#pascuafeminista2025 ENCUENTRO... OPORTUNIDAD

| Martha Eugenia, Mujer Mariposa
En esa noche de Viernes Santo, al regresar a casa después de la liturgia solemne de la Adoración de la Cruz, saqué a Frank a dar su paseo nocturno. Apenas había cerrado la puerta que da a la calle, cuando vi a un hombre que venía en mi dirección, estaba a unos diez metros de distancia, pero como las dos casas contiguas apenas están alumbradas y su aspecto exterior es muy lóbrego, pues no podía distinguir de forma nítida a esta persona.
Al fin Semana Santa, muchos vecinos no estaban y la calma en la calle era evidente. Ahí estaba lista para pasear con un perrito inquieto que me jalaba y apenas a unos metros de mí, esta persona decidida se dirigía hacia mí, donde se cruzaría conmigo en unos cuantos segundos. Su aspecto era muy diferente a la gente que transita por mi calle de manera cotidiana, y menos a esa hora y en esos días. Por unos segundos lo vi hasta poderlo enfocar bien, ya que me sentía alertada por su presencia. Conforme se acercaba mientras yo dudaba en cerrar con llave la puerta o meterme, su paso se hizo más pausado y entonces estuve cierta que el encuentro se daría.
—¿La casa de donde saliste es la de Lucha? Preguntó.
—Sí. ¿Por qué? Respondí.
—Vengo a buscarla. Soy un chavo de las coladeras, que ella ayudaba. Acabo de venir de casa de Cristi, pero no la encontré y vine para acá.
—¿Cómo te llamas? Pregunté recordando que mi hermana de comunidad Cristi y mamá habían trabajado en el ministerio de los chavos de las coladeras por muchos años.
—Soy Porfirio.
—Yo soy Martha Eugenia, hija de Lucha. Mamá murió hace varios años. Pensando en que tenía de ello, 16 años.
—Ah, acabo de salir de la cárcel, estuve ahí 16 años, me condenaron por un robo que no cometí y venía para ver si me podía ayudar. Quiero regresar a mi pueblo en Veracruz, pero no quiero quedarme con los chavos de las coladeras.
—Hijo regreso en un rato, si quieres espérame. Asintió moviendo la cabeza lentamente mientras su mirada me escudriñaba.—Espérame acá en la luz—. Indicándole un lugar a unos metros de la casa. Caminé, pensando que cualquiera que lo viera a la puerta de mi hogar, tal vez se sorprendiera como yo lo había hecho y le daría miedo. En lo que Frank inquieto se movía y detenía olfateando y marcando, Porfirio se movió sigiloso y se sentó en la banqueta, más lejos de lo que le había indicado. Ahora sabía que era muy probable que lo encontrara al regreso. Caminé con Frank como 30 minutos, y al retornar, ahí estaba esperando.
Yo me había encontrado a una persona, que me había acompañado mientras charlábamos paseando a Frank. Esta no dijo nada al ver que Porfirio se nos acercaba al encaminarnos a la casa, mientras este muchacho al cual le calculé unos 30 años, silencioso caminó con nosotros hasta la casa. En ese momento le dije: —Espérame aquí. Sabía lo que tenía que hacer, necesitaba comer y yo también. Así que hice lo que mi hermosa Mam me había enseñado con sus hechos en sin fin de veces. En tanto el señor de la sastrería de enfrente de la casa, al vernos, con voz muy alta me saludó amable. Le contesté el saludo y en ese breve intercambio sabía que me indicaba, aquí estoy por si necesita algo. Lo que agradecí mucho. Mientras Porfirio cenaba, pensé en qué más hacer para ayudarlo. Lo hice. Se despidió silencioso con una mirada profunda e interpeladora. Mientras en mi corazón lo bendecía porque pensé que pudiera ser mi hijo. Di gracias a la Madre/Padre Dios celestial por permitirme vivir ese encuentro en ese día tan significativo, donde un joven hombre crucificado por la sociedad desde su niñez y adolescencia en las coladeras y luego en prisión, había llegado hasta mí. Y también agradecida le externé a mi mamá por sus enseñanzas, que gracias a ellas antes de juzgar, me permití ver al ser humano necesitado, y que cuando escuchaba sus escuetas palabras, aunque prudente pude conservar la ecuanimidad para saberlo tratar.
Así que puedo decir una vez más, Jesús crucificado y resucitado representado en cualquier MUJER u hombre ultrajado se presenta todos los días en nuestra vida cotidiana y de nosotros depende reconocerlo, empatizar, aceptarlo y solidarizarnos con ella o él para no pasar de largo, ignorando lo que viendo, no queremos ver.
¡Para gloria de la Madre/Padre Dios celestial!