Los santos de la puerta de al lado ¡Antes morir que desanimarse!

¡Antes morir que desanimarse!
¡Antes morir que desanimarse!

Vivimos en un contexto donde la gratuidad y el mostrar lo bueno de los demás no está tan de moda. Vemos las noticias y parecen un cúmulo de desgracias y a veces de descalificaciones, sino de cotilleos insanos.

Vales lo que tienes, los títulos que acumulas, lo que se puede comprar con dinero. Si no estás en el mercado, en los medios, en las redes sociales, no existes.

Pero al final todos somos conscientes de que lo verdaderamente humano e importante en nuestra vida reside en la gratuidad: el amor, la amistad, la familia, los hijos, la vida, etc.

Vivimos en un contexto donde la gratuidad y el mostrar lo bueno de los demás no está tan de moda. Vemos las noticias y parecen un cúmulo de desgracias y a veces de descalificaciones, sino de cotilleos insanos. En nuestra sociedad del consumo, de la información, del escaparate en las redes sociales, de los derechos,… lo gratuito no vende.

Vales lo que tienes, los títulos que acumulas, lo que se puede comprar con dinero. Si no estás en el mercado, en los medios, en las redes sociales, no existes.

Campaña en defensa del Papa: Yo con Francisco

Las personas que ofrecen su tiempo a los demás sin recibir nada a cambio, las que no tienen medios, ni capacidad para subir su CV a internet, o una foto o un video a las redes sociales, las personas que tienen alguna discapacidad,… se quedan tantas veces fuera.

Pero al final todos somos conscientes de que lo verdaderamente humano e importante en nuestra vida es gratis: el amor, la amistad, la familia, los hijos, la vida, etc. son realidades más auténticas cuanto son más gratuitas. Lo importante en la vida es gratis.

Vidas entregadas

Cuántas personas han entregado su vida intentando hacer el bien a los demás gratuitamente, sin esperar nada a cambio. Y no han salido ni en los focos, ni en las películas, ni en el telediario. Personas que han esperado lo mejor de los demás, sin criticar, o por lo menos sin hacer de ello su bandera.

Ojalá viviéramos más en la sociedad de la gratuidad y no del comercio, del dar sin esperar nada a cambio y no del interés, del agradecimiento y no de la queja o la crítica, de la sabiduría y no de la "titulitis", del asombro por los regalos que recibimos en la vida cada mañana, de la naturaleza y de las personas que nos rodean, de la felicidad en las cosas pequeñas y no las ansias infinitas de querer más.

Hoy os quiero traer el testimonio de una persona que quiero mucho: Amado Alonso Picón, un compañero jesuita, como muchos otros compañeros, que nunca han sido famosos, ni lo serán, esos “santos de la puerta de al lado”, que ponen todo de su parte para que nuestro mundo sea mejor, verdaderos testigos de la resurrección.

¡Antes morir que desanimarse!

El P. Picón tiene 95 años recién cumplidos y ahora vive en Villagarcía de Campos, en una de las enfermerías que los jesuitas de España tenemos para nuestros compañeros mayores, que necesitan cuidados especiales.

Para muchos, como Amado, volver a Villagarcía es volver a sus raíces, pues muchos compañeros de esa época hicieron allí el noviciado. Amado se ha pasado buena parte de su vida trabajando con jóvenes, enseñando en centros de formación profesional, en barrios populares de distintas ciudades de España. Animando centros juveniles y actividades deportivas y de ocio y tiempo libre, como un campamento en San Millán de la Cogolla en mitad de la naturaleza, donde lo conocí cuando era yo un chaval.

En su formación, lo prepararon para una importante misión, pero cuando acabó sus estudios le pidieron un favor, pues necesitaban cubrir “un agujero”. Eran momentos complicados y convulsos a nivel social y eclesial. Y como él siempre contaba estuvo tapando el agujero 12 años.

El P. Picón ha vivido su vocación como jesuita desvivido por ayudar a sacar adelante a jóvenes en contextos populares, para que se formaran lo mejor posible, en la búsqueda del sentido de sus vidas, teniendo paciencia, animando, acompañando, guiando e impulsando.

El campamento es como un laboratorio donde se intenta poner en el centro los mejores deseos para todos, donde pasárnoslo bien, madurar juntos, aprender a relacionarnos desde la gratuidad, poniendo a los más desfavorecidos en el centro y siempre desde la confianza en el Dios de la vida.

¡Antes morir que desanimarse!”, ese era el lema que cuando eras un adolescente, el P. Picón te espetaba. Y no lo hacía con dureza o juzgando, sino como un modo de animar y de levantarte el ánimo.

Yo, como muchos adolescentes, recuerdo haber ido a compartir mis preocupaciones. Siempre su mirada acogedora, su paciencia y esperanza, estaban en el medio. Esa capacidad de esperar lo mejor de las personas, aunque a veces todo parecía apuntar a lo contrario.

 “Alberto, las crisis y las dificultades son momentos duros, pero son también oportunidades para crecer en madurez personal. Si aprendes a manejarte con tu sufrimiento, tus tensiones y tu ambigüedad, madurarás, te harás un hombre y te acercarás a Dios.”   

Amado sigue entregando su vida en la enfermería. Ahora ya apenas conoce a nadie, aunque tiene algún momento de lucidez. Sus rutinas diarias, aseo, comidas, misa, paseo, partido de fútbol en la tele cuando la cabeza le da para ello. Un hombre que como enfermo se deja cuidar, lo mismo que ha cuidado toda su vida de los demás.

Amado primeros campamentos

Amado no ha salido, ni saldrá en ninguna portada de The New Times, nunca ha entrado ni tiene perfil en las redes sociales, y su ilusión en la vida es hacer el bien y codearse con la gente sencilla, allí donde le tocó vivir. Lo mismo que tantos otros compañeros jesuitas, y tantas mujeres y hombres en nuestro mundo. Gente buena, que nos ha acompañado y acompaña en la vida, a los que tanto debemos y agradecemos.

Una invitación a hacer lo mismo en nuestras vidas, con tantos otros. «Gratis lo recibisteis; dadlo gratis» (Mt 10, 8)

¿Cuál será nuestro legado en la sociedad, en nuestras familias?

Si realmente queremos que sean felices, que se animen a hacer de este mundo una tierra mejor para todas las personas, que valoren las cosas importantes de su vida, hemos de acompañarlos en este proceso de descubrir la gratuidad.

La gratuidad de una vida con una mente para entender, un corazón para sentir, unas manos para hacer, unos pies para caminar, unos ojos para asombrarnos,… y, sobre todo, unas personas, mujeres y hombres, que vivan desde el amor y para los demás.

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