En Filipinas, la explotación sexual infantil es un negocio al alza Manos Unidas: "Los derechos de la infancia no pueden estar en venta"

El mercado global de la pornografía infantil en Filipinas es un negocio boyante. Miles de menores son víctimas de explotación sexual, un mercado alimentado la pobreza extrema y la ignorancia
Se estima que hasta 100.000 menores podrían estar siendo explotados sexualmente en el país asiático. Un problema que se disparó tras la pandemia
En comunidades marcadas por la pobreza extrema, algunas familias recurren a la transmisión en directo de abusos sexuales infantiles como vía desesperada para conseguir recursos
Además, se impone una cultura del silencio y de estigmatización que llega a normalizar estas prácticas como vía de ingresos legítima
En Manos Unidas trabajamos en la prevención y la protección en comunidades donde las tasas de explotación sexual infantil no paran de crecer. A través de nuestros socios locales, ofrecemos apoyo psicológico, educativo y social desde un enfoque profundamente humano
En comunidades marcadas por la pobreza extrema, algunas familias recurren a la transmisión en directo de abusos sexuales infantiles como vía desesperada para conseguir recursos
Además, se impone una cultura del silencio y de estigmatización que llega a normalizar estas prácticas como vía de ingresos legítima
En Manos Unidas trabajamos en la prevención y la protección en comunidades donde las tasas de explotación sexual infantil no paran de crecer. A través de nuestros socios locales, ofrecemos apoyo psicológico, educativo y social desde un enfoque profundamente humano
En Manos Unidas trabajamos en la prevención y la protección en comunidades donde las tasas de explotación sexual infantil no paran de crecer. A través de nuestros socios locales, ofrecemos apoyo psicológico, educativo y social desde un enfoque profundamente humano
Escucha la entrevista en RNE a Miguel Carballo, nuestro portavoz en Filipinas.
Un problema cada vez más grave
A falta de estadísticas oficiales, se estima que hasta 100.000 menores podrían estar siendo explotados sexualmente en el país asiático. Es una cifra devastadora en un contexto que ya de por sí era grave y que se exacerbó durante la pandemia y la caída de ingresos de muchas familias.
“La pandemia lo empeoró todo. Fue un punto de quiebre”, cuenta Miguel Carballo, coordinador de proyectos de Manos Unidas en Filipinas. “Desde entonces, el problema se disparó, aunque no es exclusivo de aquí. Pero Filipinas está en el foco”.

En algunos casos, los propios familiares están implicados en la explotación de menores. Y es que una vez más la extrema pobreza se erige como el hilo conductor de un círculo de violencia, explotación y exclusión al que se ven forzados miles de menores y del que es muy difícil salir.
En comunidades marcadas por la pobreza extrema, algunas familias recurren a la transmisión en directo de abusos sexuales infantiles como vía desesperada para conseguir recursos. Las víctimas, en su mayoría, niñas y adolescentes, son forzadas a participar en estos actos en lugares ocultos y que luego son consumidos desde el extranjero, lo que dificulta enormemente la persecución de estos delitos. Además, se impone una cultura del silencio y de estigmatización que llega a normalizar estas prácticas como vía de ingresos legítima.
Se trata de una epidemia que recorre todo el país, desde las zonas más rurales y apartadas a barrios populares de grandes ciudades como Dávao o General Santos, donde Manos Unidas trabaja para poner freno a esta espiral de explotación. Aquí, la prostitución o la explotación de menores aparece como una salida para familias que viven situaciones de vulnerabilidad extrema y que no son conscientes de lo que están haciendo.
“No siempre es una decisión consciente. A veces las familias son manipuladas, o no entienden el daño.No son conscientes de que se están violando sus derechos. Falta información y conciencia sobre qué prácticas son aceptables y cuáles no, y se tiene la creencia de que de que, por ser virtual, no es tan grave. Pero lo es. Las heridas emocionales son reales y profundas”, advierte Carballo.

Sin demanda no hay oferta
Aunque la explotación y el delito ocurre en Filipinas, se trata de un problema global que requiere respuestas globales. Como enfatiza Carballo:
"Sin demanda no hay oferta. Mientras haya gente que paga por ver a un niño abusado, habrá quien se arriesgue a explotarlo. Necesitamos que los países consumidores asuman su parte. Esta es una responsabilidad global"
En Manos Unidas trabajamos en la prevención y la protección en comunidades donde las tasas de explotación sexual infantil no paran de crecer. Desde hace años, colaboramos con organizaciones locales en la región de Mindanao, al sur del país, una zona marcada por conflictos armados, pobreza estructural y desplazamientos forzosos.
“Formamos comités de protección, hablamos en las escuelas, apoyamos a voluntarios y líderes locales para que sepan identificar los casos y actúen. Es un trabajo de hormiga, pero fundamental para que las víctimas sean conscientes de lo que les ha pasado”, concluye Carballo.
Uno de nuestros proyectos se desarrolla en Dávao, la tercera ciudad más poblada del país y una de las zonas más afectadas por el turismo y explotación sexual. Una parte esencial del proyecto es el acompañamiento a víctimas de explotación sexual tanto física como digitalpor parte de mujeres que también lo fueron, ahora organizadas para ayudar a otras a salir del mismo infierno. Además, se involucra a padres, antiguos proxenetas arrepentidos y líderes comunitarios para romper el silencio y lograr un verdadero cambio social.
La rehabilitación de las víctimas es un camino largo y delicado. Muchas niñas y adolescentes que han sufrido esta violencia arrastran heridas profundas: miedo, vergüenza, culpa o una dolorosa sensación de abandono. Por eso, en Manos Unidas, a través de nuestros socios locales, ofrecemos apoyo psicológico, educativo y social desde un enfoque profundamente humano.
Pero no lo hacemos solos. Se crean espacios seguros donde las víctimas pueden expresar lo vivido a personas que han pasado por el mismo dolor, reconstruir su autoestima y volver a creer en un futuro diferente. Son muchas las mujeres que, tras superar esa experiencia, se convierten en mentoras y referentes para otras. Con ellas, tejemos redes de cuidado, resiliencia y empoderamiento.
El objetivo final no es solo que salgan de la explotación, sino que rompan definitivamente con ese ciclo, recuperen sus vidas y puedan tomar decisiones con libertad y dignidad.

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