#LectioDivinaFeminista Conmemoración de todos los fieles difuntos

Conmemoración de todos los fieles difuntos
Conmemoración de todos los fieles difuntos

Jn 14,1-6

(Buscamos el momento y el lugar adecuados en este tiempo de gracia y oración. Podemos encender una vela, colocar una foto o algún objeto de la persona o personas que en este día queremos recordar, tener presente la Biblia o el Evangelio)

Nos preparamos a escuchar la Palabra. Hacemos silencio exterior e interior. Acompasamos la respiración inhalando y exhalando pausado. Relajamos todas las partes de nuestro cuerpo.

Abbá Dios, tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijas e hijos tuyos, tú que nos miras siempre con amor, haz que cuantos creemos en Cristo, tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

  1. Lectura creyente (Lectio).Leemos el texto saboreando la Palabra y descubriendo el mensaje de fe que guarda.
  2. Meditamos la Palabra (Meditatio). ¿Qué me dice a mí, personalmente el Evangelio leído? ¿Conozco el camino del que Jesús está hablando?

El itinerario como hijos e hijas hacia Dios pasa necesariamente por Cristo. Ahora bien, este encuentro con Cristo no va rodeado de prodigios deslumbrantes. Cristo se manifiesta a través de sus obras, que son obras a favor de la liberación humana. También la Iglesia, en nombre de Cristo, continuará esas mismas obras; ellas serán motivo de credibilidad y testimonio de sus seguidores/as.

  1. Oramos con la Palabra (Oratio). Desde el texto leído y meditado, entramos en diálogo personal con el Señor. Podemos compartir lo orado en nuestro grupo, en la comunidad.
  2. Contemplamos al que es la Palabra (Contemplatio). Contemplo a Jesús en el trasfondo de esta escena, en su vida.
  3. Vivimos la Palabra, compromiso (Actio). ¿A qué me compromete el mensaje de fe?

Conmemoración de todos los fieles difuntos (C)

“En la casa de mi Padre hay lugar para todas y todos” (Jn 14,1-6)

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos y discípulas:

  • - No perdáis la calma. Confiad en Dios y confiad también en mí. En la casa de mi Padre hay lugar para todos (muchas estancias); de no ser así, ya os lo habría dicho; ahora me voy a prepararos ese lugar. Una vez que me haya ido y os haya preparado el lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que podáis estar donde voy a estar yo. Vosotros ya sabéis el camino para ir adonde yo voy.

Tomás replicó:

  • - Pero Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?

Jesús le respondió:

  • - Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie puede llegar hasta el Padre, sino por mí.

Reflexión

Lo primero que me gustaría advertir, es que las lecturas de este domingo 2 de noviembre 2025, no son coincidentes en todas partes. En el Misal de la Comunidad, los dos tomos del Misal Romano, la Guía Bíblica y una pequeña Agenda, figuran las lecturas siguientes: Lamentaciones 3,17-26; Salmo 129,1b-8; Romanos 6,3-9 y el evangelio de Juan 14,1-6. Este último será el contenido de la Lectio Divina que comparto con vosotras. Sin embargo, en otros países no son las mismas. No he encontrado ninguna explicación salvo que hayan incluido estas lecturas concretas en la conmemoración de esta fiesta en el ciclo C. Curiosamente, las del año 2024 fueron las mismas.

Todos nos hemos encontrado, en algún momento de nuestra vida, con el misterio de la muerte. Cuando eres niño/a te sorprende, es algo inesperado; generalmente se experimenta cuando muere el abuelo, la abuela, algún familiar mayor…  Surge la pregunta, quizá, a nuestros padres: ¿por qué la muerte?, ¿a dónde se ha ido?

