La vida consagrada es hoy como la luciérnaga Una  profesión de votos que significa muchas cosas.

Dos profesiones solemnes, un hecho referencial

profesión solemne
profesión solemne Alejandro Fernández Barrajón

El pasado sábado fui invitado a la Profesión Solemne de dos jóvenes, amigos míos, y con sumo gusto participé en la celebración. Dos jóvenes mercedarios, normales y prometedores. Uno de ellos, de Manzanares, Ciudad Real, el otro, de Santo Domingo. Jóvenes inteligentes, sensatos y muy capaces que se han atrevido a dar este paso de consagración en estos tiempos de “desconsagración” y relativización de los valores cristianos de  una manera tan acelerada y descontrolada.

Recientemente le pregunté a uno de mis sobrinos que cuándo se casaba porque ya tiene edad avanzada, chica y proyectos y su respuesta me dejó descolocado:

  • - Venga tío, ponte al día que eso ya no se lleva. ¿En qué mundo vives?

Los caminos de los jóvenes, en general, transcurren muy lejos de los caminos tradicionales que son, normalmente, los de la iglesia.

Pero hay excepciones que confirman la regla y la excepción hoy, de la que quiero hablaros, se llama: Francisco y Modesto.

Dos jóvenes brillantes, para lo que la sociedad hoy entiende por brillante, que han decido, libre y voluntariamente, dedicar su brillo a los que no brillan. Francisco, fray Francisco ya, es un enfermero titulado que ya ejercía su trabajo en un hospital y, de la noche a la mañana, así son las cosas de Dios, decidió dejarlo todo y entrar a formar parte de la Orden de la Merced, una congregación clásica con más de 800 años de historia. Y ha hecho un servicio de lujo, como religioso y como enfermero, en la Residencia Intercongregacional “Madre de la Veracruz de Salamanca durante la Pandemia.  Modesto, fray Modesto, es un joven dominicano, inteligente y brillante en sus estudios, al que yo conocí cuando apenas era un adolescente, en una visita canónica, que hice siendo provincial, hace ya un montón de tiempo. Fui, con otro religioso  a buscarlo a la estación de autobuses donde llegaba para incorporarse a la casa de formación de santo Domingo. Y ahora aquella ilusión incipiente, se ha hecho realidad y compromiso permanente.

Cuando muchos jóvenes viven obsesionados por sí mismos por su futuro, por sus éxitos personales, hay aún jóvenes que piensan en los otros, que se consagran a los otros y no viven simplemente para desgastar la vida al margen  de los demás.

Pero no solamente llenan de sentido y esperanza sus vidas sino que llenan de esperanza la misma vida consagrada que algunos Periodistas ochentones critican por su edad avanzada y su situación decrépita.

 Dos jóvenes, dos historias, dos proyectos que ahora se suman a la misión redentora de la Merced, en un momento especial de renovación de la propia orden que acaba de elegir nuevo Maestro General. El papa, con su mensaje de ánimo capitular, nos ha querido poner las pilas para que no nos dejemos arrastrar por esa mirada nostálgica, tan propia de las  congregaciones antiguas, llenas de santos, mártires y hazañas gloriosas y se olvidan de que el mundo sigue y las cautividades antiguas  se ha hecho más sofisticadas y astutas, pero no han desaparecido, ni mucho menos, de la vida de cada día y nos ha invitados a dar pasos para buscar nuevas cautividades.

Dos jóvenes que se incorporan en estos tiempos a una orden religiosa para servir significa en estos tiempos una brisa de aire fresco y una esperanza que necesitamos para no ahogarnos en la vulgaridad del presente y en la urgencia de lo inmediato o en la dictadura del tiempo como algo propio e intransferible.

La vida consagrada es la luciérnaga que nos remite  a unos valores evangélicos que no están de moda pero que sin los cuales la vida eclesial, humana y social se empobrece más de lo conveniente.  Por eso estos votos  de fray Francisco Y fray Modesto significan más cosas de lo que a primera vista parece.  O al menos me lo parece a mí.

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