Hay bofetadas que se dan con medio siglo de retraso. Y en la tarde de ayer, el auditorio de la Fundación Pablo VI, en Madrid, retumbó con el bofetón que las supervivientes de aquellos reformatorios franquistas, gestionados sin piedad por congregaciones religiosas, dieron en la cara de Confer y de las representantes de aquellas monjas que aterrorizaron a una generación de inocentes que vivió el infierno en la tierra
Fue el difunto papa Francisco quien enseñó a la Iglesia que en el alma de las víctimas de abusos de todo tipo había que entrar descalzándose. Y que había que arriesgarse también a que en ese territorio sagrado, cartografiado por el dolor y el abandono, no dejasen entrar a cualquiera, y menos a quienes pertenecían a una institución que las había machado hasta anularlas
Ha faltado tiempo a los policías de lo sagrado para reprochar a la Confer un acto de perdón profundamente evangélico y del que salió finalmente escaldada, por lo que ya abonan con el fertilizante ácido de la falta de misericordia –de elaboración propia– el camino de vuelta a una acogida y reparación a las víctimas en el que nunca creyeron
Les resultará de muy difícil comprensión –a ellos y a la mayoría de los obispos– que el presidente de las religiosas y religiosos españoles, Jesús Díaz Sariego, pusiese la otra mejilla nada más finalizar el acto de una manera que no hubiera imaginado el dominico tras las muchas reuniones conjuntas mantenidas con las supervivientes