Con el paso de los años, aun en la juventud, tratamos de ignorarla, no pensar demasiado en ello, es algo lejano y, pasado el momento puntual del velatorio en casa, como antiguamente se hacía, o en el tanatorio, quizá en el hospital, una vez celebrado el mal llamado ‘funeral’, la eucaristía de acción de gracias por la vida y la promesa de resurrección de toda persona, volvemos a nuestro quehacer cotidiano, convencidos de que es ‘ley de vida’, nos quedará siempre el recuerdo…

 Más adelante, la muerte nos va tocando más de cerca y de forma más dolorosa. Un accidente imprevisible, una larga o repentina enfermedad, nos arrebata a nuestros seres más queridos y cercanos: la mamá, el papá, tal vez un/a hijo/a, algo que nunca se supera del todo, un bebé (o dos), el esposo, la esposa, la pareja, un/a amigo/a íntimo/a, las muertes provocadas por la naturaleza: inundaciones, naufragios, seísmos, una erupción volcánica que arrasa todo a su paso, las muertes violentas como el terrorismo, machismo, guerras, venganzas tribales… ¿Cómo reaccionamos ante esto? ¿Qué actitud tomamos cuando todo se derrumba? ¿Qué hacer con ese vacío insoportable que nos descoloca y nos bloquea? ¿Cómo superar el ‘por qué’ confiando desde lo hondo en Él?

La muerte es el paso que habremos de dar nosotros/as solos/as. Sin embargo, la persona querida, amada, que ha estado presente durante tantos años, incluso nos ha dado la vida, se nos va a ese misterio insondable de Dios, ya no la veremos más, no sabemos el cómo será eso, ni qué se sentirá, ni en qué dimensión nueva ‘vivirá’ y permanecerá a nuestro lado de otra manera diferente… fuera ya del concepto de tiempo y espacio en el que hemos vivido. Seamos creyentes, un poquito creyentes o no creyentes nunca acabamos de comprender ese gran misterio de la muerte. Nos asaltan dudas, miedo, desolación, incredulidad, desesperanza.

El Evangelio de hoy, nos da la clave para confiar en que Jesús nos prepara un lugar (no físico) donde cabemos todos, un amor en plenitud (algo que ni imaginamos), una eternidad gozosa en comunión con Dios Trinidad (algo soñado), la esperanza prometida desde ‘el seno materno’, el pleno conocimiento de su Vida, el mismo latido de su corazón, la gloria compartida de todos los seres humanos (donde no hay cabida para el sufrimiento, el dolor, la opresión…), en definitiva, la santidad y la felicidad a la que todos los seres humanos somos llamados.

El libro de las Lamentaciones, cantos de muerte en los que se lucha por la vida, nos trae la esperanza en medio del dolor. “El amor del Señor no se acaba, ni se agota su compasión. Cada mañana se renueva; ¡qué grande es tu fidelidad! Tú eres mi herencia” ¿Hay algo más bello?

Salmo 129: “Señor, desde lo más profundo clamo a ti, Señor… Espero en el Señor con toda mi alma, confío en su palabra…”

Romanos 6,3-9: … “Porque si hemos sido vinculados en Cristo a través de una muerte semejante a la suya, también compartiremos su resurrección... Por tanto, si hemos muerto con Cristo, confiemos en que también viviremos con él”.

Juan 14, 1-6: Jesús dice a sus discípulos/as: “No estéis angustiados/as”.

¿Cómo es posible no sentirse inquieto en un mundo falto de paz, de justicia, cuando sentimos que se mueren aquellos a quienes más queremos y han sido nuestro sostén en la tierra? Jesús responde a nuestra inquietud: Allí donde está él hay un lugar para cada uno/a de nosotros/as, un lugar preparado para quien, a pesar de la pena que deja la muerte, confía en él en las pruebas y se mantiene fiel a pesar del sinsentido, de los reveses de la vida… Por eso, hoy es un día para la confianza y la esperanza. Las palabras de Jesús nos dan la certeza de que, a pesar de nuestra debilidad, él es el Camino, la Verdad y la Vida. Esperamos que un día nos reúnas eternamente junto a ti y en compañía de nuestros seres queridos.

En las celebraciones de despedida de mi comunidad parroquial se cuidaba al máximo la liturgia de este acontecimiento. Se invitaba a decirle algo desde dentro a nuestro ser querido, unas palabras que expresen nuestro amor a él (Jesús) y nuestra invocación humilde a Dios. Hoy comparto la despedida a mi mamá:

Música: “Junto a Ti buscaré otro mar” https://www.youtube.com/watch?v=ud-jlft3keQ

“La barquita ‘Filo’ ha soltado amarras, lentamente puso proa hacia la bocana del puerto y remar mar adentro para fundirse en ella.

Al fin, llegó a su plenitud en la Cartagena Celestial”.

D.E.P mamá.

“Mi alma está unida a Ti y tu diestra me sostiene” (Salmo 63).

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