#sentipensares2025 ENTRE LA CRÍTICA Y EL LINCHAMIENTO: UNA REFLEXIÓN FEMINISTA

ENTRE LA CRÍTICA Y EL LINCHAMIENTO: UNA REFLEXIÓN FEMINISTA
ENTRE LA CRÍTICA Y EL LINCHAMIENTO: UNA REFLEXIÓN FEMINISTA


Soy una asidua lectora y colaboro en el prestigiado blog Teología Feminista Tras las huellas de Sophia, que públicamente convocó a opinar sobre las declaraciones de Paco Ignacio Taibo II y la risa de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Esa invitación me motivó a escribir esta reflexión, no para justificar lo ocurrido, sino para pensar —desde el feminismo— cómo podemos transitar este momento con prudencia y conciencia política.

En días recientes, las declaraciones de Paco Ignacio Taibo II —y la risa de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo durante ese intercambio— han provocado una fuerte reacción, especialmente entre mujeres feministas. Y con razón: las palabras de Taibo no fueron simplemente desafortunadas; fueron ofensivas, misóginas y totalmente inaceptables en boca de un funcionario público. Un representante del Estado está obligado a conducirse con respeto, y en este caso, lo mínimo que corresponde es una disculpa pública por la agresión verbal cometida.
La actitud de la Presidenta de México, aunque quizá producto del momento, estuvieron fuera de lugar. Es válido señalarlo. Es necesario hacerlo.

Pero también es urgente reflexionar sobre cómo lo hacemos.
Porque algo inquietante está ocurriendo: esa crítica legítima se ha convertido, en manos de la derecha, en un arma más para golpear a la primera mujer que ocupa la Presidencia de México. Y muchas veces, sin darnos cuenta, terminamos amplificando esos ataques cuando reproducimos las imágenes, los fragmentos de video o los discursos que buscan desacreditarla, no por lo que hizo, sino por ser mujer, por ocupar el poder.

Esto no significa justificar su error. Al contrario, implica nombrarlo con ética feminista. Nombrarlo sin olvidar que las mujeres, incluso las que detentan poder, no están exentas de las trampas del patriarcado. Que también pueden reproducir gestos, silencios o risas que nos duelen, porque la estructura que habitamos es profundamente desigual.

Por eso, más que un linchamiento, necesitamos una pedagogía política feminista.
Una que nos permita distinguir entre la crítica que transforma y la crítica que destruye.
Una que nos recuerde que no se trata de blindar a las mujeres del poder frente a la rendición de cuentas, sino de no replicar las mismas violencias simbólicas que históricamente nos han intentado borrar.

Claudia Sheinbaum enfrenta hoy una tarea monumental: gobernar en medio de una coyuntura internacional compleja, con la amenaza de Trump en el horizonte, y con la expectativa —a veces imposible— de ser “la mujer perfecta” que no se equivoca.
Nosotras sabemos, desde el feminismo, que esa exigencia es profundamente injusta.

Por eso, este momento nos invita a la prudencia y al discernimiento.
Podemos y debemos decir que lo que ocurrió fue incorrecto. Pero también debemos cuidar que nuestra crítica no se convierta en el eco de un sistema que se alegra cada vez que una mujer poderosa tropieza.

El reto está en construir otra manera de transitar estos errores: con firmeza, con conciencia y con esperanza.
Porque si el feminismo no nos enseña a mirar la complejidad, ¿quién lo hará?

Lucha Castro

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