsona, templo jubilar, en una celebración eucarística y procesional presidida por el obispo Francesc Conesa e impulsada por la Pastoral de Salud solsonense, de la cual Medina forma parte.
Esta médica de familia, que tiene la intención de ir a la Ciudad Eterna con su marido —también médico— y su hija en julio, es también responsable de la Comisión para la Vida del mismo obispado y es consciente que “ser médico y cristiano representa no vivir la fe tan solo como si esta fuera un refugio”. Por eso, subraya que “la ayuda a los otros forma parte de una vocación que tiene, además, un componente añadido, arraigado y profundo“.
“No tenemos que esconder que somos cristianos“, indica, “ni que podemos declarar nuestra fe a partir de nuestras obras y acciones”. Así es cómo reflexiona quien es responsable de un grupo de médicos y enfermeros que trabajan en la atención primaria en la población de Berga, en el Berguedà, y que lleva “por bandera” su condición de facultativa “empapada de un sentido cristiano heredado familiarmente” tanto en sus consultas como en los despachos. “A veces, hay compañeros que entienden mi cristianismo como una calidad antigua y desfasada”, sostiene.
Este convencimiento ha llevado a Concepció Medina a ser objetora de conciencia ante situaciones que, “como el aborto o la eutanasia”, remarca, “son actos deliberados en que se pone fin a la vida de la persona de manera intencionada”. Por este motivo, Medina pone de relieve que “la vida es un don de Dios y no se puede eliminar voluntariamente”, y señala que, “en contra del código deontológico de todo médico”, practicar la muerte asistida no puede ser nunca un acto médico: “Los médicos cristianos no nos tenemos que dejar seducir por teorías extendidas socialmente que conviertan la eutanasia en un acto de compasión y que es capaz de disminuir el sufrimiento; nuestra vida y nuestra muerte pertenecen a Dios“, afirma Medina.
La doctora, que ha observado cómo durante estas últimas semanas sus compañeros de profesión “han convertido el Hospital Gemelli de Roma en un foco de información transparente y muy bien llevado, a pesar de la presión mediática que ha habido por la salud del papa Francisco”, manifiesta que “encomendarse al Señor es una actitud que florece cada día en la actitud de un médico cristiano”. “La mejor receta es una buena plegaria y considerar que cada día será aquello que Dios quiera que sea”, señala esta médica.
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