#pentecostés Homilía para Pentecostés: “Cuando el miedo pegado a la piel nos encierra”

| Luz Estela (Lucha) Castro
🕊️ Homilía para Pentecostés: “Cuando el miedo pegado a la piel nos encierra”
Hermanas, hermanos,
Hoy el Evangelio nos lleva a una habitación cerrada, con puertas atrancadas por el miedo.
El miedo no es un concepto abstracto: es un sentimiento que nos habita cuando la vida se nos quiebra en las manos. Cuando algo nos arrebata la certeza de que todo estaba bien.
Yo sé —y muchas de ustedes también saben— qué es tener el miedo pegado a la piel.
Cuando te detectan cáncer.
Cuando recibes la noticia de que tu hijo está desaparecido.
Cuando tu hija fue secuestrada por tratantes.
Cuando el bebé que esperabas con tanta ilusión nace con una parálisis que cambiará su vida y la tuya.
Cuando en una redada migratoria se llevan al sostén de tu hogar.
Cuando violan a tu hija.
Cuando descubres que tu hijo se suicidó porque no soportó más el acoso escolar.
Cuando tu hija no encuentra trabajo.
Cuando te notifican que debes abandonar tu casa porque no puedes seguir pagando
Cuando te despiden de tu trabajo
Cuando la sequía arrasa con tu cosecha.
Cuando el crimen organizado te obliga a dejar tu comunidad.
Cuando un niño o una niña es violado.
Cuando el Alzheimer empieza a asomar en tu mente.
Cuando tu pareja te dice que ya no te ama.
Cuando la depresión no se va.
Cuando los caminos se cierran y todo es oscuridad…
Y Jesús entra justo ahí.
No espera a que pase el miedo.
No exige que primero tengamos fe.
No pide que estemos fuertes.
Jesús entra con las puertas cerradas.
Jesús entra y se pone en medio del miedo.
Jesús entra herido. Con las marcas de la cruz. Como diciendo: “yo también conozco el dolor”.
Y entonces dice:
“La paz esté con ustedes”.
No es una frase mágica.
Es una promesa encarnada.
Es una forma de decir: “No estás sola”.
Es la presencia viva del Espíritu, la Ruah, que sopla donde hay heridas y no donde hay poder.
Luego Jesús hace algo tan humano como divino: sopla.
Ese soplo es creación nueva. Es Espíritu.
Y les da una tarea sagrada: perdonar.
Pero el verbo perdonar en este pasaje no es un acto reservado a la institución clerical.
Jesús no habla aquí a presbíteros ni a una jerarquía eclesial que aún NO existía.
Habla a hombres y mujeres a su comunidad reunida, temerosa y herida, enviándola con una tarea: sanar el corazón del mundo.
Perdonar aquí NO es solo absolver culpas.
Es sanar heridas, restaurar vínculos, liberar del peso de la culpa, acompañar en los duelos.
Es ser comunidad que no excluye, sino que acompaña.
Que no dicta sentencias, sino que escucha con ternura.
Que no impone, sino que se pone del lado de las víctimas.
Ese es el verdadero rostro del perdón.
El que sana a la madre que perdió a su hija.
El que abraza al joven expulsado por ser diferente.
El que acompaña a la mujer que siente que ya no puede más.
El que pone nombre y dignidad a quien ha sido ignorado por el sistema.
La comunidad del Espíritu no es la que se encierra en ritos, sino la que se abre a las heridas del mundo.
Y la paz que Jesús ofrece no es una calma superficial, sino una paz que se atreve a entrar en medio del miedo y no huye.
Hoy, día de Pentecostés, no celebremos un fuego que baja del cielo sin tocar la tierra.
Hoy celebremos un Espíritu que se hace viento en los pulmones cansados, que se hace soplo en medio de las lágrimas, que se hace palabra viva cuando decimos: “No estás sola. Aquí estamos contigo”.
Y en ese soplo de vida que resiste en medio de la noche, resuenan también estas palabras de Mario Benedetti:
“No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda
y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños.”
“Porque cada día es un comienzo nuevo,
porque esta es la hora y el mejor momento,
porque no estás sola,
porque yo te quiero.”
Por eso, hoy más que nunca, necesitamos seguir diciendo:
La luz del Espíritu no se puede apagar con ninguna sombra ni estructura que intente silenciarla.
Aunque el miedo nos abrace, el Espíritu es más fuerte.
Aunque las puertas estén cerradas, Cristo resucitado entra.
Aunque parezca que todo está perdido, la Ruah sigue soplando esperanza.
Amén.
Feliz Pentecostés.
Lucha Castro